Otrora (Antología poética 1988-2014), Javier Pérez Walias
Por Carlos Alcorta
Carlos Alcorta. Literatura y arte, 10/12/2014
Otrora, esta antología publicada exquisitamente (como es costumbre de la casa) por Calambur, comienza con Impresiones y vértigos del invierno (1989) – escrito antes de Ceremonias del barro, aunque publicado un año después- y llega hasta el ahora mismo, hasta Al Qarafa, publicado el año en curso. Acaso esa inmediatez sea la causa de que Pérez Walias no haya incluido ningún poema inédito, una norma no escrita que, sin embargo, practican gran parte de los poetas que se enfrentan a la estructura de una antología, y digo se enfrentan deliberadamente, porque no resulta fácil ajustar la voz actual a las distintas voces del pasado. Se necesita establecer un diálogo íntimo entre los diversos yos que conforman la identidad actual para entresacar de lo escrito aquello que mejor ha contribuido a la construcción de esa identidad, identidad, por otra parte, nunca conformada del todo, a pesar de lo que proclaman los diagnosis de la medicina general, relacionándola de manera simplista con el paso del tiempo, madre de la experiencia. Y es que, como dice el poeta Eduardo Moga en «Poesía para no olvidar», el imprescindible texto que prologa esta selección, «Una obsesión persigue a Javier Pérez Walias y a su poesía: la recuperación del pasado. Otrora es un conjuro incesante para la reviviscencia de lo perdido», pero acaso sean las palabras del propio poeta las que aclaren mejor la idea que hemos apuntado más arriba: «Así, y por mor del enfoque casi encelado de esta lente, que es la poesía, podemos rescatar, desde la oscuridad recóndita de nuestro ser, lo esencial de nosotros mismos y trasmitirlo, para hacerlo palpable y visible, a nuestro semejantes».
Durante esta ya larga travesía poética se han producido algunos cambios en la poesía de Pérez Walias, como no puede ser de otra forma en un poeta que se interroga sobre su lugar en el mundo de forma permanente y que está sujeto a los vaivenes emocionales y las trasformaciones tanto de índole personal como social. La escritura, mejor será decir, los motivos de la escritura pueden ser, y de hecho, son similares, pero es distinta la manera de reflexionar sobre ellos. Lo contrario denotaría una especie de peterpanismo, nada extraño, por otra parte, en aquellos poetas que se empeñan en escribir siempre el mismo libro, tal vez porque desde sus libros juveniles impostaban una voz reflexiva que sólo el paso del tiempo ha conseguido hacer creíble. No es este el caso, por supuesto, de Pérez Walias, como delata la versatilidad poética de la que somos testigos desde sus primeros libros hasta los últimos. No sobra aquí recordar lo que Auden escribía sobre este propósito: «En todos los poetas distinguimos entre su obra juvenil y la de madurez, pero en el caso de los poetas mayores el proceso de maduración continúa hasta la muerte y, por tanto, si comparamos dos poemas suyos de igual valor pero escritos en diferentes momentos el lector puede decir inmediatamente cuál de ellos es anterior». Esta diversidad muestra, entre otras cosas, el proceso evolutivo de la escritura, pero también, la transformación del artista que mueve los hilos desde las bambalinas, de la persona que sirve de molde al personaje que vive en el poema. Toda antología es una especie de, utilizando un símil artístico, retrospectiva, en ella se dan cita todos los periodos por los que atraviesa la escritura, periodos engarzados por un hilo común, la conciencia de que el lenguaje es una herramienta —no del todo eficaz, si se quiere, en muchos casos— que hay que tratar con delicadeza y respeto para sacarla el mejor partido, para trasladar la emoción al poema con la mayor fidelidad posible. «La escritura, a veces, como la lentitud del paso de las estaciones o la visita inoportuna del sufrimiento, se me antoja/ cuesta arriba,/ y otras veces soportable,/ a duras penas», escribe Pérez Walias en un poema de carácter confesional. Soy de los que creen que cada asunto busca su propia retórica y, tal vez, esta sea la razón por la que Javier Pérez Walias ha experimentado con formas diversas, que van desde el poema breve, proclive a la esencialidad, con un lenguaje concreto, con pocas concesiones a lo discursivo, hasta el poema en prosa y el versolibrismo de los últimos libros, versos de largo aliento llenos de reminiscencias sonambulescas, misteriosas, irracionales, con abundancia de imágenes y de metáforas. Como escribe Eduardo Moga en el citado prólogo, «De la barahúnda expresiva de la juventud se pasa, con mayor o menor templanza, a un lenguaje más austero, más pudoroso. Pérez Walias es uno de los pocos casos de autores actuales que ha evolucionado en sentido contrario: de cierta parquedad inicial a una eclosión de imágenes y acentos en el tramo más reciente de su producción». Otrora, la antología que comentamos, permitirá al lector realizar una vista panorámica sobre la fecunda trayectoria de Pérez Walias y descubrir por sí mismo las virtudes de tal pluralidad compositiva.
Lee la reseña en el blog de Carlos Alcorta.
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