Mientras voy a un recado
"Filandón", suplemento cultural del Diario de León.
N.º 1259, 27 de noviembre de 2011
Por José Enrique Martínez
“Mientras voy a un recado / y cualquier día no vuelvo”, rezaba Antonio
Pereira. Y una mañana no volvió; pero amigos y lectores sabíamos que, en
realidad, empezaba a regresar con cada día. Y hoy la ha hecho galopando
en Sesenta y cuatro caballos cuidados por Úrsula Rodríguez, la que fue
su mujer, Úrsula ciudad, aquella ciudad cantada entre todas las
ciudades, como resumen de todas ellas, y presentados por Juan Carlos
Mestre, hijo literario y amigo fraternal. Cuando voy pasando las páginas
del libro, subido a todos y cada uno de los Sesenta y cuatro caballos
respiro el aliento de la poesía. Supongo que le pasa a todo lector de
Pereira. Al fin, el gran texto de sus versos y de sus cuentos es un
solo cuerpo movido por vientos líricos, los vientos del noroeste acaso,
los vientos del alma siempre.
Es más patente lo que digo en los cuentos
cortos, descubiertos después como excelentes muestras de microrrelatos,
hoy tan en boga, porque condensan un pensamiento o una emoción, porque
insinúan más que dicen, intuyen más que constatan, porque la brevedad es
su condición, como lo es la densidad y el ingenio, cualidades que
afectan por igual a la poesía. Pero también a los demás cuentos los
mueven ramalazos líricos, como el lector puede comprobar con la lectura
de relatos como “Obdulia, un cuento cruel” o “Un chico de la Cábila”,
presentes en el libro que reseño, junto a la mayoría de textos en verso
que lo componen. De manera que puede decirse que Antonio Pereira fue y
es, ante todo, un poeta, sea en verso o en prosa, como cuentista o como
versificador: un poeta que cuenta y canta, que canta y cuenta: Contar y
seguir tituló, precisamente, la primera recopilación de su obra poética.
En esta ocasión, los Sesenta y cuatro caballos –título procedente del
primero de los textos- los ha escogido quien más cerca estuvo del
escritor, su mujer Úrsula. El lector puede recorrer estos textos con la
cercanía amistosa con que fueron escritos, con la complicidad que el
escritor buscó en el lector entregado. No le encontraremos parecidos
evidentes con poetas de su tiempo. Él construyó su obra alejado de
cualquier estridencia, sin buscar encumbramientos fugaces, sin
adscribirse a grupos ni tendencias, con tonalidad amable y con la
libertad interior del que tiene algo que decir y lo quiere decir a su
manera. Así logró una especie de simpatía sentimental con el lector,
como si le hablara en voz baja, como si fuera un amigo que nos hablara y
que, por suerte, nos seguirá susurrando al oído palabras como estas:
“No hay nada más cansado que el rostro de un domingo / si son las cinco
de la tarde y llueve”, o bien: “No es tu mejor amigo quien regresa en la
noche / y te trae pensamientos oscuros”, o sugerirnos acaso que “deben
ser muy hermosos los pechos de las primas / temblando en los desvanes”.
Antonio Pereira. Sesenta y cuatro caballos
Selección de Úrsula Rodríguez Hesles
y prólogo de Juan Carlos Mestre
Colección Calambur 20 Años, 3. 144 p.
ISBN: 978-84-8359-228-1. 12,00 €.
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