lunes, 25 de mayo de 2009

Reseña: Diccionario de dudas


24 de mayo de 2009, Odiel Información 


Escrito en el río 

 

“Apuntar las dudas en un cuaderno, / colocarlas una detrás de otra / me ayuda a dormir, / aunque sé que me tranquilizo / con un engaño, / porque, cuando se ha estado cierto tiempo / inventándole límites / a la incertidumbre, / se acaba no distinguiendo / la verdad de la retórica. / También hay quien camina / tratando de no pisar / las junturas de las baldosas / o quien no cruza la calle / hasta que no pasa un coche rojo”. Vale decir que hoy trazamos poemas, entre otras expresiones, igual que “los ejemplares de homo sapiens peor adaptados se pasaban el invierno inventando símbolos que amansasen su miedo”.


El poema no es el límite. El lenguaje lo es. El poema intenta, consigue, a veces, rasgar la marca del límite, decir más de lo que se pretendía. Es el lenguaje el que se para si no hay horizonte que alcanzar, duda que abrir. “La partitura se explica por oposición al silencio”. Bendita la duda que acelera el latido, que crea un paisaje de niebla, que pinta el aire de lo inesperado, que define el escribir como “enhebrar una aguja con los ojos cerrados”. Si sumamos a esto la dificultad que entraña al tratarse de Poesía, la duda hace que te sientas por dentro, que extrañes tu presencia en mitad del misterio de la vida, que te sitúes junto a “una señal donde se leen los nombres de varias ciudades y las distancias que hay que recorrer para llegar a ellas. Dividirse, bifurcarse, ramificarse. Un lugar que es ningún lugar y es todos los lugares a la vez”.


A José María Cumbreño le ha editado Calambur su poemario Diccionario de Dudas: “El lado hacia el que miro delante del espejo no es el lado hacia el que mira mi imagen reflejada”. La duda habita en sus páginas, y el poeta, que sabe que “es posible irse de un lugar y no abandonarlo”, une duda y diccionario porque “una y otro intentan lo mismo: descarnar la palabra hasta llegar a su esencia”, aunque la más simple duda pueda eternizar un instante. Todo esto dicho en verso convierte el lenguaje en traducción simultánea del sentimiento, algo así como “oírse a uno mismo, hablar en otra lengua con la sensación de estar oyendo a otra persona”.


La duda habita en el papel con “la tensión del arco y el arquero, / el blanco y la flecha”, con el temblor último, decisivo. De la tensión de la duda nace este hermoso libro: “el cuaderno abierto como una llanura sobre la que llevase años sin llover. Miro mi lápiz afilado entre el índice y el pulgar esperando que en algún momento tiemble”. El autor lo plantea entero sin que la gran sombra abandone una página, despejando la duda de que “estudiando las relaciones entre una consecuencia (si la hay) y sus causas (si existen) se puede llegar a una conclusión determinada y también a la opuesta”, señalando el ámbito de la indeterminación al decir que si “la forma más perfecta [resulta] ser la del cero probablemente no signifique nada y sea mi imperfección la que le otorgue un significado”.


José María Cumbreño (Cáceres, 1972), Filólogo, ha sacado antes Las ciudades de la llanura (2000), Árbol sin sombra (2003), De los espacios cerrados (2006), Estrategias y métodos para la composición de rompecabezas (2008) y Teorías da ordem (Antología bilingüe española-portuguesa), aparte de colaboraciones en varias revistas especializadas: Turia, El Extramundi, Reloj de arena, Müsu, Diversos o Espacio / Espaço Escrito. Es Premio de Poesía Ciudad de Badajoz y de Narrativa Breve Generación del 27. Es profesor y dirige la colección Litteratos en Littera Libros. Pero sobre los fríos datos, José María Cumbreño emerge como poeta, claro poeta a flote en el mar de la duda, de las dudas… esos imperceptibles puntos suspensivos que “según las gramáticas […] sienten temor, se asombran. Dejan frases a medio terminar. Son nerviosos, inseguros. Se colocan al final de las listas, enumeraciones e inventarios donde hacer recuento de lo que se tuvo o se ha sido, donde añorar lo que no se tiene o no se es”.


“Al narrador, por si acaso, no conviene tomárselo demasiado en serio. Porque no siempre resulta fácil descubrir cuándo es él mismo y cuándo un personaje”. Lo cierto es que el lector comparte sus dudas convencido de que “mientras se traza un círculo se conoce la calma”, que viene a ser la sensación de que tanto somos lo que hemos hecho como lo que hemos dudado. ¿O no? 


MANUEL GARRIDO PALACIOS


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