lunes, 4 de mayo de 2015

Reseñas: Nueva York después de muerto, de Antonio Hernández, en IDEAL

“El camino interiorizado de la herencia literaria, en las voces y el recuerdo de Federico García Lorca y Luis Rosales”. Palabras elogiosas de Pilar Quirosa-Cheyrouze en su artículo sobre Nueva York después de muerto (Calambur, 2013) del gran poeta Antonio Hernández. (IDEAL, Puerta Purchena, 5 de marzo de 2015)


PALABRA EN EL TIEMPO
Pilar Quirosa-Cheyrouze

La fe en el hombre, ante el desconcierto y las alas derrotadas, mientras los poetas «escuchan el silencio universal del miedo»

Hay poetas que llenan un espacio lleno de significado, un trayecto repleto de signos. Así la voz y la palabra en el tiempo de Antonio Hernández. A todos los reconocimientos que el escritor y critico ha conseguido a lo largo de estos últimos años: Premio de la Crítica de Poesía, Premio Andalucía de Novela, Premio del Centenario del Círculo de Bellas Artes, Premios Rafael Alberti, Miguel Hernández o Tiflos de poesía, se suma la Medalla de Andalucía en este 2015.


Con el libro de poemas 'Nueva York después de muerto', editado por Calambur en 2013, Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1943), se alzó con el Premio de la Crítica de Poesía Castellana, un compendio de poemas, divididos en tres partes, donde aúna creación, acotaciones, reflexiones y diálogos, en el acompañamiento a una Nueva York mítica, de luces y sombras, la ciudad totémica y el recuerdo de un tiempo pretérito en relación a la conciencia poética, el camino interiorizado de la herencia literaria, en las voces y el recuerdo de Federico García Lorca y Luis Rosales, germen primero. Existe una trayectoria llena de instantes que nos acercan a la interpretación crítica, a la idea de libertad y también, a las lagunas que cubren los espejismos. Vertientes de un tiempo que se enmarca en la realidad histórica, en la aproximación al canto y los matices de esa realidad constructiva o fragmentada, el exilio, los problemas de la gran dudad llena de cicatrices, lucha de clases, globalización, automatismo de una vida, donde campea la desigualdad y las carencias. Un contrapunto vivencial y expresivo, emblema de arte, vida y muerte de Federico, quien amaba la pulsión de la naturaleza, el canto de las aves y el murmullo del agua, la eternidad del aire más allá de las sombras. La fe en el hombre, ante el desconcierto y las alas derrotadas, mientras los poetas «escuchan el silencio universal del miedo». Protagonista, la ciudad: la ciudad colectiva y también insolidaria: «La urbe es un teatro, la vida una comedia», Brooklyn, el Bronx, la estatua de la Libertad, el río Hudson, Broadway, Marilyn, fotogramas inmersos en la pantalla de los sueños. Cine e ilusionismo, surrealismo, ficción, caos y azar. Malabarismo de secuencias. El paso del tiempo, la decadencia, el declive. El macarthismo, la falta de libertades. Nuestra incivil guerra, el tremendo azote fratricida. El miedo, sin paréntesis para la esperanza. La gran guerra europea, el nazismo, la barbarie. La soledad de los tiempos: «Confucio nos mentía en loor de intereses; Maquiavelo, para lograr el fin,/ justificaba el medio». El legado de culturas en el ruedo ibérico. «¿Cuánto odio acuñado desde el odio a si mismo? ¿Cuánto reptil gemelo?». La sociedad uniformada transitada por delirios. El circo clónico paseando por las calles. El desorden de los días, la injusticia, el racismo. Homenaje a la literatura y la armonía de los versos en el ritmo lorquiano del libro tercero: «Ay, amor que se fue y es mi otoño», transitando los pasos «por las arboledas del Tamarit». La ciudad de Granada, y siempre Lorca, en eterno y necesario horizonte.

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