miércoles, 27 de abril de 2011

John Ashbery, entre los recomendados por El Cultural para este Día y Noche de los Libros

A. SÁENZ DE ZAITEGUI
- El juramento de la pista de frontón, de John Ashbery (Calambur). Una de las obras maestras de la literatura del siglo XX, de la mano de una leyenda viva de la poesía norteamericana contemporánea, en una completísima edición a cargo de Julio Mas Alcaraz. Un clásico inagotable, pura energía.


Entrevista con Juan Carlos Mestre

DE CUANDO LA POESÍA ES MEMORIA

Por NATALIA RUIZ-POVEDA VERA
“La posibilidad permanente de la poesía y del arte es convertir la actividad creativa en una aliada a la abolición de lo injusto”.

Con motivo de su reciente exposición en la galería madrileña Brita Prinz, el Premio Nacional de Poesía, pintor, escritor y músico berciano Juan Carlos Mestre me recibe en su peculiar y encantadora casa en el centro de Madrid.

1.- Su poesía ha sido definida como “la poesía de lo real”. ¿Qué es para usted la poesía?

¿Quién ha definido mi poesía como la poesía de lo real? Creo que todas las definiciones en torno a la poesía están avocadas al fracaso. Supongo que toda poesía es un estado indefinible de conciencia. Seguramente la poesía sería la conciencia de algo de lo que no podríamos tener conciencia de ninguna otra manera. Pero no, la poesía es una formulación inédita que procede de un cúmulo de principios de causalidad que a su vez son también de casualidad. Es un azar cuántico muy próximo a la teoría del continuo fluir de las partículas subatómicas de la materia, lo que llamamos en términos científicos “física cuántica”, aunque la poesía actúa sobre la materia del lenguaje. La poesía tiene en cuenta infinidad de cosas. Lo mágico, los mitos, las supersticiones, la historia de las religiones, lo sagrado, las grandes civilizaciones, los grandes anhelos, los sentimientos de cualquier tipo, la felicidad, la angustia. Está en la historia de las epopeyas y de las épicas. Es un sedimento invisible, el encargo de la poesía es un encargo intrínseco a las palabras, del mismo modo que las partículas integran una materia, el lenguaje es portador también de un grado de conocimiento, algo desconocido para nosotros, pero que la poesía indaga permanentemente, recordando a nuestra conciencia cuál es el encargo que tiene la palabra, y recordando los significados de éstas para existir.
Cuando el autoritarismo cambia el lenguaje, intenta cambiar su significado a través de la herramienta de la publicidad, y ahí aparece el proyecto del poeta, cuya misión es recordarnos que las palabras están hechas para construir la verdad. Y que las palabras son portadoras de un valor estético, es decir, un valor ético. Las palabras trabajan la memoria, que no es más que la gran aspiración de los seres humanos: la dignidad. La dignidad como una intermediación con lo sagrado, sea lo que sea para cada uno de nosotros.
¿Poesía de lo real? ¿Qué es lo real? ¿Lo visible? ¿Pertenece el mundo invisible a la categoría de lo real? ¿Es lo real lo percibido por los sentidos, o por la imaginación? ¿Qué es más real, un caballo o un unicornio? Porque la resurrección, el Apocalipsis o el unicornio, no son más que resultados de la imaginación humana, y por tanto también forman parte de lo real.

Por ello artículos, mitos, sueños, cuentos, forman parte de las partículas de la conciencia, del sedimento común que para mí es la poesía, que no es otra cosa que una manera de estar en el mundo, como para otros puedan ser las matemáticas o las ciencias puras.

2.- En su poesía y su obra existe un interés importante por recuperar lo primigenio y lo ancestral. ¿Dónde nace este objetivo? ¿Cuál es la importancia de la memoria?

A mí me interesa mucho lo primitivo como estado primigenio de conciencia en la búsqueda de una vieja categoría que, a falta de una mejor definición, seguiría llamando belleza. Antonio Gamoneda escribió un verso que yo leí cuando tenía aproximadamente trece años, “la belleza no es un lugar donde van a parar los cobardes”. Yo creo que en los tiempos que corren, la reivindicación de la belleza como una categoría estética y por tanto como una conducta de comportamiento ante las formas, impone una categoría ética.
Cuando me refiero a la conducta no me estoy refiriendo a la ejemplaridad, sino a esa opción que cualquier persona puede hacer cuando tiene en consideración que los seres humanos son responsables unos de otros. Que la naturaleza no está ahí para ser explotada a nuestro antojo, sino para permitir la supervivencia y hacernos asumir la responsabilidad de su uso, y para hacernos asumir nuestra condición de huéspedes en el planeta. Creo que hay que asumir que el ser humano no es el centro del universo, sino que es parte de una red de equilibrios, pero sí que se nos ha dado la capacidad de la reflexión y del análisis, por lo que somos capaces de tener conducta. Desde los orígenes remotos de la humanidad, frente a los lenguajes de fuerza, la jerarquización de las clases, las guerras, la aristocracia de los poderosos, una parte de lenguaje ha optado por la búsqueda de la belleza, ha habido una aristocracia de la belleza, de la palabra y de la comunicación. Así nace el despertar de las actitudes contemplativas, y la creación de un lenguaje no humillante, puesto que los textos oficiales son textos de humillación, de imposición y de orden.
Creo que mi pasión por lo ancestral guarda relación con ese mito tribal de que el tabú se convierte en tótem. Y donde el respeto por la perduración de la memoria hace que alguien grabe un caballo sobre una lápida bajo la cual yace el caballero, o un perro que sigue ladrando su dolor al amo ausente. La aparición de estos signos en la historia de la cultura viene a representar actos de delicadeza frente a los actos de fuerza. Por eso hay que recordar estos signos de belleza en la historia, y considero necesario hacerlo. Creo que la vida a través de la poesía venga las ofensas de los hombres con el encargo de seguir recordándolos, porque el lenguaje es portador de memoria. Memoria de utopías, y memoria de ideas que de otro modo se perderían.

3.- Se habla de que su poesía es una “poesía de lo perdurable” o “de lo esencial”. Parece ser una búsqueda del orden dentro del caos. ¿Es esta destilación la labor de la poesía?

Pues no es ni perdurable, ni esencial. Perdurable es el idioma, pero lo que uno escribe es fruto y consecuencia de lo que antes escribieron otros. No creo para nada en el don, en la cualidad del poeta como un ser ajeno a un sistema dialéctico de referencias, proximidades, hurtos, apropiaciones, diálogos, lejanías… todo lo que se ha hecho antes es el repertorio a través del que podemos seguir articulando nuestras palabras, que no son más perdurables que lo que sea el pensamiento que nos precede y el pensamiento que nos subsigue. No es más que un pequeño peldaño en la escalera invisible.

Sobre lo esencial… creo que lo único esencial es el aire como principio de vida y único reparto democrático. No sé qué más puede ser esencial. Y este aire es el mismo aire que fue respirado por otros, y el mismo que compartiremos con el de aquellos que todavía no han nacido. Lo único esencial es que somos huéspedes permanentes del aire, y hay una responsabilidad también con el aire, con la transparencia de lo real.

- ¿Busca Juan Carlos Mestre un orden a través de su poesía?

No sé si se trata de la búsqueda de un orden, sino más bien el sacar algo en claro a través de lo múltiple, porque creo que los discursos del orden son falsos por naturaleza. En contra de lo que se piensa, la poesía es desorden porque es desobediencia, como el arte es también desorden. Y lo es porque no es más que la prolongación de la propia realidad del mundo, y la realidad del mundo no está regida por un discurso de orden, a pesar de lo que se haya pensado en un pasado. Más bien yo diría que el caos y el desorden es el estado natural de los sentidos y del universo, y que sólo la aparente imitación del orden es lo que estructura algunos pensamientos que asimila el poder. Es el poder quien tiene esta maniática obsesión de ordenar las cosas. Y no, el ser humano es un ser en permanente y afortunado desorden.
La imaginación es desorden del actual estado de cosas, es el cuestionamiento de lo conocido, y es lo único que nos hace continuar dando pasos. Creo que es eso lo que ha hecho el arte y la literatura desde siempre, desordenar la vida, desordenar el curso de lo previsible. Y esa es la posibilidad permanente de la poesía y del arte. Convertir la actividad creativa en una aliada a la abolición de lo injusto.

4.- ¿Cuál es el compromiso poético de Juan Carlos Mestre?

No asumo ningún compromiso con los discursos de desorden. No creo que mi poesía ni que nada de lo que yo haga tenga ningún tipo de compromiso mayor a la propia actividad que realizo. Creo que el arte, y la poesía son un compromiso en sí mismo al que no cabe añadir otro compromiso. Creo que la cualidad del artista, o del poeta, es el compromiso que tiene con el poema, con el lenguaje. No se trata de un compromiso ideológico ni de un compromiso político, sino que, pensando, como ya he dicho, que los seres humanos somos responsables unos de otros, haga lo que haga, mi obra está comprometida con el colectivo. No hay nada que sea ajeno. Mi compromiso es un compromiso que tengo con el lenguaje. Y creo que cuando una sociedad empieza a corromperse en sus estructuras lingüísticas es porque las palabras han dejado de significar aquello para lo que habían sido inventadas desde la necesidad humana, y avanza, irremediablemente, hacia una sociedad autoritaria, hacia el fascismo.
Por ello la decisión está en la conducta del lenguaje, la poesía es un encargo que nadie nos ha hecho, pero que el que lo asume, tiene que responsabilizarse del buen uso del lenguaje que debe utilizar.

5.- ¿La poesía es una evasión, un refugio o un arma?

Yo diría que ninguna de las tres cosas y a la vez las tres cosas. La poesía es para cada uno lo que cada uno crea que es la poesía. A veces pienso que un poeta es un taxista, que lleva a la gente a donde ésta quiere ir a vivir su propia vida. Para algunos es un arma cargada de futuro, para otros un refugio espiritual, o una evasión frente al sufrimiento, o una cura. Para mí, no ha sido ninguna de estas tres cosas, ha sido mi única posibilidad. No he podido elegir, y tampoco he podido definirla. Es la única posibilidad de mi vida, la única manera a través de la que intento estar en el mundo.
Es la única forma de legítima defensa que tiene el ser humano frente a los actos de violación y violencia sistemática de su integridad, que es la integridad del lenguaje. Todo se ha hecho con el lenguaje, y no se le presta ninguna atención, es el arma más maltratada que ha existido. Por ello creo que la poesía es un acto de legítima defensa del lenguaje frente a su uso utilitario por el mercado, por la sociedad del consumo y por el poder de los capitalismos. Creo que es un proyecto espiritual.


6.- ¿Quiénes han inspirado su obra literaria? ¿Y su obra plástica? Es usted un artista polifacético. ¿Existen varios Juan Carlos Mestre o participan todos de un discurso común?

La verdad es que raro es aquello que no me inspira o que no me diga nada, y del que no salga siendo alguien distinto. A veces existen grados de intensidad, como de la obra de W.Withman, o de Antonio Gamoneda, de Paul Klee, de Marc Chagall o de El Bosco. Sin embargo me habrá pasado más desapercibida alguna otra cosa, pero todos han dejado huellas perdurables en lo que yo hago. Lo importante son los diálogos, no solamente los de grande aceptación, sino también los de grandes rechazos, casi los grandes rechazos son los que más aportan. Agudizan la capacidad de análisis y la conciencia. Creo en el arte como patria, como salvamento para lo que debe perdurar.

Yo trato de hacer las cosas sencillas, buscar lo sencillo en todos los aspectos. El discurso común es el de encontrar un camino independiente al del orden que se nos establece. Pero al mismo tiempo es un discurso que considero resultado de lo múltiple, y en la actualidad no cabe la diferenciación de la vieja escuela, la de las diferentes disciplinas. Intento ejercer mi pensamiento fuera de las formulaciones de los discursos establecidos. Lo que yo hago no tiene identidad ni lo hago desde ningún sujeto de autoridad.

7.- En las artes plásticas, ¿cuáles son sus técnicas favoritas, y por qué?

Las técnicas me generan mucho distanciamiento y algo de rechazo práctico. Por ejemplo, la técnica del grabado es sencilla, pero es más interesante la alteración técnica de la técnica. Tal vez me interese más lo que es menos práctico. Usar el grabado para reproducir una sola pieza. Y a mí la reproducción no es lo que me interesa. Me interesan los lenguajes, no las técnicas.
En literatura tenemos claros que un poeta que tenga técnica puede escribir unos sonetos perfectos pero horribles. La técnica no acredita que el poema sea bueno. Muchas veces lo interesante es hacer asociaciones no legitimadas por la lógica de la técnica. Crear nuevas posibilidades secretas para el lenguaje.
Las técnicas no dejan de ser lenguajes al servicio de la conciencia creativa. La técnica la dicta la conciencia creativa. No se puede imponer una técnica. Los soportes no deben incomodar la idea.

8.- En su última exposición en la galería Brita Prinz me llamaron la atención sus libros de autor. ¿Qué importancia tiene para usted la creación y difusión de estos libros en el panorama actual?

En esta época en la que parece que el gran desafío digital está poniendo “en peligro”, se dice, al libro tradicional, me gustan las cosas encantadoras, las que pueden seguir provocando sueños, caprichos, amabilidad, y volver a hacer de los libros páginas donde se pueda ser feliz, donde haya un lugar para el calor. Me gusta hacer libros de autor porque estoy convencido de que un libro es el más hermoso de los inventos de la civilización. Creo que el libro nos ha llevado muchísimo más lejos de la rueda.

9.- ¿Qué supuso para usted el Premio Nacional de Poesía? ¿Cuánto supone ser reconocido o ignorado?

Creo que uno de los grandes desafíos que tiene el artista contemporáneo es el de resistirse al autoenorgullecimiento, es casi una obligación, y el gran drama es la vanidad, el creer que los premios otorgan a alguien alguna clase de valor añadido. Con humildad, estas cosas no significan nada. No puedo ocultar mi distanciamiento sobre este tipo de reconocimientos. Los poetas no somos caballos de carrera que compitan por llegar a la meta antes que otros. El único premio del poeta es encontrar un cómplice, otro creador como él que observe la obra, que la disfrute y que crea que es algo útil y necesario.
Ser reconocido e ignorado supone exactamente lo mismo. Para alguien que dedica su vida a trabajar con el arte y con el lenguaje, ofrece una dificultad el ser ignorado, pero también el silencio y la tranquilidad de quien han apostado por lo que ha sido la única posibilidad en su vida. Y ser reconocido… ¿por quién? Eso es importantísimo, porque hay gente por la que uno no quisiera ser reconocido. Y la gente por la que quisiera uno ser reconocido es por los iguales, por los que han caminado juntos y han compartido sueños comunes.

10.- ¿Qué consejo les daría a los escritores y artistas que comienzan?

Creo que el mismo que me darían ellos a mí: “Ni se te ocurra darme ningún consejo”.

martes, 26 de abril de 2011

lunes, 25 de abril de 2011

Reseña de 28010, de Marta Agudo

Una conciencia interrogante


Por José Luis Morante

El efecto visual de esta llamativa cubierta de Jesús Torné es sugerente e inmediato. También el título, 28010, tiene una fuerte carga simbólica; acota un código postal madrileño, un cúmulo de calles en los alrededores de la plaza de Olavide que configura el espacio existencial donde se ubica el domicilio particular. La casa propia es centro, luz y abrigo; el ámbito de reposo y concordia que refuerza lo individual. Tras esas coordenadas habitables, en las afueras, discurre el acontecer de la vida común; se gesta el núcleo relacional del devenir.
El entramado discursivo de 28010 diseña una estructura cerrada y homogénea; esta segunda entrega de la escritora está formada por cuatro secciones, cada una de las cuales agrupa once textos breves que condensan imágenes y sensaciones.
Desde el arranque de “Fonética”, primer tramo de 28010, Marta Agudo (Madrid, 1971) opta por la capacidad expresiva y cognitiva del poema en prosa, a partir de un discurso personalizado: “Me llamo Marta. Me llaman Marta…”. La autonominación sugiere un fuerte componente biográfico, los hitos del viaje vivencial de un yo desdoblado, un registro subjetivo de experiencias directas a base de secuencias enumerativas. Pero la palabra sortea lo contingente, la anécdota se diluye y sólo escuchamos la fluida cadencia de un monólogo en torno a la identidad que busca una expresión singularizada: “Habré de callarme para recomenzar, frotarme las manos para que desaparezcan las huellas dactilares y, en la explanada abierta de la palma, poder sembrar las vocales de un lenguaje propio”.
En el segundo apartado, “Sintaxis” se cobija la reflexión sobre el vínculo social. La herencia recibida condiciona el tránsito diario, ese estado de tensión continua que aglutina entidades para formar una realidad de individualidades entretejidas. De esa combinatoria de elementos sociales emanan percepciones afectivas diferenciadas, ritmos vitales dispares que crean soledad y desconcierto.
“Geografía” nomina el espacio; las coordenadas de un mapa personal donde el sujeto percibe presencias y ausencias en el callejero cotidiano. El trazado urbano funciona como un laberinto en el que el yo supera su endogamia y aprende a orientarse.
En el cierre, “Secuencias” es el devenir temporal un continuo rumor de fondo en el que se desdibuja el presente y el legado de la memoria: “Soy una mujer y avanzo por una calle de niebla, y si resisto es sólo por constancia, por la certidumbre de lo dislocado…”. Todo es tránsito, las certezas, los otros, el contorno mudable de los encuentros que multiplica similitudes y diferencias, los sonidos que nombran.
Complejo en su sentido, el quehacer poético de Marta Agudo opta por el formato reducido. La densa brevedad de los fragmentos que integran 28010 muestra la potencia evocativa del lenguaje, el íntimo deambular de una conciencia interrogante.


Lectura poética de Guadalupe Grande. Jueves 28 de abril, 20 h., en el Centro de Arte Moderno (Madrid)

Jueves 28 de abril a las 20 h.
Lectura de Guadalupe Grande

Guadalupe Grande, Premio Rafael Alberti de Poesía y becaria Valle-Inclán en la Academia de España en Roma, ha efectuado lecturas poéticas en Bogotá, Argelia, Roma, Medellín, Cracovia. Traductora, crítica literaria y ensayista, coordina el aula poética de la Universidad Popular José Hierro. Leerá poemas de Mapas de cera (La Torre degli Arabeschi, 2009).

Centro de Arte Moderno
c/ Galileo, 52
28015 Madrid
Quevedo, Argüelles-Moncloa, Islas Filipinas

TEL: 34-914298363
www.centrodeartemoderno.net

martes, 19 de abril de 2011

Reseña de Un único día, de Jesús Hilario Tundidor, en la revista El Ciervo

Revista El Ciervo, n.º 721, abril de 2011

Por José Corredor-Matheos

Un único día recoge la poesía completa de Jesús Hilario Tundidor, con excepciones que hace notar: buena parte de su primer libro, Río oscuro (1960), y los títulos Mausoleo (1989) y Fue (1997), que "formarán, seguramente, una trilogía integrada por ellos y un tercero, aún por concluir". El conjunto produce la sensación de que se han respetado el espíritu y la letra con que fue escrito, y, con ellos, los distintos momentos psíquicos y circunstanciales correspondientes. No ha rehecho los libros anteriores, ni ha reescrito poemas, aunque —nos dice— ha trabajado de nuevo algunos de ellos en aquellas partes "que estimé precisas". Un único día está conformado por dos volúmenes. Es el primero de ellos, subtitulado Borracho en los propileos, se incluye lo publicado entre 1960 y 1978, y en el segundo, Repaso de un tiempo inmóvil, el periodo 1980-2008.

La poesía de Jesús Hilario Tundidor ha pasado, en las distintas etapas de su evolución, primero por un predominio del sentimiento existencial, propia de los años sesenta, una siguiente etapa, que diría intermedia, en la que el lenguaje cobra un peso especial, por la acumulación de elementos expresivos, tocada en ocasiones de notas surrealistas, para culminar, en su plena madurez, con una manera muy personal, donde el lenguaje, lavado de toda ganga, está al servicio, o por mejor decir, se identifica, con la intuición poética.

Tanto en un nivel profundo de significación como en aspectos puramente formales, se ha mantenido siempre independiente ante todo aquello que pudiera coartar la propia visión del mundo y su expresión artística, de difícil sencillez. "Conmemoro —leemos— el antiguo esplendor de la sencillez". La naturaleza, la vida cotidiana, el amor, la memoria de un tiempo pasado que es sobre todo presente, la sensación del tiempo que pasa y se detiene para el poeta el poema, son sentidos con el recogimiento de quien sabe que la realidad es siempre interior, y que la oscuridad y la luz son los dos rostros con que se nos presenta.

La penetrante visión, de transparente lenguaje, hace notar que los dos últimos libros recogidos en Un único día constituyen "un acertado resumen de los elementos que, libro a libro, se han ido acumulando en el acerbo poético del escritor". Lo que supone, al tiempo que una progresión en el desarrollo de la creatividad, una labor de depuración tanto interior como del lenguaje utilizado.

En nuestro panorama poético, tan rico y frondoso como confuso, la figura y la obra de Jesús Hilario Tundidor destacan por su integridad y un trabajo tan callado y discreto como rico en sus resultados. Un único día confirma la hondura y altura alcanzadas, y el reconocimiento que merecen.

"Obras
sobre lo inmóvil de la vida, buscas
inasequible de eternidad.
Te permaneces. ¿Cómo
sujetar el efímero
valor de los instantes? ¿Dónde
el trofeo del sueño?
Eres culpable y eres
delito y juez, vive
el escaso torpor de la evidencia:
lo ahora, lo que pasa. No juzgues.
Omítete se libre.
Todo es como ese viento
de arena junto al mar, en los pinos.

(vol. II, p. 337).

viernes, 15 de abril de 2011

Reseña de 28010, de Marta Agudo, por Miguel Ángel Lama

De 28010 a 10003 y de 10003 a 28010

Por Miguel Ángel Lama

He recibido de su autora, Marta Agudo, a quien conozco y aprecio desde hace años —con nuestros escasos encuentros— este libro que Calambur Editorial acaba de publicar en su colección de poesía: 28010. Su colofón es de veintiuno de marzo de 2011 y cuesta poco describir algunos de sus otros signos más externos. El título es 28010, que puede ser dicho de dos maneras principales: veintiocho cero diez o veintiocho mil diez. Prefiero la primera, que es como suelo cantar los códigos postales de Madrid; no así los de Cáceres, como el mío, que siempre digo diez mil tres. Porque el título del libro de Marta Agudo remite al número de una coordenada postal, a la numeración correspondiente de una planimetría urbana; que por eso la cubierta va ilustrada con una obra de Jesús Torné titulada Urban Pattern, otra de las marcas externas destacables. 28010 está compuesto por textos en prosa, poemas en prosa. No en vano Marta Agudo es la autora de una tesis sobre el poema en prosa en España y de una antología, junto a Carlos Jiménez Arribas, de esta forma poética entre 1990 y 2005 (Barcelona, DVD, 2005). Cuatro secciones organizan el contenido (Fonética, Sintaxis, Geografía, Secuencia), y cada una de ellas está conformada por igual número de poemas: once. Ya lo he dicho casi todo. Se trata de un discurso muy introspectivo que desde el principio —"Me llamo Marta"— pone de manifiesto un cierto valor terapéutico y de grupo de la escritura, que permite deletrear el nombre pronunciado, su fonética, recomponer la sintaxis del yo con sus restantes, identificar con un número un espacio para atenuar la angustia: veintiocho cero diez. Intentar, en suma, poner orden a cierta dislocación. Un proceso que Marta Agudo resume y reúne en el primer poema de la última sección, la más inquietante y abierta: "Pronuncio mi nombre: fonética, sintaxis, geografía, pero todo se altera". La secuenciafinal —quiero comprenderlo así— abre el libro desde el yo más ensimismado, con su santo y seña, a los otros del mundo, a una nueva realidad a través de un lenguaje nuevo, de una nueva construcción que permita sobrellevar una nueva jornada. Sugerente libro cuya brevedad deja el tono sombrío de un final prorrogable. Gracias.

jueves, 14 de abril de 2011

Novedades Calambur Poesía: 28010, de Marta Agudo, y Futuralgia (Poesía 1979-2000), de Jorge Riechmann


Marta Agudo
28010
Calambur Poesía, 120
ISBN: 9788483592151
72 págs. 2011
PVP: 10 €

Si en Fragmento, su primer libro, Marta Agudo se valía de un tú despersonalizador para metaforizar el vínculo con el lenguaje, las servidumbres del cuerpo y el dolor de la conciencia, en 28010 el yo se adueña del discurso desde la cita inaugural. Sumido en «la mañana más blanca del mundo», en el cero arrasador, el yo responde al desafío de una realidad que le exige actuar. Pero no podrá hacerlo sin unas coor­denadas a las que asirse: una fonética (idioma o lengua), una sintaxis (las relaciones sociales), una geografía (un lugar en el que poder reconocerse) y una secuencia (el tiempo). La autora se adentra de este modo en un proceso de reescritura personal con el propósito de crear la «ficción» de sí misma, de concebir un sujeto en el que reconocerse.

Marta Agudo Ramírez (Madrid, 1971) es licenciada y doctora en Filología Hispánica. Ha publicado el libro de poemas Fragmento (Celya, 2004). Coeditora de la antología Campo abierto. Antología del poema en prosa en España (1990-2005) (DVD, 2005), ha coordinado con Jordi Doce el volumen Pájaros raíces. En torno a José Ángel Valente (Abada, 2010). Imparte clases de poesía en Hotel Kafka y es miembro del consejo de redacción de la revista Nayagua. Entre 2004 y 2008 dirigió la colección de poesía y pintura «El Lotófago» de la Galería Luis Burgos.

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Jorge Riechmann
Futuralgia (Poesía 1979-2000)
Calambur Poesía, 121
ISBN: 9788483591901
726 págs. 2011
PVP: 38 €

Jorge Riechmann (Madrid, 1962) es poeta, traductor literario, ensayista y profesor universitario de filosofía moral. Además de los poemarios agrupados —por vez primera— en Futuralgia, ha publicado Muro con inscripciones (2000), Desandar lo andado (2001), Poema de uno que pasa (2002), Un zumbido cercano (2003), Ahí te quiero ver (2005), Poesía desabrigada (2006), Conversaciones entre alquimistas (2007) y Rengo Wrongo (2008) y Pablo Neruda y una familia de lobos (2010).

Es autor de una treintena de ensayos (en solitario o en colaboración) sobre cuestiones de ecología política y pensamiento ecológico. En los últimos años, ha ido formulando la vertiente ética de su filosofía ecosocialista en una «pentalogía de la autocontención» que componen los volúmenes Un mundo vulnerable, Biomímesis, Gente que no quiere viajar a Marte, La habitación de Pascal y Todos los animales somos hermanos.
Ha dedicado mucha atención crítica y traductora a la poesía de René Char. Una muestra de este trabajo se agrupa en Poesía esencial, que incluye los libros de Char Furor y misterio, Los Matinales y Aromas cazadores (2005).

miércoles, 13 de abril de 2011

Reseña de Los bosques de la mirada (Poesía 1984-2009), de Basilio Sánchez, en Cuadernos del Sur (Diario de Córdoba)

Cuadernos del Sur (Diario de Córdoba), 9 de abril de 2011

Los ángulos del río
Calambur edita la obra completa de Basilio Sánchez

Por Alejandro López Andrada

Como el agua que fluye y se desliza
entre las sombras de un bosque
frondoso camino del silencio,
llevando encima el peso de la luz, es
la poesía de Basilio Sánchez. Toda su
obra lírica es el viaje de un hermoso río
de palabras sustanciosas hacia el centro
sublime de la serenidad. La poesía de este
autor tiene ángulos sublimes (serenidad,
misterio, emoción, ternura...) que la
reconocen y, al mismo tiempo, la distinguen
de la de otros autores de su generación.
No hay muchas voces poéticas tan
firmes como la de este poeta cacereño
dentro de un panorama nacional donde
con tanta frecuencia se confunden, deliberadamente
muchas veces, las verdaderas
voces con los ecos. Más de una vez los
poetas necesarios, como es el caso de Basilio
Sánchez, no son tratados como se
merecen y sus poemarios, de gran altura
lírica, suelen pasar casi desapercibidos,
cubiertos por la hojarasca insoportable
de otros poemarios anémicos y plomizos
que son valorados, no obstante, por la
crítica como obras poéticas de un altísimo
valor.

Nacido en Cáceres en 1958, Basilio Sánchez
comenzó a publicar muy joven,
cuando obtuvo un accésit del Premio
Adonais con su libro A este lado del alba
(1984); sin embargo, fue a raíz de la publicación
de su siguiente título, Los bosques
interiores (1993), cuando en su voz
poética confluyen una serie de cualidades
literarias de un gran calado misterioso
y mágico, donde la seducción de
la palabra se une a la atmósfera limpia
del poema y a una musicalidad suave,
precisa, que aletea y se adentra en el alma
del lector: “Por la tarde, / mientras
la cera arde detrás de las ventanas, /
mientras mueven los labios / sin poder
comprender tanto silencio” (pág. 55).
Todas las cualidades mencionadas se
van adensando y concentrando aún
más en el siguiente poemario de Basilio,
La mirada apacible (1996), libro de
una armonía seductora, dividido en
cinco partes, en el que destacan poemas
inolvidables y fragmentos bellísimos,
de una gran plasticidad: “La luz
bajo los árboles, aún tibia / como el pecho
de un pájaro en el límite / de su
propia existencia” (pág. 119). Luego de
este libro de versos tan armónico, el singularísimo
vate cacereño dio a la luz
uno de sus poemarios más serenos, Al final
de la tarde (1998), donde el lirismo
aún se hace más sagrado, más esencial,
íntimo y gozoso, donde, como bien
apunta el prologuista
de esta obra —Miguel
Ángel Lama— se hacen
más visibles los símbolos
de la poesía de
Basilio como son, sin
duda, la casa, el árbol
y el jardín. A partir de
este libro, el vate cacereño
consolida su voz
madura, misteriosa, y publica de nuevo
otro poemario imprescindible, Al final
de la tarde (1998), en el que destacan
poemas inolvidables como los titulados
La casa junto al río y Jardín contiguo,
donde se repiten las obsesiones líricas,
simbólicas, que identifican tanto su
poesía y a ésta le imprimen su tono singular.

Dos años más tarde, el poeta cacereño
da a la luz uno de sus libros más enjundiosos
y míticos, El cielo de las cosas, una
especie de itinerario emocionado y espiritual
donde su voz va ascendiendo, en
un viaje panteísta, casi místico, hacia
una cumbre simbólica, un castillo físico,
la morada del alma donde el poeta:
“Mira a su alrededor: aunque no hay
nadie, le estaban esperando… Hace ya
mucho tiempo, llegaron como él y ahora
le miran. A ellos se dirige. Sabe que
ya ha encontrado la manera de hablarles”.
Hermosos y reflexivos, a la vez que
emocionados, poemas en prosa componen
este libro mágico y genuino de 23
estancias, esencial en la obra de Basilio
Sánchez, donde el escritor roza la luz
de la perfección. En él se mezclan los
pájaros y las nubes, los caminos y las
puertas, la lluvia y los arroyos conformando
un mapa trazado por el don de
la clarividencia y la esencialidad.
Finalmente, llegamos a los tres poemarios
más maduros y selectos, diremos
que imprescindibles, del autor cacereño;
estos son, por orden: Para guardar
el sueño (2003), Entre una sombra y otra
(2006) y Las estaciones lentas (2008), tres
obras cargadas de una sutil serenidad y
de un resplandor poético que sana y cura
la herida del vértigo del tiempo, la
desgarradora estela del dolor que deja
en la sangre el aura de las perdidas, la
huella febril de lo que ya no volverá:
“Luego, nuestras palabras / y el arroz de
las nubes sobre los escalones / en el oscuro
umbral de las iglesias, / la nieve
que un día vimos / caer toda la tarde /
sobre las amapolas que habrían de protegernos”
(pág. 422), fragmento de un
poema perteneciente a su libro Las estaciones
lentas, publicado, como sus dos
anteriores, en la prestigiosa editorial Visor.
En este sentido, no acertamos a
comprender como una voz tan seductora
y limpia, una de las más hondas del
panorama nacional, no sea mucho más
conocida, y reconocida por un amplio
público lector, pues estamos, sin duda,
ante un poeta imprescindible, de la estirpe
mágica de Antonio Gamoneda, a
quien se le asemeja, curiosamente, en
el tono envolvente de su discurso lírico
y en la seducción de su universo irracional,
cargado de símbolos espirituales e
imágenes límpidas que invocan la emoción.
Esperemos que ahora con esta
hermosísima edición de toda su obra
reunida en Calambur se valore por fin
la poesía imprescindible de Basilio Sánchez,
una voz serena y cálida que sobresale
por su singularidad.



lunes, 11 de abril de 2011

Cosmopoética 2011: Taller de poesía en el centro penitenciario de Córdoba

El Mundo, 8 de abril de 2011

CÓRDOBA | Aprenden técnicas y conocen obras nacionales e internacionales

El club de los poetas presos


Por Toñi Caravaca

Los barrotes fríos de la cárcel. La luz artificial de la celda. Las agujas del reloj marcando las horas. Tic, tac; tic, tac. La ansiada libertad no llega. Pasa un día, otro y otro más. La poesía se convierte en vehículo para expresar sentimientos reprimidos, indefinibles, contradictorios, jamás contados. Sólo 22 internos de la cárcel de Córdoba han tenido la oportunidad de aprender técnicas para dejar volar su imaginación más allá de los cuatro muros que los separan del resto de la sociedad.

Muy pocos de ellos habían tenido contacto previo con la lírica, antes de convertirse en alumnos del ciclo 'Poesía y libertad', que cada año se pone en marcha en el marco del festival Cosmopoética. Sin embargo, ello no ha impedido que terminen sintiéndose auténticos poetas. Durante más de tres meses han aprendido a utilizar técnicas para poder transmitir, con cierto ritmo, sus impresiones, sentimientos u opiniones, hasta el punto de que la poesía ha dejado de formar parte de sus vidas para convertirse en su vida. Así lo asegura, al menos, el interno Rafael Codes.

La familia, las ansias de libertad, los sentimientos contradictorios hacia personas que les han fallado, el amor o la esperanza de alcanzar una vida mejor en un futuro son algunos de los temas recurrentes. Miguel Á. Martín López, uno de los internos participantes, ha escrito "Yace el tiempo en mis pies, pisotearlo querría. Amarrado estoy y sin saber por qué, solitarias dudas no me dejan avanzar, miedos, sinsentidos, más sentidos, de lo normal me mienten y me amedrentan, me estremecen...".
Un instrumento liberador y entretenido

José Luis Ordóñez ha titulado su poema 'Miedo a despertar': "Sueño, sigue durmiendo que ya viene el día. Siento miedo de un día más entre estos muros. Sigue, sigue durmiendo sueño; no espabiles, no despiertes...".

La poesía se ha convertido para estos poetas noveles en un instrumento liberador que, además, facilita que tengan acceso a la cultura durante el tiempo que permanecen desconectados del mundo. Rafael Codes también ha destacado que 'Poesía para la libertad' le ha servido "saber cómo he de escribir lo que siento de forma poética". "Ahora sé muchas cosas que antes desconocía: las rimas y los diferentes versos", agrega. El poema que ha incluido en el cuaderno que cada año se edita se nomina 'A pesar de todo' y trata de cómo él ha "escogido vivir" aún sufriendo "malos momentos" porque "siempre nos queda la vida".
Romper la rutina

Julia Pérez es una de las pocas reclusas que han participado en el curso. Para ella ha supuesto un acercamiento a las técnicas de la poesía y una forma de "entretenerse".

Su compañera Rafi Tirado, que le ha dedicado una nana a su nieto Daniel, está "encantada" con su paso por el taller, pues "no sabía que la poesía existía dentro de mí". Dice que ha aprendido a "sacar mis sentimientos de dentro, cuando no tenía ni idea de cómo hacerlo".

El taller potencia la creatividad de los reclusos y les permite además conocer de primera mano la experiencia poética de destacados autores. En el acto de clausura, por ejemplo, han conocido a Juan Carlos Mestre, quien ha dicho que, "si los poetas fuésemos sometidos a los tribunales de la lengua, estaríamos todos en la cárcel, porque la poesía es el lenguaje de la desobediencia".

Para ver el vídeo:

Lêdo Ivo y Juan Carlos Mestre en Cosmopoética 2011


El País, 9 de abril de 2011

Versos para la redención... y la rebelión

Por Javier Rodríguez Marcos

"Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo. Lêdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y que sale en las antologías con cara de loco". Esto dice un pasaje de uno de los poemas más celebrados de la poesía española reciente. Amancio Prada le puso música y pertenece al libro La casa roja (Calambur), con el que Juan Carlos Mestre obtuvo en 2009 el Premio Nacional de Literatura. Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957) participa estos días en Córdoba en la octava edición del festival Cosmopoética y allí ha coincidido con Lêdo Ivo.


El poeta brasileño (Maceió, 1924), un mito en las letras del siglo XX en lengua portuguesa, es un hombre bienhumorado que camina por la ciudad andaluza tres metros por delante de los jóvenes y al que el holandés Cees Nooteboom, también invitado, define delante de una copa de vino subrayando sus palabras con los puños cerrados: "Ayer fue la estrella del festival". Ivo, que se hace el sordo cuando le interesa, sigue a lo suyo. Acaba de publicar en versión de Martín López-Vega su nuevo libro, Calima (Vaso Roto).


Ayer, Lêdo Ivo y Juan Carlos Mestre —que lo tradujo hace dos años junto a Guadalupe Grande en la antología La aldea de sal (Calambur)— se reunieron para hablar de poesía con EL PAÍS. El autor leonés venía de leer poemas en la cárcel cordobesa y su amigo lo esperaba con cierto desasosiego: "Me dijeron que estaba en prisión y pensé: ¿qué habrá hecho? Parecía un maleficio".

Pregunta. ¿Cómo escucha un preso un poema?

Juan Carlos Mestre. En una cárcel solo hay una posibilidad de escuchar un poema y es colocándose en la misma posición del escritor: convirtiéndolo en un acto de legítima defensa contra la corrupción que del lenguaje ha hecho el poder, pensando en lo que han dejado de significar las palabras justicia y misericordia. Uno no puede llegar allí y decir que está muy contento de que lo hayan invitado. ¿Cómo va a estar contento si aquello está lleno de gente condenada a cinco años por delito contra la salud pública porque los han pillado con unos gramos de hachís? Si aquí fuera todo el mundo se mete de todo. Han leído algunos presos que participan en un taller, entre ellos, una pareja que vive en distintos módulos. Cada uno ha leído un poema dedicado al otro. Estremecedor.

Lêdo Ivo. La palabra puede ser consuelo o rebelión. Puede que un preso, o alguien en una situación extrema, sea el lector más exigente posible. No hay mayor prueba para un poema.

P. ¿La escritura es libertad o es únicamente una metáfora?

L. I. La poesía es a la vez libertad y, por lo que tiene de arte sometido a unas reglas, esclavitud. La poesía no es solo un impulso, también es un aprendizaje que solo interrumpe la muerte. El poeta es un alumno perpetuo, alguien que trata de ampliar su propia tradición buscando en otras lenguas. Tal vez los españoles no lo necesitan porque —con Góngora, con San Juan, con Rubén Darío…— pertenecen a la poesía más rica de la historia. Mestre ha nacido en una cuna de oro. Mi tradición es más pobre. Pertenezco a un país en formación.

P. Ahora su país genera grandes expectativas.

L. I. Por su población y por su extensión geográfica, Brasil tiene una vocación de grandeza, en ese sentido es el país del futuro del que hablaba Stefan Zweig.

P. ¿La nueva presidenta, Dilma Rousseff, genera tanta ilusión como Lula?

L. I. O más. Lula había terminado por hablar demasiado. Rousseff habla menos pero es más operativa. Los ministros le tienen pavor (risas).

P. Antes hablaba de su tradición, pero usted ya pertenece a la tradición española, en parte por el poema de Mestre.

L. I. Sí, soy una invención de Juan Carlos Mestre. Y es maravilloso, porque los poetas necesitan que alguien los invente para ser ellos mismos.

P. ¿Cómo surgió ese poema?

J. C. M. Un día pensé, como Shelley, que los poetas eran los legisladores del mundo. Hoy sabemos que no, que los legisladores son los mercaderes. Tal vez a los poetas les quede la tarea de ser los legisladores de lo invisible. Un día le escuché a Antonio Pereira hablar de Lêdo Ivo y lo que leí me recordó que Gamoneda, otro maestro, dice que la belleza no es un lugar al que van a parar los cobardes. Ahí nació en mí la idea de la belleza vinculada a la justicia. La poesía es el lenguaje de la delicadeza humana. Propone una delicada pero pertinaz resistencia al discurso único.

P. ¿Por eso es minoritaria? Lêdo Ivo dice que ningún poeta es oscuro.

L. I. A la inmensa minoría, decía Juan Ramón Jiménez. Es verdad. La poesía no es un objeto de consumo sino de conciencia. Yo creo que los poetas deberían ser los legisladores de lo visible, de lo material. Yo creo en Dios pero no creo que los poetas sean los embajadores de Dios sino los servidores del hombre y del lenguaje.

J. C. M. No conozco a ningún poeta hermético. Sospecho que solo lo difícil es estimulante, pero no hay que confundir lo difícil con lo oscuro. La sociedad contemporánea impone una sola lógica de discurso: el poder siempre quiere que las palabras no signifiquen ninguna otra cosa que aquello que está previsto. Y el poeta es consustancialmente desobediente.

L. I. El poder sabe que los poetas son una voz incómoda. Cantan por los que no pueden cantar.

P. Usted dice que tiene una parte de indígena, ¿se refiere también a eso?

L. I. También. Los Ivo llegaron a Brasil en el siglo XVII, pero otros de mis antepasados vienen de la tribu caeté: indios antropófagos que se comieron al primer obispo de Brasil, Fernandez Sardinha. Algún bromista dijo que su destino iba en el apellido.



viernes, 8 de abril de 2011

Reseña de El juramento de la pista de frontón, de John Ashbery, en El Cultural


El Cultural (El Mundo), 8 de abril de 2011

El juramento de la pista de frontón

Por A. Sáenz de Zaitegui

Los escritores nos odian. Si James Joyce concibió su Finnegans Wake con la intención de mantenernos ocupados durante trescientos años (de momento, su plan funciona), John Ashbery se propone crear un poema de decir una sola palabra. Los críticos no somos malas personas. O no tanto como para merecer esto.

Alguien dijo que el hombre será inmortal cuando decida serlo. El juramento de la pista de frontón se acerca bastante a ese punto de no retorno. De Ashbery suelen predicarse surrealismos y posmodernidades. Pues estupendo. A otros nos parece que se trata simplemente de introducir por la fuerza una montaña rusa en las circunvoluciones del cerebro: "E incluso se negó a vivir/ en un mundo y devolvió el silbido/ de todo lo que existe terriblemente cerca de nosotros/ como tú mi amor, y la luz". No es un sistema de pensamiento à la Robert Frost. Tampoco una enmienda a la totalidad divina, como ocurre con Wallace Stevens. Ashbery es más material, más concreto. Privilegia la narración en detrimento de la abstracción. Las palabras como pura geometría prevalecen sobre lo semántico. La sintaxis es apenas un mal recuerdo de pasadas esclavitudes. Ashbery es un dios de cosas pequeñas: sus pronombres son misterios de la humanidad. Se divierte con el cortaypega incluso más que Burroughs. Y cuando saca el T. S. Eliot que lleva dentro, hace encajar las piezas del puzzle a base de martillazos: "Mi única cosa nueva:/ el castigo de la luz eterna/ sobre las cabezas de los que estaban allí/ y de nuevo en la noche, la tos del pétalo moribundo". Ashbery no es un poeta: es una voluntad suprema a punto de levantarse en armas contra la condición humana. Deberíamos detenerle antes de que sea demasiado tarde. "He perdido los hermosos sueños/ que lograban seguir caminando,/ fríos y pacientes". Ashbery es cruel. Nos da esperanza. Conocemos el significado de todas las palabras. No intuimos ideas prohibitivas. De vez en cuando, incluso creemos haber encontrado el hilo del que tirar para deshacer la trama: "Ya no había ninguna necesidad de que el mundo se dividiera/ en conejito, cuando él había perseguido a la liebre./ Él tenía que ser/ presión, tan desaparecida del aire". Editor, traductor y un valiente, Julio Mas nos provee de todas las piedras necesarias para derrotar a Goliat: introducción, notas, incluso una entrevista con el gigante.

Parece que nos habla un dios. Ashbery nos pone a prueba. Desafía nuestra inteligencia, nuestra cultura. Nos impone un nivel de autoexigencia como ningún otro poeta vivo. Nos hace mejores lectores, menos conformistas, más ambiciosos. Modifica nuestra percepción de la literatura. Cuando nos enfrentamos a "Idaho", célebre por ser probablemente el poema con más signos de interrogación de todos los tiempos, comprendemos que la poesía puede ser una experiencia más allá de la pura interpretación: "Y los nombres propios,/ sangre sacada del coraje/ para arreglar/ para sentir/ el tallo del aire". Ashbery crea una especie nueva de lector: inmunizado contra la manía de desear entenderlo todo, consciente de que la incertidumbre s una posibilidad, y es buena. De "Idaho" nos atrae el secreto. Nos hace sentir que aspiramos a algo más grande que nosotros mismos.

Las mejores mentes de varias generaciones trabajan en régimen estajanovista para romper el Código Ashbery. No apto para autoestimas delicadas. El juramento de la pista de frontón es historia viva de nuestro inconformismo contra todo. El infierno poético se ha desatado. Que los genios continúen castigando la estupidez con sus obras maestras. Que sigan odiando. Porque nosotros los amaremos con locura, siempre.