El Norte de Castilla, 6 de mayo de 2010
Llegó a Palencia con una novedad bajo el brazo: la unificación de todos sus libros en dos tomos, editados por Calambur con el título de 'Insurgencias (Poesía 1965-2007)'. Antonio Hernández abrió el martes las XII Jornadas de Poesía Ciudad de Palencia, que continuarán ayer con Esther Muntañola y acaban hoy con Isidro Ferrer.
—Cómo se enfrenta a la edición de su poesía completa?
—Con cierta dificultad y extrañeza. En primer lugar, porque los primeros libros no suelen gustar demasiado. Se les tiene una consideración que luego puede cambiar a la hora de establecer una revisión crítica. En principio yo no quería las obras completas porque entendía que tenía una obra de desecho bastante considerable. Como me convenció el editor de que mi perspectiva no era la suya, terminé diciendo que la revisaría, y después de hacerlo me di cuenta de que los primeros libros no sólo me gustaban, sino que también los considero más auténticos que los últimos, me parecen mejores. Mi producción es una trayectoria ascendente, en algunos casos descendente o con altibajos, donde está representado ese aliento espiritual que decía San Juan de la Cruz que conllevaba el poema. La que está contenida en una obra completa es toda la peripecia espiritual del escritor, con sus repeticiones y enfoques diferentes en cada uno de los temas. Una obra completa es el espejo donde te ves entero. Lo que se ve también es la decrepitud paulatina que el poeta va experimentando.
'Oveja negra'
—¿No ha descartado entonces poemas?
—Al contrario. En mi segundo libro, 'Oveja negra', he incorporado poemas que retiré para la primera edición. Lo publiqué coincidiendo con un expediente que se me abrió por un artículo que apareció en la revista 'Índice', en el que defendía las libertades que la España del momento estaba pidiendo pero que el franquismo no concedía. El Ministerio Fiscal me puso una querella, que gané en primera instancia, pero como no querían sentar un caso de jurisprudencia, me pusieron un abogado de oficio al que no conocía y me condenaron a pagar 25.000 pesetas y cinco años de inhabilitación profesional. Yo tenía que presentarme todos los día 1 y 15 al juzgado porque tenía una orden de 'caza y captura', como se llamaba antes. Por supuesto, no me presenté ni el 1 ni el 15 ni ningún día. Javier Reverte, que desde entonces es un gran amigo mío, me ofreció trabajar en un gabinete de prensa del Gobierno, donde la Policía no me iba a buscar. No pagué la multa y encima empecé a cobrar un sueldo oficial (risas). Todo esto sucedió a principios de 1969 y 'Oveja negra' se publicó ese verano. Mis amigos me dijeron que había poemas excesivamente restallantes por estentóreos que me iban a crear muchos problemas y a estimular la búsqueda contra mí. Retiré los poemas más virulentos y antigubernamentales y los sustituí por otros que eran de ocasión, porque al fin y al cabo yo quería publicar el libro porque me hacían falta las 6.000 pesetas que la editorial Biblioteca Nueva me daba como adelanto, un dinero entonces importante. Esos poemas retirados ahora forman el libro como lo tenía yo estructurado en ese momento.
—¿Por qué el título de 'Insurgencias' para su obra completa?
—Ni al editor ni a mi nos gustaba que apareciera 'Poesía completa'. Ese título le pega a mi poesía, porque me anticipé a lo que se llamó 'canallismo'. Francisco Umbral dijo de mí que era un poeta maldito, pero a mí no me gustaba porque conllevaban una serie de concepciones que yo no estaba dispuesto a hacer, sobre todo éticas. Entonces se acuñó el término del 'canallismo', vinculado a la poesía urbana, que implicaba una serie de circunstancias, si no extremas, sí un tanto escandalosas. Todo esto ya esbozo a 'Metadory', que escribí como homenaje a Carlos Edmundo de Ory. También yo he practicado una amplia poesía social en libros como 'Donde da la luz'. En suma, yo me despegaba de la poesía que hacían mis compañeros, la poesía palaciega, veneciana y esteticista. Esto también lo asumo en cuanto que soy amigo de las formas, pero no en cuanto que domine el continente sobre el contenido. Yo prefiero una poseía de mensaje, de compromiso, y en aquella época no dejaba de ser una insurgencia.
Entre dos generaciones
—Pertenece a la Generación del 60, poco reconocida y en parte nublada por autores de la del 50, más consagrados. ¿A qué cree que se debe este escaso reconocimiento?
—Yo soy el benjamín de la Generación del 60. Jesús Hilario Tundidor, Manuel Ríos Ruiz o Félix Grande son algunos de los componentes de esa generación donde yo soy el más chico. Empecé a publicar en 1965, con el premio Adonais de 1964, y se me encajó en esa generación, aunque en realidad soy de la otra. Ahora se está estudiando con más distancia y ya se me incluye en ambas generaciones. Estoy en la del 60, pero sobre todo en la del 68.
—¿Qué méritos tiene la Generación del 60?
—De alguna manera, van arrancando características de lo novísimo. Venimos a ser como la posdata del 50, pero ya adelanta una mayor riqueza verbal, una inclinación más acentuada por la metáfora, un cuidado formal más importante, son poetas que avanzan mucho. Son poetas de mucha personalidad y con una característica formal que es el barroquismo, aunque de mí en concreto se llegó a decir que soy el poeta más castellano de todos los andaluces, porque soy más sobrio, con un sentido de la economía verbal más austera que mis compañeros.
—¿Qué mensajes transmite en los diferentes géneros que cultiva, especialmente la poesía y la narrativa?
—Cada género necesita diferentes lenguajes. La poesía está más cerca del cuento, del relato corto, que la novela, aunque en el fondo la novela es un relato corto ampliado. Mis novelas son cuentos de doscientos folios, porque me interesa que la última línea sea la resolución del conflicto. Yo tengo nueve novelas publicadas, y una de las constantes de mi narrativa es hacer un planteamiento general en un lugar concreto, una trama, un enigma y la solución.
http://www.nortecastilla.es/v/20100506/cultura/obra-completa-reunida-deja-20100506.html
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