26 de marzo de 2009
De buena tinta
De cuartos a prisiones. Beatriz Russo es una de las poetas que se dejan la piel en cada latido de papel. Literalmente. La prisión delicada (Calambur) lo demuestra desde la primera página y no cesa en su empeño de recorrer un laberinto de sentimientos y emociones que tienen mucho de confusión confesa, o de confesión confusa, y por ello extraordinariamente transparente: su sencillez es tan compleja que sólo entre líneas se encuentra la clave a muchos de los misterios expuestos. Están en juego nada menos que las cartas de la sangre poética, evocaciones que anhelan la incineración de las almas, besos agazapados en las trincheras del aire, deliciosas desdichas en los harapos de las noches. Se habla de amor y de odio, de misterios y perdones, de conciencia y pieles al rojo muy vivo. De vestidos y desnudos que no renuncian al pasado pero necesitan el presente. Un libro de poemas con aromas y sonidos, sonoro y perfumado: pasiones y prisiones en los que el erotismo se camufla de placeres prohibidos, preguntas de respuesta trémula que se formulan los cautivos en naves arrastradas por el sexo de las sirenas. Poesía en estado puro: la salvación está en la condena.
TINO PERTIERRA
1 comentario:
pues habrá que leerlo, pues.
Publicar un comentario