jueves, 27 de marzo de 2014

Reseña: Apócrifos de marzo, de Jose Antonio Zambrano, en A Deshoras

Apócrifos de marzo
Por Raúl Viso
A deshoras, 20/03/2014


Se hace cada vez más difícil encontrar a un poeta de la talla de José Antonio Zambrano (Fuente del Maestre, Badajoz, 1946), que mantiene esa pulsión de vida con sus poéticas e imprime la autenticidad que sólo puede aportar la vocación -empieza a echarse en falta esa benéfica cualidad en el mundo laboral y artístico, con tanto intrusismo y tanta gente escogiendo profesión únicamente en tanto y cuánto les permita eso manejar una abultada caja registradora- en las palabras que escoge con sumo cuidado para cada uno de sus versos. En estos tiempos disolutos que corren para la lírica, donde cada vez se escribe más poesía -pocos autores consagrados no comenzaron su andadura literaria escribiendo poesía, aunque luego las exigencias del mercado y su propia pericia los hiciera decantarse por otros géneros-, se hace extraño e irritante, sin embargo, que las librerías le dediquen tan poco espacio en sus estantes, relegándola por lo general al rincón más oscuro y recóndito del local, y conformando un catálogo de apuestas seguras, clásicos y, en definitiva, poetas harto leídos que, indudablemente, son enormes maestros, pero que no representan la escena poética actual, de la que resulta tarea muy costosa estar siempre al corriente. Tal vez esto pase por publicar demasiado, por que la publicación se haya convertido en un objetivo muy sencillo de alcanzar, tanto en la red como en esas pequeñas editoriales que no siguen un criterio firme de edición y pasan por publicar -previo pago, generalmente- a autores que aún no han encontrado su voz o que tal vez, por desgracia, no la encuentren nunca. Se atesta entonces todo de mala poesía, y los poetas de casta quedan a menudo enmudecidos bajo tanta fanfarria. 

Quizá ésa sea una de las razones por las que, torpemente por mi parte, no conociera, hasta hace bien poco, a este autor extremeño que me ha dejado gratamente impactado. "Hoy pido al alborozo / la voz que amigue una emoción", nos confiesa el poeta en Ceremonia para rondar la vida, segundo poema de este volumen, y yo hago oído de esas palabras y me hermano con ellas para pedirle a la poesía actual eso precisamente: que se amigue con la emoción. Zambrano posee esa materia luminosa que hace que el poema no sólo sea una construcción literaria debidamente ornamentada, sino también una tabla de salvación, un arma, un hermosísimo lenitivo, un objeto litúrgico y precioso al que contemplar y sacarle brillo en noches para el nunca. No son de extrañar estas virtudes en alguien que afirma que "el escritor no debe sentirse ajeno al compromiso político"; en una sociedad creadora donde la mayor parte de sus literatos y artistas deciden no posicionarse políticamente (y entiéndase esto por no formular opiniones abiertas, sin complejos, y no por decantarse por unos u otros partidos políticos), a no ser que sean beneficiados por alguna subvención, y alegando guardar un compromiso exclusivo con su tarea creativa, se hace palpable la sinceridad de alguien que no reserva ardides para el verso y que, más que legarnos su poética, nos la confiesa, nos la ofrece con esa sutilidad y elegancia con que se dejan las buenas propinas.

Desde una genuina perspectiva, José Antonio Zambrano aborda temas como la memoria y la desposesión, lugares ya muy comunes en toda poesía, pero la autenticidad de su propuesta hace que éstos sean tratados sin esa engolada y facilona nostalgia que nos brindan otros poetas. Su voz es la respiración conformada de múltiples sonidos que tienen las casas al quedar vacías, cuando se despide a los invitados y se regresa al sitio de costumbre y se hace necesario entonces erigir algo hermoso con las palabras de todos los días, con los tópicos y las frases trilladas, acumulativas de cotidianidad, y cuyo verdadero sentido y trascendencia debe dárselo a solas quien escribe, en un acto de inmolación o de desnudez sin precio, queriendo de este modo tener derecho a soñar sin castigo. Enorme, Zambrano.

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