miércoles, 14 de octubre de 2009

Entrevista: Manuel Francisco Reina

Manuel Francisco Reina (Jerez de la Frontera, 1974), es novelista, dramaturgo, crítico literario y, ante todo, poeta. Ha publicado los poemarios Razón del incendiario, Naufragio hacia la dicha, Del insumiso amor, Consumación de estío, Las islas cómplices, El amargo ejercicio y La lengua de los ángeles, por los que ha recibido diversos premios como el «Ciudad de San Fernando», el «Ciudad de Irún» o el «Ibn Al-Jatib». Es autor de las novelas Los Santos Varones, La Coartada de Antínoo y La Mirada de Sal. Colabora en prensa con Culturas de La Vanguardia y el suplemento cultural ABCD las Artes y las Letras, entre otros. Cronista cultural del diario ABC de los domingos durante muchos años, actualmente es columnista del diario digital elplural.com. En 2007 colaboró en el documental de Emilio Ruiz Barrachina Goya y Orson Welles, y en 2008, con el mismo director, realizó el guión del documental La España de la Copla, presentado en el Festival de cine de Málaga en 2009.

Con motivo de la presentación reciente de su último libro de poemas, Las Rosas de la Carne, desde esta redacción nos pusimos en contacto con el prolífico autor, ya que después de leerle mucho, cosa que recomendamos desde aquí a todos, queríamos dibujar en este espacio el perfil de este gran poeta, y conocer mejor a la persona que nos había llegado a lo más profundo del alma.

Manuel Francisco nos concedió esta entrevista amablemente, que espero sinceramente que disfruten.

-Me gustaría comenzar con una pregunta, a mi parecer, primordial. Como lector, ¿cuándo y por qué comenzó tu relación con los libros?
Desde que era un niño. Mi madre cuenta con cierto estupor, todavía, que empecé a hablar antes que a andar, con nueve meses. Mi abuelo materno, al que le debo mucho, y que era un gran lector, se dio cuenta de esto y de la curiosidad de aquel niño por las palabras. Por esta razón me enseñaron a leer y a escribir antes de ir al colegio, y mi abuelo me abrió un mundo maravilloso contándome a la vez los cuentos tradicionales de Pulgarcito o Caperucita, y las leyendas de Aquiles o Helena de Troya, que para aquel niño que, en cierto sentido, sigo siendo, eran de la misma pandilla.

-¿Cuál fue el motor que te impulsó a escribir?
Tal vez el amor a la cultura y a las palabras, el consuelo, la esperanza y la fuerza que me dieron desde niño y adolescente, y el descubrimiento de que, tal vez algunas de las mías, podían dar esperanza y consuelo, ilusión o felicidad a los otros.

-Te han definido como novelista, dramaturgo, crítico literario y, ante todo, poeta. ¿El poeta nace o se hace o es que escribe simplemente para poder respirar?
Dice Hölderlin que “poéticamente habita el hombre la tierra” y, aunque parezca mentira mirando alrededor, yo tengo mucha fe en la poesía y en las palabras como totem de armonización, casi como arcano capaz de transformar todo el horror del mundo en algo mejor. Yo escribo, sobretodo poesía, porque no podría concebir mi vida sin ella. Es a la vez naturaleza y destino, vocación y condena. Creo que, en cierto sentido, los fundamentos filosóficos de los románticos, en este mundo tan pragmático y, por el contrario tan absurdo, siguen siendo válidos hoy.

-Recordando el verso de Pessoa, “O poeta é um fingidor”, ¿qué hay de vivido y de fingido en tus poemas?
Que diga Pessoa que el poeta es un fingidor, o un mentiroso en una traducción más libre, no deja de tener gracia y todo el sentido en su caso porque más de la mitad de su obra la firmó con heterónimos y pseudónimos. Yo creo que hay tantos poetas como personas. En mi caso hay mucho de vivido en mi obra porque creo que, incluso lo soñado ha de pasar por el tamiz de lo sentido para que pueda ser comunicado mejor a otros. Dios me libre de inventar cuando canto, como decía Antonio Machado. Creo que un texto, y más un poema, y si no está urdido con la piel de la pasión, de lo sentido, de lo interiorizado, nace muerto.


-Hablemos de la inspiración poética. Hay muchos poetas que afirman que en la gran mayoría de los casos el primer verso siempre es un regalo de los cielos, y después lo demás llega con trabajo. ¿Cómo te enfrentas personalmente al papel en blanco?
Normalmente le doy vueltas a una idea o a un concepto, y entonces llega un título o un verso, alrededor del cual suele girar toda la idea de un libro. No sé cómo lo harán los demás pero, en mi caso, suele aparecer antes el título del libro, y los primeros versos para darle encarnadura.

-¿Cuáles son los autores predilectos de Manuel Francisco Reina?
Muchos y de diverso ámbito: desde Juan Ramón Jiménez a Luis Rosales, de Rubén Darío a los Machado, de mi admirada y fundamental maestra Pilar Paz Pasamar a Antonio Hernández, de Francisca Aguirre a Juan Carlos Mestre, De Félix Grande a Javier Lostalé, de Pablo García Baena a Manuel Ríos Ruiz, pasando por John Donne, Shakespeare, Rimbaud, todos los Clásicos grecolatinos, los barrocos, con especial predilección por Góngora, los sonetos de Lope de vega, en fin, necesitaría varios tomos. Todo en lo que hay verdad y pasión, y hermosura, me interesa.

-¿Qué opinión te merece el panorama literario español actual?
Ya he hecho “amigos” por opinar al respecto desde la tribuna de los medios y en conferencias, y necesitaríamos un debate serio, cosa que en este país da mucho miedo o risa, según el caso. Yo creo que están haciendo cosas más interesantes y transegresoras los maestros que los más jóvenes, confundidos -en muchos casos interesadamente- por el ruido de los popes, la crítica -si esto existe- y las modas. Además, hay un panorama absolutamente sectarizado que sólo hace confundir y anquilosar más si cabe el panorama teórico y práctico de la poesía, aunque, afortunadamente, quedan creadores libres y lúcidos, en los márgenes de la literatura española.

-¿Crees que en el ámbito poético el autor lo tiene más difícil para publicar que en otros géneros que gozan de mejor salud, como la novela?
Quizá sí porque la edición de poesía es una aventura financiera que pocos encaran y, porque como decíamos antes, la sectarización del mundo de la poesía, que tiene más que ver con imbricaciones políticas y de poder que con la creación, lo ensucian y complican todo.

-Un poema que te ha marcado es…
Hay muchos que me acompañan y de muchos autores, pero tal vez uno muy importante para mi es ese ejercicio de sabiduría de Antonio Machado en el que dice:

"Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
- así en la costa un barco - sin que al partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete.

Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera,
que el arte es largo y, además, no importa. "

- Después de tres años sin editar poesía, nace tu poemario Las Rosas de la Carne. ¿Qué esconde este título tan sugerente?
Un ejercicio de veneración por los símbolos y la tradición literaria, pero con la impudicia de hacerlos míos y darles otros sentidos, a veces primordiales o primeros, a veces personales, pero siempre desde el territorio de la emoción y de la pasión, del de hacer de la celebración, hasta de la muerte, un ejercicio de rebeldía, en el que la hermosura- entendido den el sentido griego de “esplendor de la verdad” como una categoría no sólo estética sino también ética- es la mejor manera de enfrentarse al mundo y lo feo, moralmente hablando también, que en él hay.

- ¿Qué va a encontrar el lector en “Las Rosas de la Carne”?
Emoción, reflexión, pasión, verdad, belleza revelada, juego, misterio...poesía.

- Y ya para finalizar, ¿podrías desvelarnos un enclave perfecto para disfrutar de tu último libro?
Cualquier lugar, si es ajardinado mejor, pero no es obligatorio, en el que uno encuentre unos minutos para perfumarse los dedos y los ojos de palabras.

Y como broche final, Manuel Francisco regala a los animalillos del Cuartito de Pensar uno de sus exquisitos poemas de su último libro Las Rosas de la carne, que no tiene desperdicio alguno. Os dejo con él.

Única Certeza
La única certeza de mi vida
es que mis días sean como rosas;
émulos de estas flores de verano
que arden en sí mismas como estíos.
Prender en el aire como una hoguera,
florecer desmesuras de alegría
aunque el daño mis pétalos lacere
con su hambriento gusano de amarguras.
Y una tarde morir, dando el perfume
de expirar celebrando la existencia
como un don del encanto y de la llama
de este barro sagrado hecho carne.
Deshojarme en silencio, suavemente,
como un pequeño sol en el espacio
que expande su corola luminosa
sin pena, sin rencor y sin tragedia.

© Una entrevista de Sandra Rubio, para El Cuartito de Pensar.
http://elcuartitodepensar.blogspot.com/2009/10/entrevista-manuel-francisco-reina.html

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