Ese ha sido el primer gozo, luego, no hace mucho, vino el premio, el Premio Nacional de Poesía 2009 a dicho libro de versos, que es otro gozo que fija la luz en los balcones de tan singular casa incluso durante la noche. Y ahí está Mestre, Juan Carlos, el hijo del hacedor de panecillos y de la hija del sastre don Leonardo, con toda la sencillez del mundo hablando a los medios de comunicación de la estatura roja de esta casa que acoge los labios de la lluvia con amabilidad y planta sueños en las esquinas de la sombra que proyectan los baúles claveteados, con sus ventanas al aire y a una herrería de brillos, de donde parten numerosas marchas de ángeles en bicicleta.
Es una lástima que el bueno del maestro Antonio Pereira no esté entre nosotros para darle un apretón. Pero seguro que en los "pastizales" del cielo convocó una festiva asamblea a la que asistieron el estupendo de Ramón Carnicer, Gilberto Ursinos, Ramón González Alegre, Norberto Berberide con sus gigantes y cabezudos, puede que Enrique Gil y Carrasco, acodado en tantos siglos y nieblas, y hasta, muy contento, o demo de Paraxís.
Todo debido a esta Casa que da al mundo y su misterio.
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