Pablo D'Ors
ABC Cultural, 30/06/2012
Hadas, duendes,
sirenas y otros seres fabulosos pueblan estos cuentos que Duncan Williamson
rescató de la tradición oral de los hojalateros escoceses.
Hace algunos años trabajé como editor de libros de texto de
religión en el grupo SM, cargo para el que me avalaban, según dijeron, mis seis
años de experiencia pedagógica en colegios e institutos de la periferia de
Madrid y mi doctorado en Teología.
En vano intenté entonces hacer comprender a mis compañeros
de trabajo que los cuentos deben ahorrarse todo afán moralista, puesto que toda
narración posee en sí misma la necesaria potencia educativa, es decir, la
capacidad para configurar el imaginario del lector y, en consecuencia, influir
en su comportamiento. Si entonces hubiera tenido en mis manos estas historias
de hojalateros escoceses que ahora edita Calambur, creo que mis colegas
editores me habrían entendido mejor.
Gusto por la trama
Estos cuentos, cuyos orígenes hindúes, celtas o gitanos son
discutidos, configuran un conjunto admirable que no dudo en recomendar, en
especial a los padres de familia que no quieran limitarse a enchufar a sus
hijos antes una pantalla, sino que pretendan alimentar sus almas, pues esta es
la misión de la literatura, infantil o no.
Su lectura les proporcionará un placer que la alta
literatura –llamémosla así, como hacen los alemanes y los franceses– ha
olvidado: el gusto por la trama o el argumento. Aquí, como en los cuentos
tradicionales para niños –estoy pensando en los de Perrault y en los de los
hermanos Grimm–, el estilo no oculta el acontecimiento, el personaje o el
escenario, sino que está humildemente a su servicio.
La muerte en una nuez
He leído este corpus de leyendas orales, presentada por
primera vez en español, como los habría leído el niño que fui, y eso es
maravilloso. Mejor aún: los he leído gracias al niño que todavía hay en mí, y
eso es más maravilloso aún. Son cuentos que sirven para despertar de su letargo
al niño que sigue subsistiendo en nosotros.
Los animales hablan, los seres fabulosos existen, los
bosques están poblados de duendecillos invisibles, la justicia narrativa se
instaura allá donde no ha habido justicia social o biográfica... La
clasificación en cuentos de animales y del diablo, y leyendas de sirenas, broonies y silkies resulta útil.
Era necesario este homenaje a ese excelente depositario de
tradiciones que fue Duncan Williamson (1928-2007), quien pasó su vida
recopilándolas, escribiéndolas y relatándolas de pueblo en pueblo. La lección
que la literatura oral presta a la otra literatura, la escrita, sigue siendo
importante. Y la fantasía –y esto es para mí lo capital– encuentra una fuente
de la que beber para continuar ensanchándose y posibilitar una vida más humana.
Recomendaría de modo especial los titulados «El señor y la
grulla», «La muerte en una nuez» y «El leñador y el diablo»: historias
imborrables que, una vez leídas, yo mismo he vuelto a contar a un pequeño
auditorio con mis palabras.
Para terminar diré que este volumen tiene la que para mí es
la principal cualidad que debe poseer un libro: las ganas de conservarlo y
releerlo de principio a fin. Para niños o no, no es fácil encontrar historias
tan universales como las que conforman esta hermosa colección.
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