martes, 29 de abril de 2014

Noticia: Antonio Hernández en el Diario de Sevilla

El poeta en su altura
Por Javier Reverte
Diario de Sevilla, 26/04/2014


Antonio Hernández en la Feria del Libro de Madrid, 2013
NUESTRA España es un territorio de poetas y es siempre arriesgado apostar por aquel al que consideramos el mejor de todos los nuestros. Además, casi siempre sucede que, sumergidos en las tormentas y la confusión del presente, no acertamos a poner la distancia precisa para distinguir a aquellos que están un paso más allá de los otros. Yo, sin embargo, no tengo dudas: en estos momentos en los que la poesía española navega por territorios nuevos, imprevisibles y precisados de coraje -porque la gran poesía vive en el mundo, nunca es ajena al hombre- hay un cantor que ocupa ese espacio a un paso por encima de los demás: se llama Antonio Hernández y nació en Arcos de la Frontera, en las serranías altas gaditanas.

No hay que felicitarle a él, sino al jurado del Premio de la Crítica, que este año ha distinguido a su libro Nueva York después de muerto como el mejor de cuantos han sido publicados en este curso pasado. A menudo, los jurados se equivocan. Pero cuando aciertan, hay que celebrar su buen juicio. Y aplaudirlos sin rencor alguno por sus olvidos anteriores.

Escribo a vuela pluma y, de tal guisa, ¿qué puedo decir del libro de Antonio Hernández y de su poesía? En tiempos de desánimo, de amenazas contra el papel de la cultura y de angustia moral, este Nueva York después de muerto alza su voz cual espadazo iluminador, al modo como siempre lo han hecho los poetas valerosos: con emoción, sorprendiendo, cabalgando a lomos de la audacia y alargando la sombra del misterio. Porque la poesía ha sido siempre eso y mucho más: un territorio de asombro que se arrima a la luz, echando mano de una técnica depurada y sin perder la inocencia que habita en el corazón de los niños.

El libro es un homenaje a Luis Rosales, a Federico García Lorca, a la ciudad de Nueva York... Pero va más allá que su temática a través de una melodía tan audaz como sorprendente. Contiene altura moral, sorpresa, audacia, perplejidad... Es una mezcla inesperada de narración , de verso libre y clásico, de ensayo y crítica... Y es misterio, como toda la poesía que se arrima al alma.



Leer el artículo en Diario de Sevilla.

lunes, 28 de abril de 2014

Noticia: Entrevista a Antonio Hernández en La Vanguardia

Antonio Hernández: "La muerte de Lorca fue la gran sombra de Luis Rosales"
Por Ana Mendoza
La Vanguardia, 25/04/2014



Antonio Hernández en la Feria del Libro de Madrid, 2013
El escritor gaditano Antonio Hernández, que ha ganado el Premio de la Crítica por su poemario "Nueva York después de muerto", en el que dialoga con Luis Rosales y Federico García Lorca, aseguraba hoy que "el asesinato de Lorca fue la gran sombra de la vida de Rosales"·

"A Luis Rosales le afectó muchísimo esa muerte y las circunstancias en que se produjo (estaba refugiado en casa de Rosales cuando lo detuvieron). No se le fue nunca de la cabeza, entre otras cosas porque no comprendía cómo podía haber ocurrido aquello", le decía hoy Hernández a Efe.

El ganador del Premio de la Crítica pudo comprobar "el apesadumbramiento" que ese final tan trágico le causó al autor de "La casa encendida", en las constantes visitas que le hacía.

"Quería muchísimo a García Lorca, se le saltaban las lágrimas cuando hablaba de él", añadía el autor de "A palo seco".

Es la segunda vez que Hernández gana este "prestigioso premio" y, sinceramente, no esperaba merecerlo otra vez a pesar de que "Nueva York después de muerto" ha recibido "críticas estupendas".

"Solo los grandísimos poetas, entre ellos Luis Rosales, José Hierro, Octavio Paz o Claudio Rodríguez, lo han ganado más de una vez, y yo no esperaba hacer el doblete", aseguraba hoy.

Además, Hernández, de 71 años, sabía que en 2013 se habían publicado "libros muy buenos" y que, por tanto, había "pocas posibilidades" de que él lo ganara. "Es una alegría doble".

En la obra premiada, Hernández toma el título del último libro imaginado por su "maestro" Luis Rosales y que no pudo escribir por "el problema cerebral" que tuvo.

Hernández visitaba asiduamente a Rosales en su casa y un día, al verlo apesadumbrado porque ya no podría terminar "Nueva York después de muerto", le prometió que lo escribiría él y que haría todo lo posible por que saliera bien. "Lo prometido es deuda", le dijo sonriente el gran poeta granadino, Premio Cervantes 1982.

Residente en Madrid, Antonio Hernández aprovechó sus veranos en Cádiz, y "algunos momentos de rapto poético", para ir escribiendo este "complejo libro", en el que establece un diálogo con Federico García Lorca y con Luis Rosales, con la ciudad de Nueva York como telón de fondo.

"A pesar de esa mixtura, de esa complejidad, el libro creo que ha salido bien, y estoy muy contento por este premio pero, sobre todo, porque pude cumplir la promesa que le hice a Luis Rosales. Esa promesa ha sido refrendada por un jurado tan prestigioso como es el de la Crítica", añadía el poeta gaditano.

Hernández toma recursos expresivos de García Lorca y de Rosales, pero en ese poemario procura que predomine su "propia voz poética y su personalidad".

"García Lorca y Rosales son dos genios", comentaba Hernández, que considera a ambos poetas como sus maestros.

Él es un lector "muy ecléctico" y le gustan poetas tan diferentes como Octavio Paz o Pablo Neruda, por citar a dos grandes escritores latinoamericanos.

Nueva York es el espacio donde se desarrolla "la conversación imaginaria" que recrea el autor del poemario premiado. "Lo más significativo de esa ciudad, la capital cultural del mundo", está en ese poemario, que también refleja los problemas de esa urbe, en la que confluyen muchas razas y conflictos.

"Luis Rosales lo que pretendía era hablar de la cuestión racial, de la homofobia, de las diferencias sociales, y de Federico García Lorca", recalca Antonio Hernández, que conserva muy vivo su acento andaluz, aunque cuando va por su pueblo, Arcos de la Frontera, la gente le dice: "Antonio, cuánto has cambiado, qué fino hablas".


viernes, 25 de abril de 2014

Noticia: Antonio Hernández, Premio de la Crítica de Poesía Castellana 2013


El jurado del Premio de la Crítica ha fallado esta mañana, anunciando como ganadores a Antonio Hernández en la categoría de poesía (Nueva York después de muerto) y a Rafael Chirbes en narrativa (En la orilla).

Todo el equipo de Calambur Editorial queremos felicitar a Hernández por este reconocimiento. ¡Enhorabuena!

A continuación dejamos las noticias que han salido al respecto.

Rafael Chirbes y Antonio Hernández, nuevos Premios de la Crítica
El País, 14/04/2014

Rafael Chirbes y Antonio Hernández han sido proclamados ganadores esta mañana del Premio Nacional de la Crítica. El primero, en la categoría de narrativa, ha logrado el galardón por su novela En la orilla (Anagrama); Hernández, en el apartado de poesía, ha sido reconocido por su obra Nueva York después de muerto (Calambur). Así lo anunció en Logroño el jurado de la Asociación Española de Críticos Literarios (AECL). El jurado se ha reunido para fallar un galardón creado en 1956 que no tiene dotación económica pero sí mucho prestigio y que puede ser concedido a cualquier autor en lengua española siempre que la obra haya sido publicada en España.
[...]
El año pasado los galardonados fueron la narradora Clara Usón por su novela La hija del Este (Seix Barral) y el poeta Juan Carlos Mestre porLa bicicleta del panadero (Calambur). Entre los distinguidos con el premio en Narrativa en castellano, en sus casi seis décadas, figuran Camilo José Cela (por La catira en 1956), Rafael Sánchez Ferlosio (1957 por El Jarama), Miguel Delibes (1963 por Las ratas), Mario Vargas Llosa (en 1964 por La ciudad y los perros y 1967 por La casa verde), José Manuel Caballero Bonald (1975 por Ágata ojo de gato), Eduardo Mendoza (1976 por El verdad sobre el caso Savolta), José Donoso (1978 por Casa de Campo), Juan Carlos Onetti (1979 por Dejemos hablar al viento), Juan Benet (1983 por Herrumbrosas lanzas), Luis Mateo Díez (1986 por La fuente de la edad y 1999 por La ruina del cielo), Antonio Muñoz Molina (1987por El invierno en Lisboa), Álvaro Pombo (1990 por El metro de platino iridiado). Javier Marías (1992 porCorazón tan blanco), Juan Marsé (1993 por El embrujo de Shangai y 2000 por Rabos de lagartija).

Rafael Chirbes y Antonio Hernández, Premios Nacionales de Crítica Literaria 2014
Por Agencia
ABC, 24/04/2014

El primero se ha alzado con el de la categoría de novela por «En la orilla», mientras que Hernández ha obtenido el de poesía con «Nueva York después de muerto».
Rafael Chirbes, con su obra «En la orilla», y Antonio Hernández con«Nueva York después de muerto», han ganado hoy los Premios Nacionales de Crítica Literaria 2014 en las categorías de novela y poesía, respectivamente.
La Asociación Española de Críticos Literarios concede este galardóndesde el año 1956 y se otorga a los mejores libros de narrativa y poesía publicados en España el año anterior, tanto en castellano como en gallego, euskera y catalán.
Catalogada como la novela definitiva sobre la crisis, «En la orilla» (Anagrama), que también se ha alzado con el Premio Francisco Umbral al Libro del Año, continúa el relato que el escritor ya inició hace seis años con «Crematorio», en donde denunciaba las cloacas de la modernidad y la burbuja de la crisis.
Mientras, Antonio Hernández aúna en «Nueva York después de muerto» (Calambur), tres mitologías. Nueva York (mito y realidad), Federico García Lorcay Luis Rosales toman la palabra para hacer hablar a la conciencia poética y a la conciencia histórica.

Rafael Chirbes y Antonio Hernández, ganadores del Premio Nacional de la Crítica Literaria 2014
Por Agencia
Europa Press, 24/04/2014
La novela de Rafael Chirbes 'En la Orilla' y el poeta, Antonio Hernández, por 'Nueva York después de muerto' han sido las obras galardonadas con el Premio Nacional de la Crítica Literaria 2014 en castellano que se ha fallado este viernes en el Espacio Lagares de Logroño.
La alcaldesa de Logroño, Cuca Gamarra, y el presidente del jurado del Premio Nacional de la Crítica Literaria 2014, Ángel Basanta, han dado a conocer los ganadores de esta edición de este prestigioso galardón.
Previamente, los 21 componentes del jurado han deliberado sobre cuáles son a su juicio las mejores obras publicadas en España, tanto en narrativa como en poesía, tanto en castellano como en catalán, euskera y gallego, durante 2013. 

Rafael Chirbes y Antonio Hernández, Premios de la Crítica 2014
La Vanguardia, 24/04/2014 
Rafael Chirbes, con su obra "En la orilla", y Antonio Hernández con "Nueva York después de muerto", han ganado hoy los Premios Nacionales de Crítica Literaria 2014 en las categorías de novela y poesía, respectivamente.
La alcaldesa de Logroño, Concepción Gamarra, y el presidente del jurado del Premio Nacional de Crítica Literaria, Ángel Basanta, han dado hoy a conocer el fallo de la 56 edición, en un acto en el que también han participado el secretario de la Junta Directiva de la Asociación Española de Críticos Literarios, Enrique Turpín; y la concejala logroñesa de Cultura, Pilar Montes.
La Asociación concede este galardón desde el año 1956 y se otorga a los mejores libros de narrativa y poesía publicados en España el año anterior, tanto en castellano como en gallego, euskera y catalán.
[...]
Por su parte, el también componente del jurado Santos Domínguez ha explicado que Antonio Hernández, quien ha sido premiado por "Nueva York después de muerto", es "uno de los autores más sólidos de la poesía española del último medio siglo".
Con este título recoge el proyecto frustrado con el que Luis Rosales pretendía cerrar su obra, pero una enfermedad se lo impidió, y, así, realiza un doble homenaje: al "maestro" y también a Federico García-Lorca, "maestro del maestro", ha detallado.
"Nueva York después de muerto" es un libro "sorprendente y arriesgado", en el que, según el jurado, el autor recoge un cruce de vidas y destinos que acaban en la ciudad de la muerte y de la aurora, con columnas de cieno y aguas podridas.
El presidente del jurado del Premio Nacional de Crítica Literaria, Ángel Basanta, ha recordado que este galardón es el único que se otorga a obras literarias publicadas en las cuatro lenguas oficiales del país y ha resaltado el gran trabajo desempeñado por los 21 miembros del jurado.
Por último, la alcaldesa de Logroño, Concepción Gamarra, ha incidido en el poder que tiene la lectura "como vehículo de crecimiento personal" para niños, jóvenes y adultos y ha opinado que "un buen libro abre la mente y desarrolla el sentido crítico" de las personas.

jueves, 24 de abril de 2014

Reseña: Lo que dejó la lluvia, de José Antonio Zambrano, en el blog de José A. Ramírez

Zambrano
Por José A. Ramírez Lozano
Blog de José A. Ramírez Lozano, 1/04/2014


Aunque ya en Apócrifo de marzo Zambrano había logrado entramar sus dos hilos anteriores, tradición e innovación, en Lo que dejó la lluvia el texto es un hermoso lienzo. Y no digo sobre el que se borda porque José Antonio es un poeta de costuras interiores. No hay pirotecnia cromática en sus imágenes; siempre se rematan con sorprendentes quiebros y conceptualizaciones éticas. Es, además, un libro discursivo con Edinda por medio como interlocutora, la Edinda de sus canciones. Ya digo, sin la presión de entonces, en Lo que dejó la lluvia hay un diálogo entre el sometimiento verbal y la levedad lírica que hace de su conjunción un gozo. Enhorabuena, amigo.


Leer la reseña en el Blog de José A. Ramírez Lozano.

miércoles, 23 de abril de 2014

Reseña: Lo que dejó la lluvia, de José Antonio Zambrano, en Calamo Currente

Zambrano: lo que nos va dejando
Por Benito Estrella
Blog Cálamo Currente, 14/04/2014


Un libro más de Zambrano —Lo que dejó la lluvia, Calambur, 2014— no es un libro más de Zambrano. Es el mismo libro, cada vez más hondo y transparente, más acendrado y riguroso, más preciso y descarnado, más decantado y amigable. Zambrano lleva toda la vida -que ya va siendo larga y Dios se la conserve- siendo fiel a sí mismo y a la intimidad que le rodea: esposa, hijos, amigos, poesía... Una vida sencilla, una intrahistoria. “De la mano de todos”, como dice en uno para mí de los más hermosos poemas del libro. 

 
Todas las circunstancias que rodean al vivir y poetizar como tarea cotidiana en Zambrano conforman una sola pieza musical que se va desarrollando en movimientos sucesivos que son en esencia el mismo movimiento. Él escribe la partitura y dirige la orquesta a un tiempo, con pluma en la mano en vez de una batuta. “Soy
dice el que elige el pan que como y el que sabe que sus actos pertenecen solo a una vida”. Así ha adquirido la maestría y autenticidad que tiene y que se manifiestan en toda su obra y de manera especial, como de síntesis más descarnada, en este libro. 

La fidelidad, en todos los terrenos en que se ejerce, siempre tiene sus frutos. Que se desparraman también alrededor de aquel que persevera en ella. Así, los que hemos venido respondiendo a las exigencias
nunca proclamadas, sino silenciosamente ejemplarizadas de esa fidelidad, no sólo en la amistad compartida, sino como lectores asiduos de su obra, también obtenemos nuestro premio, que es de comprensión y reconocimiento, dedis-frute. Incluso aquellos que, quizá con más distancia y también con más acierto, por oficio, han venido estudiando como críticos su poesía, por ejemplo Ricardo Senabre o Miguel Ángel Lama, han sabido ver que detrás de ella hay una tarea asumida como misión vital ineludible. 
 
La obra de Zambrano -pues se trata de esto, de una obra, no de una serie de libros- es, como dice Marcel Legaut, una obra de itinerario. Y como en todo itinerario vital, nada se desperdicia en el camino, sino que se va recogiendo e integrando para que todo llegue a su cumplimiento, es decir, a su plenitud. Queda dicho también, de forma luminosa, por nuestro poeta en otro de sus poemas, “Futuro”, especialmente en el sentencioso penúltimo verso: “Fijo el viaje lame su llegar”. Lo constante, lo fijo, es el viaje, que curiosamente no se va haciendo más premioso, sino más reposado, más demorado en mirar por donde se pasa, más consciente del viaje en sí, re-creándose en el propio viajar. Como bien dice Ramón Pérez Parejo, el autor del prólogo del libro, no hay en este regresar nostalgia, sino apropiamiento o aprovisionamiento para el vivir diario. Lo que se recoge es el hilo de la memoria, que se enhebra a la aguja que cose el aquí y el ahora. Al mismo tiempo Ulises y Penélope, la memoria va tejiendo
tejido, texto la figura: ser uno mismo, reconocer el santuario hacia el que el peregrino va, al que va viendo que regresa. 
 
Porque, ¿a dónde viajamos? “Vete despacio que a donde tienes que ir es a ti mismo”, reza un proverbio zen, que Juan Ramón Jiménez glosa en Eternidades: “¡No corras, ve despacio, que adonde tienes que ir es a ti solo!”. Por eso, es solo una aparente paradoja que este viaje en Zambrano hacia su propio cumplimiento sea un viaje de regreso, tal como se reclama ya en la cita de Cortázar del comienzo del libro: “Se dio cuenta de que la vuelta era realmente la ida en más de un sentido” y en todo el primer poema, “Memoración”: volver, retornar, a lo que siempre estuvo ahí como patria -con resonancias de Rilque-, sólo que más desnudo -también sin patria
otra patria, sin lengua otra lengua, parece desdecirse luego. Desnudo bajo la lluvia. 

Esta es la paradoja, se va hacia el origen, se hace un peregrinaje de regreso; paradoja cuya resolución sólo puede llevarse a cabo viviendo con autenticidad, como respuesta a la llamada, a la vocación, que el poeta va desgranando en su exigente fidelidad a la obra, que es su vida. Así el poeta, como dice Ernst Jünger, "ayuda al ser humano a encontrar el camino de vuelta a sí mismo: él es un emboscado”. Esta palabra, “emboscado”, pienso que le cuadra bien a Zambrano, como me conviene a mí y a otros pocos amigos que, por decisión propia, más o menos consciente , vivimos un tanto apartados del mundo, aunque no dejemos de estar en el mundo. “De la mano de todos”, compartimos nuestra soledad, que es también la de todos. Lo que un poeta como Zambrano se exige a sí mismo no consiente las distracciones del mundanal ruido, si quiere llegar a conocer su verdadero rostro y mostrarlo. 

Pues de lo que hay que hablar es de reconocimiento. No otra cosa es la dirección de este itinerario de vida y obra. “No cesaremos de explorar
dice T. S. Eliot y el fin de nuestra exploración será llegar a donde arrancamos y conocer el lugar por primera vez”. Este lugar, presentido una y otra vez por Zambrano ”lugar cercado que prima lo preciso del poema y ama las mismas cosas todos los días” es como la brújula dorada que orienta un destino y que se mueve en el abierto magnetismo de las palabras. Buscar el sentido en la palabra y buscar el sentido de vivir se fijan en lo mismo. De ahí la inextricable y a la vez inseparable unión de vida y poesía, vereda y búsqueda, que, aunque no se le conociera personalmente, se dejaría ver con luz propia en la poesía de Zambrano.

“Es necesario elegir —dice Zambrano como “Penúltimo deseo”— entre amar la vida o comprenderla”. Y se responde a sí mismo: “Yo he optado por amarla”. Pero el poeta no puede renunciar a pronunciarla también y para ello debe seguir buscando. Pronunciación, es cierto, siempre penúltima, pues, fiel y exigente consigo mismo, Zambrano seguirá incansable hasta el final, hasta el cumplimiento que está más allá de las palabras, haciendo su obra, es decir, viviendo y amando.

martes, 22 de abril de 2014

Reseña: Chile y la guerra civil española. La voz de los intelectuales, de Matías Barchino, en El Imparcial

Chile y la guerra civil española. La voz de los intelectuales
Por Alejandro San Francisco
El Imparcial, 13/04/2014


Como afirma Niall Binns en La llamada de España. Escritores extranjeros en la guerra civil(Montesinos, 2004), el conflicto fratricida que sacudió a la Península en la década de 1930 provocó uno de los fenómenos más interesantes de la política y de la cultura en el siglo XX. La conmoción provocada por el drama alcanzó también a distintos lugares del mundo y como consecuencia de ello numerosos intelectuales y escritores de los más diversos lugares acudieron a luchar por alguno de los bandos en pugna, de preferencia por los republicanos, aunque no faltaron otros en las filas nacionales.

Así aparecieron por España Malraux y Paul Claudel, Roy Campbell y Spender, Upton Sinclair y Ernest Hemingway, entre otros habitantes de las democracias de entonces. Desde los países totalitarios se advirtió la presencia de Bertolt Brecht y Arthur Koestler (Alemania), Emilio Vittorini (Italia), Kolstov y el famoso Ilya Ehrenburg (Unión Soviética).

Pero la América Hispana no estuvo ajena a las luchas y dolores de la Madre Patria, como lo ilustraron el peruano César Vallejo, los cubanos Alejo Carpentier y Nicolás Guillén, el ecuatoriano Demetrio Aguilera-Malta, el mexicano Octavio Paz y el argentino Raúl González Tuñón. Lo mismo ocurrió con Chile, como ilustra el caso más conocido de todos, el del poeta Pablo Neruda.

Sin embargo, el mayor mérito de Chile y la guerra civil española es demostrar con fuentes primarias que la presencia chilena excedía largamente el compromiso de su poeta más famoso. Tanto en Chile como en España hubo actos y publicaciones alusivas a la guerra, los escritores e intelectuales se vincularon en sus afectos y sus publicaciones, e incluso dispuestos a luchar con las armas para defender a alguno de los bandos en pugna. Así lo plantea Barchino en la Introducción, mostrando aspectos tan interesantes como la Guerra Civil en la prensa chilena o la existencia de prensa española en Chile, además de exponer una visión panorámica de los intelectuales y su relación con el conflicto, la propaganda y otros aspectos de interés.

La mayor parte de la obra está constituida por documentos aparecidos con relación a la toma de posiciones de escritores e intelectuales. Destacan, como es obvio, los grandes autores como el mencionado Neruda, Gabriela Mistral o Vicente Huidobro, además de otras figuras relevantes pero más desconocidas, entre los que podemos mencionar a Pablo de Rokha, Rosamel del Valle, Augusto D’Halmar, Juvencio Valle, Inés Echeverría Bello (“Iris”) y Joaquín Edwards Bello, Gonzalo Rojas y Nicanor Parra (estos dos últimos llegarían a ser, como sabemos, poetas de relevancia y ambos galardonados con el Premio Cervantes). A ellos deben añadirse algunos hombres de figuración política en esos años, que dejaron por escrito su testimonio: Maximiano Errázuriz, Manuel Antonio Garretón, Jorge González von Marées, además del diplomático y memorialista Carlos Morla Lynch o el historiador y gran coleccionista de documentos Sergio Fernández Larraín.

El trabajo es un esfuerzo importante e incorpora una colección documental de primer nivel, con textos hermosos y con otros sesgados por los odios del momento, y más bien lejanos a la belleza de la literatura. El esfuerzo por mostrar, en la medida de lo posible, a todos los chilenos que fueron parte de la guerra de España, resulta especialmente valioso. Así lo resume la Introducción al libro: “La guerra civil fue una obsesión para muchos escritores de los años treinta. Chile se convirtió en otro campo de batalla en el enfrentamiento global… Los ciento cincuenta autores y los once medios de comunicación documentados en este trabajo no hacen más que recordarlo”: Por eso y por otras razones esta obra vale la pena y el resultado prestará un servicio al mejor conocimiento del tema. Por otra parte, permite complementar otros estudios análogos aparecidos en los últimos años, como los textos de Carlos Morla Lynch, el gran diplomático chileno en tiempos de la Guerra Civil española.


Después de todo, la lucha fratricida tuvo una dimensión universal y en ella Chile, y los intelectuales de otras naciones latinoamericanas, se hicieron presente con sus banderas y sus letras.



Noticia: Presentación de "Lo que dejó la lluvia", de José Antonio Zambrano en la Feria del libro de Cáceres



Este próximo 24 de abril, José Antonio Zambrano estará presentando su nuevo libro Lo que dejó la lluvia en la Feria del Libro de Cáceres. Será un acto presentado por Ramón Pérez Parejo, prologuista del libro, y Miguel Ángel Llama, y contará con la intervención de Rosa Mª Lencero, de Editorial Regional de Extremadura.

Día: 24/04/2014
Hora: 19:45 horas.
Lugar: Caseta de los autores, en el Paseo Cánovas.

lunes, 21 de abril de 2014

Reseña: Lo que dejó la lluvia, de José Antonio Zambrano, en Encuentros con las letras

Lo que dejó la luvia
Por Santos Domínguez
Encuentros con las letras, 5/04/2014


Así, por obra del azar, soy y miro, escribió Wislawa Szymborska en un verso que José Antonio Zambrano ha puesto al frente de una de las cuatro secciones de Lo que dejó la lluvia, el libro que publica Calambur con un iluminador prólogo –Un hombre es lo que cuenta- de Ramón Pérez Parejo.

Y eso es lo que cuenta en estos poemas, un hombre que vive y mira y escribe en un terreno neutral en el que no entra el gusano corrosivo de la tristeza ni se le cede asiento tampoco a la presencia invertebrada de la alegría estéril.

Porque el poeta dialoga en este libro con lo más cercano, y por eso su tono es el de la complicidad de la voz baja que reúne el presente y la memoria (lo que importa es vivir y no haber vivido) en una poesía intimista y reflexiva, sensorial y emocionada, intensa en su precisión verbal.

Y es que en los poemas de Lo que dejó la lluvia cada palabra tiene el tamaño exacto de su desnudez verdadera, el peso y la consistencia que el poeta parece haber calibrado pacientemente con la magia del alquimista en el crisol de las destilaciones, en el taller verbal del que pule un diamante hecho de la materia fugaz del corazón en la tarde lenta del tiempo:

Todo para decir
que esta invención celebra el canto de un hombre
que ha pactado con su sombra
lo que dejó la lluvia.




lunes, 14 de abril de 2014

Novedad: Lo que dejó la lluvia, de José Antonio Zambrano

Lo que dejó la lluvia
José Antonio Zambrano
Calambur Poesía, 141. 68 p. 14 x 22,5 cm.
ISBN: 978-84-8359-262-5
PVP: 10

En Lo que dejó la lluvia, la reflexión sobre el tiempo se halla latente en todo el poemario. Ahora bien, no se contempla el paso del tiempo con melancolía, sino que ahora, inequívocamente, se examina el pasado en función del presente; es el presente el que importa. No hay nostalgia, y eso se agradece. No encontramos el tópico saturniano de la melancolía. Si se mira hacia atrás no es para contemplar el pasado recreándose en él sino para evaluar el presente con el objeto de reflexionar sobre quién es el sujeto y sobre qué hacer ahora. Es eso, qué hacer ahora, lo que realmente importa.
Ramón Pérez Parejo


José Antonio Zambrano (Fuente del Maestre, 1946) ha publicado, entre otros, los libros de poesía Canciones y otros recuerdos (1980); El rostro conocido (1987); Como una presunción (1999); La mitad del sueño (1999); Después de la noche (Calambur, 2000); Las orillas del agua (2003); Treinta minutos de libertad (Calambur, 2006); Apócrifos de marzo (Calambur, 2009) o Tonás de espejos (2013). En el año 2000 apareció su antología poética Poesía 1980-2000. En 2010 gana el Premio Extremadura a la Creación con el libro Apócrifos de marzo. Su poesía se mueve en la constancia por encontrar la palabra exacta que requiere el verso. 

__________

José Antonio Zambrano también ha publicado en Calambur:

Apócrifos de marzo, 2009 (Premio Extremadura a la Creación 2010). Poesía, 102. 88 p. ISBN: 978-84-8359-182-6. 10

Treinta minutos de libertad, 2006. Poesía, 65 . 80 p. ISBN: 84-96049-35-3. 8

Después de la noche, 1999. Poesía, 19. 72 p. ISBN: 84-88015-60-7. 9


viernes, 11 de abril de 2014

Reseña: Nueva York después de muerto, de Antonio Hernández, en Cuadernos del Matemático

Un retablo convulso de la cultura contemporánea
Por Pedro A. González Moreno
Cuadernos del matemático, nº 51-52


Tras la publicación de Insurgencias (2010 ), que recogía en dos volúmenes su obra completa editada hasta entonces, Antonio Hernández ofrece en su último poemario, Nueva York despuésde muerto (Calambur, 2013) una muestra que viene a poner de manifiesto que su obra, siempre versátil y fecunda, continúa aún viva y que su voz continúa enfrentándose a nuevos y constantes desafíos.

Una obra, este Nueva York después de muerto, que por sus planteamientos estéticos e ideológicos, se configura como un convulso retablo de la sociedad y la cultura contemporáneas, y que estructuralmente aparece dividida en tres partes o tres libros de desigual extensión pero de intensidad similar. Salvo un soneto y algunos romances que, en la tercera parte, evocan el neopopularismo lorquiano, el resto de la obra está escrita en un versículo fluido que basa su cohesión en las recurrencias léxicas y en la continua reiteración de motivos. Aunque la materia lírica aparece segmentada en fragmentos según lo requieren los cambios temáticos, el conjunto avanza dinámicamente como un continuum, a la manera de un poema río, cuya apariencia caótica no es sino un reflejo del caos de la vida.

Más que en poemas, por tanto, el contenido se distribuye en una sucesión de secuencias que se  superponen y entrelazan atendiendo a una mecánica de montaje cinematográfico. El propio poeta alude a esta singular técnica compositiva, que se vale también del surrealismo en su modo de asociar libremente, en un conjunto coherente, las imágenes dispersas: “ya he dicho muchas veces que un poema/ se monta por secuencias/ y que es un error de advenedizo/ obviar el cine y el surrealismo, fuente/ de los chispazos misteriosos del alma”.

Las tres tablas de este tríptico desgarrado constituyen un artesonado de voces y lugares, de tiempos y motivos diversos pero complementarios, que se reúnen con una intencionalidad estética y se unifican en la voz integradora del poeta. Voz que, a través de un lenguaje crudo y directo, en la línea de su anterior poemario, A palo seco, ha encontrado en la sinceridad sin afeites su forma de expresión más contundente y genuina, una forma de expresión sin velos y sin máscaras, que es la de quien, según confesión propia, es “consciente de que la poesía es la máscara/ que nos descubre”.

Libro de voces entre las que sobresalen, como savia nutricia y como un verdadero armazón estructural, las de García Lorca y Luis Rosales. Dos víctimas, cada uno a su manera, de la ruindad y del rencor. Uno, mitificado por las infames circunstancias de su muerte; el otro, perseguido en vida por la no menos infame sombra de la sospecha, porque “era de esas personas/ a las que no se les perdona nada,/ aún menos el silencio”. A través de títulos, glosas, paráfrasis, citas o apuntes biográficos, la presencia de ambos poetas se convierte en uno de los motivos vertebradores del poemario. Pero no sólo esas dos voces o esos dos nombres emblemáticos repiquetean a lo largo de las páginas de este libro: basta echar un vistazo a los primeros fragmentos del Libro I, al primero del Libro II, o a los romances lorquianos del Libro III, para comprobar de un modo certero y explícito hasta qué punto el tejido intertextual forma parte de la sustancia misma de este libro. Todas esas voces, citas y semblanzas de otros escritores, entre los que también se encuentran inevitablemente algunos norteamericanos (“el gran Edgar Poe, el “hermoso Walt ”Withman, Mark Twain, Henry James o Truman Capote) constituyen una especie de conjunto coral sobre el que se eleva siempre, nítida y dominadora, la voz del poeta.

Simultáneamente, la Granada natal de Lorca, en lo que tiene de belén o de cuna al mismo tiempo que de
tumba, actúa a modo de ritornello simbólico y afectivo, sobre el que la ciudad de Nueva York se alza como un inquietante contrapunto. Tanto el gran libro sobre Nueva York que Rosales proyectó escribir, como el que Lorca dejó escrito, vienen a confluir en este otro libro de Antonio Hernández, cerrándose así un raro y triangular juego de espejos donde el pasado y el presente o, dicho de otro modo, la realidad, la historia y la literatura, se funden.

Nueva York, mucho más que una ciudad, es un gran tótem, un icono del capitalismo imperialista y un
indiscutible paradigma del modus vivendi de Occidente; de ahí, quizás, que muchos poetas hayan vuelto sus ojos hacia él, llevados por una fascinación no exenta de desprecio. La mirada de Antonio Hernández está impregnada más de lo segundo que de lo primero, y se encuentra traspasada por los acentos críticos que ya caracterizaban una buena parte de su obra lírica anterior. Sus descripciones de Manhattan, de Harlem, de la Quinta Avenida, del Hudson, o de ese multirracial retablo de la miseria que es Central Park, son algo más que un homenaje al surrealismo lorquiano; son también un retrato social y moral de un país que aparece como patria del individualismo, del empirismo y la estadística. Un país sin memoria en la que asentar su identidad o sus raíces, donde “la eficacia es el éxito, no hay otra religión” y donde “la corrupción del gusto/ forma parte de la industria del dólar / y hace juego con ella”. Un país, además, con una mesiánica y peligrosa “tendencia a la guerra fuera de su Nación/ salvadora del mundo...”

Pero el poeta de Arcos no pretende quedarse ahí, en ese siniestro retrato de la patria del capitalismo más
depredador, sino que va mucho más allá en su intento de recomponer las piezas de ese delirante puzzle que es el de la historia y la cultura contemporáneas. Por ello, en un continuo vaivén de tiempos y de voces, de nombres y lugares, proyecta también el foco de su visión demoledora sobre algunos otros desvaríos que sacudieron los cimientos de todo Occidente, para oprobio de la vieja y refinada Europa, “su vieja madre corrompida,/ su puta madre indolente,/ la filósofa estéril del pasado...”.

Una bomba sobre Hiroshima, un fusilamiento en Granada o un montón de cadáveres arrumbados sobre un campo de exterminio nazi, “en la escala universal de los horrores”, son hechos equiparables que tienen su origen en la incurable vesania de los hombres. Imágenes diferentes y superpuestas de una idéntica realidad de pesadilla. Por eso el poeta levanta también su voz contra los anglosajones, a los que define como “negreros y tragaldabas”, o contra el nazismo:


“todos los alemanes que apoyaron a Hitler
estaban locos. No eran diez ni doce sino
muchos millones, más que suficientes
para elevarlo al Poder. Y tan grande
locura colectiva
no fue tachada como disparate
porque el capitalismo redime a quien lo engorda”.

Clama también contra las miserias de una España de posguerra, “aquella España en pie /de hambre y de hombres rebuscando/ entre los desperdicios”, aquella España de checas y de iglesias quemadas y de pelotones de fusilamiento donde tantos (como el propio Lorca) fueron ejecutados mientras que otros (como Rosales) fueron condenados a vivir bajo la infamia de la sospecha.

Algo que en Nueva York es coetáneo”, en palabras de Antonio Hernández. Es decir, una realidad de nuestro pasado reciente, marcada por la crueldad y la violencia, que hoy en día, de otra manera y bajo la apariencia de otros disfraces, se repite, se revitaliza y perpetúa al otro lado, a orillas del río Hudson y bajo la antorcha acusadora de la estatua de la Libertad.

Nueva York después de muerto, un convulso retablo de voces que reflejan el desvarío y la confusión babélica del mundo. Un tríptico de la vesania y el horror, que tendría mucho más acentuados sus tintes dramáticos si no fuera porque el poeta ha decidido salpimentar sus versículos con una razonable dosis de ironía y humor, ya que, como él mismo afirma, “el humor es una trinchera contra el miedo”. Turbia imagen de un mundo extraviado, contra el que algunos poetas se atrevieron (y siguen atreviéndose aún) a alzar el látigo de su voz liberadora.

Noticia: Jesús Hilario Tundidor, Premio Castilla y León de las Letras

El periódico ABC en su edición local en Castilla y León ha publicado la siguiente noticia referente a uno de nuestros autores: Jesús Hilario Tundidor, al haber resultado ganador del Premio Castilla y León de las Letras.

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Jesús Hilario Tundidor (Zamora, 1935) ha obtenido el Premio Castilla y León de las Letras, en su edición correspondiente a 2013. El jurado ha acordado por unanimidad, concederle este galardón por «su amplia, cabal y profunda manera de entender el sentir poético; por la hondura y el simbolismo de una poesía que deconstruye y reconstruye la realidad de su mundo y del mundo; por la universalidad de su temática y por los valores incuestionables de una obra que, traducida a numerosos idiomas, bebe en las fuentes de la mejor tradición poética». Además, el jurado ha señalado a Hilario Tundidor como exponente del magnífico caudal literario de una Comunidad que ha hecho de las letras identidad y esencia, informa Ical.

El jurado del Premio Castilla y León de las Letras estuvo compuesto por Elena Santiago, Premio Castilla y León de Las Letras 2002; Luciano González, Premio Castilla y León de Letras 2004; Nicolás Miñambres, catedrático de Literatura; Antonio Piedra, director de la Fundación Jorge Guillén; Carlos Aganzo, director de El Norte de Castilla; Jesús Fonseca, director de La Razón Castilla y León, y Fernando Conde, como secretario del jurado.

Los galardonados hasta el momento con el Premio Castilla y León de las Letras son:, Miguel Delibes, en 1984; Antonio Gamoneda, en 1985; Claudio Rodríguez, en 1986; Julián Marías, en 1987; José Jiménez Lozano, 1988; Francisco Pino, en 1989; Rosa Chacel, en 1990; Carmen Martín Gaite, en 1991; José María Valverde, en 1992; Emilio Alarcos, en 1993; Victoriano Crémer, en 1994; Gonzalo Torrente Ballester, en 1995; Francisco Rodríguez Adrados, 1996; junto a Gonzalo Santonja, en 1997; Antonio Colinas, en 1998; Antonio Pereira, en 1999 ; Luis Mateo Díez, en 2000; Eugenio de Nora, en 2001; Elena Santiago, en 2002; y Josefina Aldecoa, en 2003. La lista la completan Luciano González Egido, en 2004; José Ángel González Sainz, en 2005; Raúl Guerra Garrido, en 2006; Gustavo Martín Garzo, en 2007; José María Merino, 2008; José Luis Alonso de Santos, en 2009; Andrés Trapiello, en 2010; José María Fernández Nieto, en 2011, y Juan Pedro Aparicio, en 2012.


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Nuestra más sincera enhorabuena, Tundidor.

Calambur ha editado Un único día, de Tundidor.

jueves, 10 de abril de 2014

Noticia: Concha García y Basilio Sánchez en la revista Turia

El último número de la Revista Turia (109-110) contiene destacados dos poemas de nuestros autores, Concha García y Basilio Sánchez entre sus páginas.

3 POEMAS
Concha García


Antes pasear era una medida
de tiempo y te cruzabas
con edificios o parejas
en tríos, no había
avalanchas de gente
que parece feliz
a toda hora.

¿Regresará algo
de lo que perdimos?
Se mueven las hojas
el aire me obliga
a pensar que soy parte.

No querer cambiar
el plano de la casa
cada ángulo estaba
dibujado sobre su propia
sombra. Por eso
amar no es contenido
ni razón, ni proyecto,
ni recuerdo.


SEMILLAS PARA PÁJAROS 
[Fragmentos]
Basilio Sánchez 

Después de varias horas escribiendo, uno sale a la calle como si abandonase una caverna: con las manos manchadas, deslumbrado, frotándose los ojos en la luz primitiva.


*** 

La poesía es un mensaje en la pared de una gruta, una nota a propósito para los que se pierden en la noche, para los que no tienen un lugar como propio. A solas, casi a oscuras, rodeados de pinturas rupestres, miramos a lo alto, medimos nuestras fuerzas con los constructores de catedrales. 

*** 

El hombre es una marca dibujada con sangre en el dintel del universo. Con los ojos acostumbrados a la oscuridad, lo que nos sorprende de la noche es el relámpago, esa línea quebrada que une en algún momento de la vida la imagen con el ojo, lo visible con el centro expectante del poema.




Concha García ha publicado con Calambur El día anterior al momento de quererle.
Basilio Sánchez ha publicado con Calambur Los bosques de la mirada.

miércoles, 9 de abril de 2014

Reseña: Pobreza, de Víktor Gómez, en la Revista Quimera

Compromiso y creatividad
Por Agustín Calvo Galán
Revista Quimera, marzo de 2014, Nº 364


Se va imponiendo, lentamente, una renovación no solo estética sino también ética en el panorama poético nacional. Una parte de dicha renovación viene desde abajo, desde una poesía honesta y de base, en contraposición a una poesía encumbrada y esclerotizada, que basa su pervivencia en el nepotismo institucionalizado. El poeta Víktor Gómez, conocido por su activismo divulgador, nos propone en su libro Pobreza, recientemente aparecido, una regeneración creativa muy estimulante.

Las dos secciones que componen el libro tienen títulos nominativos, o mejor dicho, una parte, la primera y más extensa, no tiene nombre («Aun sin nombre» es su título) y la otra lleva el nombre de una persona: «Jana». «Aun sin nombre» es la posibilidad, sin definiciones; es el largo recorrido existencial que ha llevado al poeta hasta el despojamiento de todo convencionalismo literario y, también, hasta la creación de un discurso poético de raíz social, adoptando la estrategia del esfuerzo y la reflexión, que convierte Pobreza, frente al pensamiento único impuesto actualmente, en una propuesta diferente para decir y transformar la realidad. Así, el poeta puede preguntarse «¿Qué pobreza es esta que ni sabe afuera de la página qué nombre tiene lo posible?» (pág. 15), donde «afuera de la página» ha sido legiblemente tachado.

La segunda parte, «Jana», se escribe en un momento determinado: de madrugada en madrugada, y comienza con un «Ahora» que nos lleva a un presente en la plenitud del amor que es, a su vez, la única eternidad posible, así como a la asunción del error como una forma de acción, descrita de una forma muy gráfica en el verso «he cerrado los ojos y secriob a tnientas» (pág. 105).

Pero el verdadero interrogante que plantea una escritura en libertad, sin nombre aún, sin el dress code que los necios aconsejan para entrar en poesía, se plantea en este libro como búsqueda capaz de superar una realidad social y cultural cada vez más alienante. Asimismo, Pobreza no solo cuestiona los convencionalismos de la comunicación –o, tal vez, de la incomunicación-, sino que pugna también por reorientar las prioridades vitales y culturas del propio poeta hacia un renacido compromiso humanista; y, como no podía ser de otra manera, manifiesta la necesidad de rescatar, desde la creatividad, las palabras alguna vez dichas con buenas intenciones pero que, a menudo, han sido desvalorizadas con estereotipos ingenuos o evidentes.

Por tanto, Pobreza es un libro para la rebelión personal y colectiva, pues Víktor Gómez asalta las palabras en la placidez de su significado y las enfrenta a la paz violenta del lenguaje monocorde del mercantilismo; entre otras cosas, gracias a la intensidad lírica de su discurso hiriente y bello, «si no sangra / el poema / se pudre» (pág. 14), que busca lectores comprometidos, capaces de adentrarse en las debilidades autodestructivas de un sistema imperante que se sirve del lenguaje y la simbología para que todo lo feo y desagradable se pueda maquillar impunemente, pues se ha conseguido convertir a al estética en la definición de la ética. Es así como este libro explora y propone la posibilidad de reconvertir la ética en la mejor estética inadmisible; desenmascarando, por añadidura, las contradicciones ideológicas impuestas por una poesía acomodada en el desprestigio de los premios y la indiferencia social.

Por otro lado, los poemas de Pobreza están escritos desde la dificultad, desde la construcción de contrarios y negaciones, en los que las dobleces de la realidad se cuelan como cuñas, no entre paréntesis o entre comas, sino directamente en el interior de las frases, haciendo que cohabiten palabras de campos semánticos diferentes para crear nuevas e inesperadas relaciones, nexos sorprendentes e ideas aun desconocidas, aun sin nombre. Además, ahondando en una experimentación que le conecta con autores de culto como Juan Eduardo Cirlot, el poeta explora una sintaxis llevada al límite, al filo de lo comprensible, usando fórmulas innovadoras y apelando siempre a la inteligencia del lector, pues es consciente de que la aprehensión de la densidad de significados que propone va unida, de manera inextricable, a las aportaciones de cada lectura.

Al fin, Víktor Gómez crea su poesía desde el cuestionamiento de la obra individual y desde la apropiación de las palabras de otros autores; de esta manera las citas se van intercalando en el transcurso del libro y no es hasta el final del mismo cuando se nos dan las oportunas referencias. Por tanto, Pobreza es una obra fértil y compleja, llena de hallazgos y, en cierta forma, se nos propone como obra felizmente colectiva.

lunes, 7 de abril de 2014

Reseña: Carta Blanca, de Rafael Saravia, en la revista Quimera

Conocimiento y resistencia
Por Agustín Calvo Galán
Revista Quimera, Número 365, Abril 2014


La poesía es una manera de estar en el mundo. Pero, también es una manera de entender libremente el mundo, y más que de entenderlo de aprehenderlo, de captar un instante, una brizna, un umbral, una rasgadura: arrancar un hilo del velo de Maya e ir estirando de él, destapar la realidad que, a continuación, deberemos velar de nuevo con una nueva vestidura, a la manera de Penélope, pues mientras esperamos a nuestro Ulises, tejemos y destejemos, velamos y desvelamos, escribimos e hilvanamos una manera de encajar en el mundo o de que el mundo encaje en nosotros, a la espera de la única resolución que la vida nos depara.

Y mientras tanto, todo transcurre, como bien sabe el poeta leonés Rafael Saravia, que en su cuarto libro, Carta blanca, se da la libertad de ser y escribir, y nos presenta un buen puñado de poemas dispuestos a no permitir que la espera sea tediosa. El libro se forma asimismo gracias a un lenguaje accesible y una sencillez consecuente. De esta manera, Saravia inicia Carta blanca con una sección titulada “Solo”. Es cierto, se ha dicho de diferentes maneras, que la soledad, desde la cuna hasta la tumba, es la única tarea en la que todo ser humano se enfrenta a sí mismo y a su existencia. Y la escritura, de nuevo, es también la posibilidad de aceptar la soledad y hacerla llevadera. Sin embargo el poeta no se enfrenta a ella de forma individual, y ahonda en un sentido natural y universal de la vida: La genética nos conduce al hombre que conversaba con la tierra que se acumula en sus uñas (…) (Pág. 13), puesto que de la tierra han surgido todos los seres vivos que han existido y existen, conversar con la tierra, labrar la tierra, escarbar la tierra y que la tierra se acumule entre las uñas y la carne de los dedos, es otra manera de decir que nuestra existencia está unida, por una línea no evidente, al suelo que pisamos y a todos los seres que han surgido de él, al planeta mismo. De esta manera podemos entender como Saravia nos hace adentrarnos en un renovado paganismo. No en vano el cristianismo amalgamó una serie de creencias bajo esa denominación, como anteriores, erróneas y contrarias a las enseñanzas de Jesús. Pero, no debemos olvidar que la palabra paganismo viene del latín pagus, aldea, de donde han derivado numerosas palabras tales como país, o payés (pagès en catalán), que nos remiten a una religión telúrica, agrícola, natural, ligada a las pequeñas comunidades y al contacto genuino con la naturaleza y con una conciencia genuina del mundo. Así, en La posibilidad de no plantar nostalgia/ y ser positivamente semilla (pág. 33), el poeta no mira hacia atrás, cuando busca en sus raíces genéticas y culturales, para reivindicar tiempos pasados o ecologismos trasnochados, sino para adentrarse en la incertidumbre de vivir desde el germen de la creatividad.

En la segunda parte, titulada “Hasta que llegue diciembre”, la situación de temporalidad, de transición, desde el nacimiento hasta la muerte, que nos anunciaba en la primera parte de libro, con la predisposición a un entendimiento natural de la existencia, se presenta aquí en toda su intensidad, pero no desde la soledad, sino desde el compartir con otra persona el transcurso de la vida. Seguimos intentando sernos (pág. 42) porque en este apartado el poeta escribe o se describe en segunda persona del plural, en un somos que es la unión de dos personas, que es el intento de dos personas por ser, por convivir, por compartirse, por –en definitiva– amarse. En este trayecto, la pluralidad convierte el nosotros en una entidad única pero divisible, en un yo poético que se desdobla, que se une y desune y se reinventa a cada paso. No sin obviar las dificultades que todo unión conlleva y que el poeta sabe administrar desde, precisamente, la temporalidad: En diferido siempre nos entendimos mejor (pág. 51).

En la última parte, también llamada “Carta blanca”, Saravia elabora tres poemas largos, que incluyen un pequeño homenaje o guiño a Antonio Gamoneda, admirado poeta que él tan estupendamente conoce, en los que la conciencia personal se une a la conciencia colectiva y desemboca, después de haber pasado por el singular (soledad) y por el dual (pareja), en un plural donde suma varias épocas y diferentes situaciones vividas en nuestro país para retratar a la perfección la rabia y la desesperanza, la crisis moral que nuestra sociedad está sufriendo actualmente.

Y mientras tanto, Rafael Saravia administra aquí su poesía para crear y estar en el mundo. Desde esa perspectiva, Carta blanca es rito de libertad, pero sobre todo de conocimiento, resistencia y lucha.

viernes, 4 de abril de 2014

Novedad: La poesía ha caído en desgracia, de Juan Carlos Mestre

La poesía ha caído en desgracia
Juan Carlos Mestre
Calambur Poesía, 142. 160 p. 14 x 22,5 cm.
ISBN: 978-84-8359-259-5
PVP: 14

En 1992, La poesía ha caído en desgracia abrió rumbos insospechados en la trayectoria poética de Juan Carlos Mestre. Una larga residencia en tierras chilenas lo había sumergido en un espacio (la ciudad de Concepción) que se sobrepondría a su paisaje natal del Bierzo; le había ofrecido, sobre todo, vivencias de una crudeza inolvidable (la dictadura, la solidaridad y la resistencia) y nuevas lecturas (del resplandor de Gonzalo Rojas al mundo ruinoso de Jorge Teillier). «He visto» dice el sujeto visitante de este libro, y lo que ha visto y escribe es un testimonio alucinado, proteico, de los paisajes recorridos: lugares concretos, territorios de la escritura, pero paisajes también del sueño y de la imaginación que se han poblado, enlazándose con imágenes del holocausto europeo, de tortura y muerte, de desapariciones y de duelo, pero también de la esperanza, la férvida utopía de un pueblo sometido. El don secular del poeta visionario revive en estas páginas, izando una palabra desgraciada en su soledad («esta palabra y la sombra de esta palabra han sido pronunciadas ante el vacío, para una multitud que no existe»), pero desafiante en su insistencia en nombrar la belleza y el horror. En 1992, La poesía ha caído en desgracia fue escrito y premiado a contracorriente de la tendencia dominante en la poesía española de la época; en esta nueva edición, dos veces más extensa, Mestre añade un puñado de poemas escritos en Chile —entre ellos los pu­blicados en Las páginas del fuego (1987)—, y otros más recientes, que revisten el tono grave del original, grave con la gravedad elegíaca de una época de sombras, con una carnadura verbal más ágil, más flexible y a ratos humorística en el engarce proliferante y siempre deslumbrante de sus imágenes.
Niall Binns


Juan Carlos Mestre, poeta y artista visual nacido en Villafranca del Bierzo en 1957, es autor de Siete poemas escritos junto a la lluvia (1982); La visita de Safo (1983); Antífona del otoño en el Valle del Bierzo (Premio Adonáis, 1985; reeditado por Calambur en 2003 con un cd en el que el autor recita acompañado por Amancio Prada y otros músicos amigos); Las páginas del fuego (1987); La poesía ha caído en desgracia (Premio Jaime Gil de Biedma, 1992); La tumba de Keats (Premio Jaén de Poesía, 1999, escrito durante su estancia en Roma); El Universo está en la noche (2006, obra singular en la que recrea mitos y leyendas mesoamericanas); La casa roja (2008, Premio Nacio­nal de Poesía 2009); La visita de safo y otros poemas para despedir a Lennon (2011, en el que revisita y amplia su obra de juventud); y La bicicleta del panadero (2012, Premio de la crítica de poesía castellana). Una selección de su poesía fue recogida en Las estrellas para quien las trabaja (2007). Ha editado las antologías poéticas de Rafael Pérez Estrada, La palabra destino (2001) y de Rosamel del Valle, La visión comunicable (2001); y la novela de Enrique Gil y Carrasco, El señor de Bembibre (2004). Como artista visual, ha expuesto su obra gráfica y pictórica en Europa, EE.UU. y América Latina. Fue Mención de Honor en el Premio Nacional de Grabado de la Calcografía Nacional en 1999.
www.juancarlosmestre.com

Juan Carlos Mestre también ha publicado en Calambur:
La bicicleta del panadero, 2012. (Premio de la crítica de poesía castellana 2012). Poesía, 131. 480 p. ISBN: 978-84-8359-238-0. 25,00 €
La visita de Safo y otros poemas para despedir a Lennon, 2011. Poesía, 127. 128 p. ISBN: 978-84-8359-219-9. 13,00 €
La casa roja, 2010. (Premio Nacional de Poesía 2009). Poesía, 85. 168 p. ISBN: 978-84-8359-035-5. 15,00 €
Antífona del otoño en el Valle del Bierzo, 2003. Poesía, 38. 80 p. ISBN: 84-88015-92-1. 18,00 €. Incluye CD.