"Cuadernos del Sur", Diario de Córdoba, 2 de octubre de 2010
Amor en el desamor
Un nuevo poemario de Javier Lostalé
Por Antonio Luis Ginés
Javier Lostalé (Madrid, 1942) publicó en 2002 en Calambur su poesía reunida bajo el título La rosa inclinada, en la que se incluyen varios libros de dicho autor. Tras unos años de silencio ahora nos llega Tormenta transparente, última entrega de este autor madrileño. La primera certeza que nos aborda es la de que no es un poemario al uso, hay una entrega seria y consciente en depositar sobre el papel el amor desde el propio desamor, la pérdida no como vacío, sino como punto de partida, con la pasión contenida a duras penas pero sin desbordarse más de lo preciso.
Juego con la ausencia, con lo que no puede tocarse, materializarse si no es dentro del poema, en sus vastos límites. Es esclarecedora la cita que abre el libro sobre el sentido general del poemario: de la belleza siempre quedan restos, y éstos son los que sostienen dicho libro. Lo inalcanzable queda marcado como un territorio necesario, doloroso pero necesario, ya sea dentro del poema como en lo que le precede, esa serie de títulos más que significativos que nos conducen por una senda muy concreta en la que lo ausente –el deseo–
ocupa un espacio definido: No llega, ¿Dónde estás?, Ausencia, El hueco, Deseo, etc. Desde el reposo, la calma que da cierto distanciamiento temporal, la voz poética, madura, enfila las contingencias del amor–desamor, desde la transparencia, bajo la lluvia continua, persistente, de la memoria.
La contemplación de lo vivido produce cierto placer: logra encender por momentos cada recuerdo hasta que oímos la crepitación, y en ese incendio dolor y placer se suceden sin poder separarse uno del otro. La entrega se da por entero, vence el deseo de lo que hubo, que perdura al reavivarse, y aunque la tristeza sacuda por la conciencia de la pérdida, de lo que se tuvo y se perdió (nunca del todo, queda lo bastante como para construir algo), la voz avanza con su propio brillo, la vitalidad que proporciona la plenitud de los instantes que te hacen sentir vivo, y que se celebran siempre.
El itinerario es circular, comienza con un poema–compendio (que da título al mismo), manteniendo la calma, cierto distanciamiento, luego la segunda parte abre una aparición-evocación de la ausencia: un cuerpo, un amor, y las correspondientes preguntas. Se van nombrando los huecos que no quedaron cubiertos, que se mantienen vivos desde el recuerdo. Esa luz va encendiendo las estancias de la memoria a su paso, aflorando aquello que se mantiene con una luz propia, hasta que "la estrella se apaga" al final de la tercera parte, hay conciencia de ello en la voz que se manifiesta. Aún así, no se somete a ese lento apagón en la cuarta parte, se rebela, febril, dejando que la memoria dibuje espacios y momentos, en una sucesión de imágenes sugerentes y reveladoras, que bajo la transparencia de su quietud nos devuelven ese concepto de belleza que da sentido a un modo de entender la vida. La estructura se cierra con un poema donde el canto es ya desgarrador si cabe: "Y en soledad te resucito / para decirte que te amo". No hay mejor manera que sellar esta declaración sino en el horizonte de este poemario, con el destino único que se vislumbra. Imprescindible título en la trayectoria de un autor que muestra, a cada entrega, lo fundamental de una poesía vigente y necesaria.
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