Cuadernos del Sur (Diario de Córdoba), 9 de abril de 2011
Calambur edita la obra completa de Basilio Sánchez
Por Alejandro López Andrada
Como el agua que fluye y se desliza
entre las sombras de un bosque
frondoso camino del silencio,
llevando encima el peso de la luz, es
la poesía de Basilio Sánchez. Toda su
obra lírica es el viaje de un hermoso río
de palabras sustanciosas hacia el centro
sublime de la serenidad. La poesía de este
autor tiene ángulos sublimes (serenidad,
misterio, emoción, ternura...) que la
reconocen y, al mismo tiempo, la distinguen
de la de otros autores de su generación.
No hay muchas voces poéticas tan
firmes como la de este poeta cacereño
dentro de un panorama nacional donde
con tanta frecuencia se confunden, deliberadamente
muchas veces, las verdaderas
voces con los ecos. Más de una vez los
poetas necesarios, como es el caso de Basilio
Sánchez, no son tratados como se
merecen y sus poemarios, de gran altura
lírica, suelen pasar casi desapercibidos,
cubiertos por la hojarasca insoportable
de otros poemarios anémicos y plomizos
que son valorados, no obstante, por la
crítica como obras poéticas de un altísimo
valor.
Nacido en Cáceres en 1958, Basilio Sánchez
comenzó a publicar muy joven,
cuando obtuvo un accésit del Premio
Adonais con su libro A este lado del alba
(1984); sin embargo, fue a raíz de la publicación
de su siguiente título, Los bosques
interiores (1993), cuando en su voz
poética confluyen una serie de cualidades
literarias de un gran calado misterioso
y mágico, donde la seducción de
la palabra se une a la atmósfera limpia
del poema y a una musicalidad suave,
precisa, que aletea y se adentra en el alma
del lector: “Por la tarde, / mientras
la cera arde detrás de las ventanas, /
mientras mueven los labios / sin poder
comprender tanto silencio” (pág. 55).
Todas las cualidades mencionadas se
van adensando y concentrando aún
más en el siguiente poemario de Basilio,
La mirada apacible (1996), libro de
una armonía seductora, dividido en
cinco partes, en el que destacan poemas
inolvidables y fragmentos bellísimos,
de una gran plasticidad: “La luz
bajo los árboles, aún tibia / como el pecho
de un pájaro en el límite / de su
propia existencia” (pág. 119). Luego de
este libro de versos tan armónico, el singularísimo
vate cacereño dio a la luz
uno de sus poemarios más serenos, Al final
de la tarde (1998), donde el lirismo
aún se hace más sagrado, más esencial,
íntimo y gozoso, donde, como bien
apunta el prologuista
de esta obra —Miguel
Ángel Lama— se hacen
más visibles los símbolos
de la poesía de
Basilio como son, sin
duda, la casa, el árbol
y el jardín. A partir de
este libro, el vate cacereño
consolida su voz
madura, misteriosa, y publica de nuevo
otro poemario imprescindible, Al final
de la tarde (1998), en el que destacan
poemas inolvidables como los titulados
La casa junto al río y Jardín contiguo,
donde se repiten las obsesiones líricas,
simbólicas, que identifican tanto su