juan carlos mestre
"Un poema es una pequeña caja de herramientas al servicio de la conciencia de los hombres"
Acompañado de su acordeón y un discurso que destila lirismo a cada frase, Mestre cerró ayer en Alzuza los 'Encuentros con la Poesía' que ha celebrado el Museo Oteiza. Un espacio que, a juicio del poeta leonés, da buena cuenta de un artista cuya "gran dimensión poética" está por descubrir
ana oliveira lizarribar
noticiasdenavarra.com
Domingo, 16 de Mayo de 2010
pamplona.
¿Conocía el Museo?
No. Es mi primera visita y veo que es una fundación definitiva de conciencia crítica. Conocía la obra de Oteiza en otros museos, pero no esta gran asamblea definitiva de lo imaginario, que alcanza una dimensión para mí inimaginable.
Una dimensión que también incluye al Oteiza poeta.
Sí. Coincidiendo con esta visita he descubierto la dimensión del inmenso poeta que era Jorge Oteiza. No sólo he encontrado aquí la gran gravitación de lo que son las raíces y fundaciones de la vanguardia en la poesía contemporánea, a la que yo me siento más próximo, sino también las raíces comunes de una afinidad electiva que tuvo él cuando estuvo en Chile. Me ha emocionado acceder al conocimiento de su relación con Pablo de Roca, el gran poeta chileno, menos conocido de lo que debiera. Y creo que el diálogo con ese gran titán de la poesía chilena, junto con Huidobro y con los hilos invisibles con Walt Whitman sitúan en la perspectiva definitiva lo que debe ser, más temprano que tarde, el gran descubrimiento de Oteiza poeta, que se sume al lugar fundacional que ya ocupa su obra escultórica en el arte contemporáneo.
Oteiza cultivó varias disciplinas artísticas, aunque siempre creyó que todas eran la misma. Juan Carlos Mestre también escribe, dibuja, pinta, compone música... ¿En su caso, detrás de todas estas manifestaciones hay un mismo aliento?
En primer lugar, hay que salvar todas las comparaciones. Yo soy una insignificancia al lado de alguien que ocupa un lugar esencial en el arte contemporáneo del siglo pasado y, sin duda, del presente siglo. Dicho esto, comparto absolutamente con Oteiza esa idea de poner en cuestión la falsa autoridad que tienen los géneros para establecer un límite. Esas transiciones ordenadas y obedientes a los diferentes lenguajes que lo único que hacen es someter a la preceptiva la gran provocación de desobediencia que es el arte en la sociedad contemporánea. Oteiza tenía relación con la escultura, con la poesía, con la arquitectura e incluso con la serialización musical, porque hay una época suya que será interpretada por los músicos del futuro, hay signos en ella que marcan el sonido del viento. Al igual que León Felipe decía de la Biblia que era la gran antología escrita por el viento, creo que toda la obra de Jorge Oteiza está atravesada por el único viento que sopla en la cabeza de aquellos que pretenden volar. El gran viento de la desobediencia, el viento que empuja las naves del porvenir hacia la legislación de lo invisible.
Casi nada...
(Risas) Es como si Oteiza estuviera aquí susurrándome "di estas cosas"... Todos hablamos con palabras prestadas, con ideas ya usadas por otros. Y es muy emocionante reconocer pequeñas intuiciones que uno tiene en grandes resoluciones que otro ha hecho.
Como dice, la poesía de Oteiza aún tiene que ser descubierta; en su caso, la suya ha recibido premios y, aunque no le gusta hablar de ellos, ¿hasta qué punto es importante el reconocimiento de la obra de un autor?
El reconocimiento es que la obra se deje hacer. Después, lógicamente, todo lo que pueda ayudar a difundir, a llamar la atención sobre la obra no hay por qué cuestionarlo. Pero, ojo, un premio no significa ningún grado de jerarquía en el escalafón de las pobres inteligencias humanas. Creo que, como Oteiza, yo pertenezco a la tribu de aquellos que han renunciado a ejercer cualquier tipo de autoridad artística sobre los demás. El peor castigo para un mal poeta reside exclusivamente en las obras que publica y difunde, y creo que la gran venganza del porvenir para un magnífico poeta como es Oteiza está en difundir su obra. No debe inquietarnos el silencio de lo que ha pasado desapercibido, porque, sin duda, la poesía también ha tomado decisiones para ocupar un lugar en el mundo. La obra de Oteiza primero decidió ser escrita y es posible que ahora haya decidido ser leída.
¿El tiempo es el mayor juez?
Toda obra es un organismo vivo y toma decisiones. Y el tiempo es inapelable. Hay obras que esperan su lugar en el tiempo para ser comprendidas. Como decía Walter Benjamin, tan amado por Oteiza, aquello que hoy nos parece oscuro algún día será entendido con la misma facilidad que entienden los niños el lenguaje de los pájaros la mañana de los domingos. Estoy convencido de que la obra de Oteiza es, como llamaba Mallarmé a los cantos de los grillos, la voz sagrada de la tierra ingenua; ella decide cuándo cantará. Ahora, sus palabras decidirán dónde y cuándo ocuparán un espacio en la conciencia de los hombres.
¿El mayor premio para un poeta es precisamente ése, que sus versos lleguen cada vez más a la gente?
No, yo creo que tal vez la consigna consista hoy en resistirse al autoenorgullecimiento. Intentar asumir todo como un gran proceso dialéctico. Que cuando uno lea un libro pase al siguiente, y que cuando uno asista a una lectura piense ya en ir a otra. Esto no es una tarea individual, el premio es colectivo, es la apuesta de aquellos que creemos que es imprescindible la repoblación espiritual del mundo; una repoblación hecha por palabras, con una civilización basada en la cultura del diálogo que haga frente a la barbarie, al crimen, a la indignidad y restablezca el lenguaje de la delicadeza humana como conducta de convivencia. Creo que ése es el único premio que se puede esperar; los premios individuales son anécdotas que, por suerte, duran lo que tarda en salir el arco iris anunciando la promesa después de la lluvia.
¿Qué encaje cree que tiene la poesía en este mundo de prisas y ruido?
Pues tal vez recordarnos la conducta, que no la ejemplaridad, de que la vida carece de sentido sin resistencia al mal; que no hay más alto fin del arte, de la literatura, de los espacios vacíos de Oteiza, de su taller de tizas que oponer esa delicadeza, ese argumento que aporta una súbita actualidad al mundo y se convierte en el recuerdo del elogio de la dignidad humana, el elogio de la inteligencia creativa. Que recordar que todo esto tiene que ver con otra manera de estar en el mundo y que, por tanto, se puede estar en el mundo de otra manera.
¿Cuál es la suya? ¿De dónde nace la poesía de Juan Carlos Mestre?
No creo que haya ningún otro lugar para un acto creativo humano que no sea el de la experiencia de la vida. Nace de nuestra relación con el otro, pero sobre todo de lo que han hecho antes que nosotros nuestros antepasados; los que han escrito, los que han pintado, los que han soñado, los que han pretendido volar, los que se han amado desesperadamente, los que se han dejado la vida en el intento nos han aportado un espacio de mayor libertad. Hoy, la experiencia de un poeta es heredada de los grandes cantos de Walt Whitman alabando la posibilidad de que el otro fuera un igual; de la prisión terrible donde Oscar Wilde escribió De profundis, condenado en el ejercicio su diferencia... Todo lo que pasa en la sociedad contemporánea es resultado de un acto de conciencia invisible de algún poeta que, en las silenciosas buhardillas de la historia, ha ido dejando piedras blancas que conducen a la casa de la conducta, que es también la casa de la honradez.
¿Por qué cree que a mucha gente le asusta la poesía, será porque ha asumido el tópico que dice que es difícil y no apta para todos los públicos?
Creo que los discursos dominantes del poder imponen ciertos grados de dificultad frente a algunas manifestaciones artísticas relacionadas con la creación. Y uno de los equívocos que se imponen es que hay que intentar entender desde los códigos de la razón lo que no ha sido hecho desde esos códigos, sino desde un lugar mucho más celebratorio, más placentero e, incluso, más digno por igualitario, que es el de la intuición. Nadie le pide a una sinfonía que explique qué quiere decir, y lo mismo pasa con los poemas.
¿Nos quedamos entonces con la sensaciones, las intuiciones?
El que participa de una obra debe hacerlo, como decía John Keats, haciéndose pájaro con el pájaro, piedra con la piedra... ¿Acaso entendemos el amor, las fluctuaciones de la pasión y los arrebatos del deseo; los deseos místicos y las carencias emocionales que nos llevan a la exaltación o a la melancolía? Y, sin embargo, convivimos con ello armónicamente. El discurso dominante impone una lectura aristocrática del arte, y el arte es la más democrática de las manifestaciones del espíritu. Primero, porque puede ser hecha por cualquiera que tenga una relación espiritual con el mundo y, segundo, porque puede ser interpretada por alguien que quiera asumir esa experiencia. Tan poeta es quien escribe un poema como el que lo lee. En definitiva, un poema, como una escultura, como un cuadro, es una pequeña caja de herramientas al servicio de la conciencia de los hombres, cada uno sabrá cómo usarla, no tienen prospecto. Es una mano tendida que nos conduce a ese misterio sin el cual, como decía Lorca, no merecería la pena vivir.
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