Existe una enorme tradición intelectual sobre la tauromaquia, más allá del exotismo que fascinó a Orson Welles o a Hemingway, que va desde los Machado a Unamuno, pasando por Federico García Lorca, Rafael Alberti, o José Ortega y Gasset. Uno de los poetas contemporáneos que más han defendido la tauromaquia desde la intelectualidad y la poesía es el maestro Antonio Hernández, natural de Arcos de la Frontera, cuya obra poética completa, con el título de Insurgencias, se ha editado también por Calambur y presentado como se merece en la sede del Instituto Cervantes de Madrid. Una de las cosas que más profundamente han calado en mi manera de concebir el mundo, y esto es extensible a mi interés por determinadas figuras de las artes y las letras, es el compromiso real, las apuestas en las que la vida se ha puesto encima de la mesa con cada línea o cada verso escritos. Apunto todo esto porque, aunque en algún momento de juventud, y ahora que ya no lo soy tanto, algún malintencionado me colgó el San Benito de “niño terrible”-dándome en el palo del gusto en vez de insultarme porque adoré a Rimbaud desde adolescente-, calificativo que te endosan los acomodaticios, siempre me sentí atraído y fascinado por las personas, y los escritores en particular, que anteponen su honestidad a otros premios, en el sentido más extenso, de los que otros gozan con la condición de renunciar a la decencia y a sus principios. Entre estas figuras, también adornado por toda clase de atributos feroces, una de las más preclaras en coherencia y exigencia literaria que he seguido es la de este poeta arcense Antonio Hernández, Premio Nacional de la Crítica por el poemario ”Sagrada forma”. Huelga decir, aunque lo haré, que este es un libro en el que nada es gratuito, como acostumbra el poeta, mucho menos su título, que anuncia un fulgor de madurez poética, versos de desgarramiento hondo y verdad descarnada, de desnudez sin paliativos, brasa que se pueden permitir los que nunca usaron máscaras, y elaboraron su obra con la urdimbre de la belleza sin renuncias, que siempre resulta hiriente para los que vendieron su alma a la nada. Los volúmenes recogen una vivísima y apasionada-incluso en el desapasionamiento-reflexión sobre el amor, la muerte y la soledad en la que Hernández vuelve la vista a sus querencias literarias y personales, sin pirotecnias, con el peso y la maestría que dan el talento y un alto oficio. Un ejercicio soberbio de sabiduría y sinceridad poética para disfrutar.
domingo, 3 de julio de 2011
Los toros furtivos, de Javier Villán, e Insurgencias, de Antonio Hernández, en el blog de M. Fco. Reina
Estando muy avanzada la Feria taurina de San Isidro, con la consolidación de José Mari Manzanares que salió por la puerta grande de Las Ventas, como ya sucedió unos días antes en La Maestranza de Sevilla donde hizo historia con el indulto de un toro, y la de otras jóvenes figuras de su generación como Sebastián Castella o El Juli, parece conveniente tratar y recomendar algunos de los libros que versan directa o indirectamente el tema de la tauromaquia. Uno de ellos, con prólogo del académico Pere Gimferrer es el que le da título a este artículo, Los Toros Furtivos, del escritor y crítico taurino Javier Villán. Este volúmen, editado por Calambur, es una serie de irónicos relatos con gran conocimiento del tema y buena pluma, en un estilo que recuerda a veces los esperpentos valleinclanescos y, en otros, la sabia literatura de José María de Cossío. En palabras de la crítica literaria Pilar Castro, estos textos “son, para entendernos, su embestida y su estoque contra las prohibiciones que rondan la fiesta de los toros. Y son, frente a ella, la posición de quien decide dar respuesta al “abolicionismo antitaurino” sirviéndose de la exageración crítica de Rabelais y el magisterio de la ironía cervantina. En palabras de Gimferrer , que abre esta preciosa edición (ilustrada con mimo por Gonzalo Torné), en nombre de quienes no disimulan su descontento: ya que “debemos quedarnos en el callejón, el mejor burladero es el sentido del humor”. El catalán Gimferrer hace una defensa a ultranza del libro, inteligente, argumentando los valores culturales de la tauromaquia diciendo que «Hay que responder al abolicionismo con las armas de Swift, de Rabelais, de Cervantes e incluso de Petronio. Éste es el camino elegido lúcidamente por Javier Villán».
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