martes, 7 de febrero de 2012

Reseña: La visita de Safo, de Juan Carlos Mestre, en El Filandón

El Filandón, suplemento cultural del Diario de León, 18 de diciembre de 2011

Por José Enrique Martínez



Rumbo a Lesbos se va poniendo el sol
 
En 1983 apareció en la colección leonesa “Provincia” un libro titulado La visita de Safo. Era de un autor “veinteañero” que dos años antes había editado en Barcelona Siete poemas escritos bajo la lluvia. Después, ya sabemos, nadie puede hablar de poesía contemporánea sin haber leído La tumba de Keats y La casa roja. Aquel libro de “Provincia”, distinto ahora, lleva el mismo título con un añadido: La visita de Safo y otros poemas para despedir a Lennon; en realidad, se puede decir que es otro libro, o así me lo parece: hay algunos poemas nuevos (unos catorce), de diferentes momentos, y acaso publicados ya en distintos medios; algunos de los poemas del libro inicial sufren un proceso de deconstrucción para ser refigurados después; y en los demás casos, los versos y versículos son reducidos a prosa.
En La tumba de Keats, el poeta Mestre trazó la ecuación entre un libro y un poema, un poema hiperbólico, por lo tanto, anchuroso e inmenso en sus varios sentidos, lleno de fulgores e imbuido de enigmas. Lo recordé al leer el segundo y nuevo poema de La visita de Safo, titulado “Ruiseñor y misericordia”, más de setecientos versos libres y largos, lo que para otro poeta sería ya un libro y en Mestre, copioso y feraz, son sólo las primeras páginas del mismo. Dilatada elegía de amor y muerte es, con título que evoca la celebrada “Oda a un ruiseñor” de Keats. Amplitud de visión e imaginación desenfrenada. Símiles imprevisibles: “Yo, el que te amo como una nave abrazada a la tempestad por un faro”. Poe pedía un poema cuya extensión no impidiera leerlo de una sentada. El de Mestre necesita varias sentadas, si no queremos leerlo como se lee un ensayo o un periódico; y más teniendo en cuenta que el poema se inscribe en lo complejo y no desprecia el enigma, “ruiseñor harapiento enterrado bajo la luna”, ruiseñor que es John Lennon y que es John Keats, pues “aquí, en la conversación con la melancolía de la muerte y las metamorfosis, se llama también John Winston Lennon”. El texto, escrito en un momento actual, inscribe en la actualidad el resto del poemario, inactual como toda poesía que lo sea.
Después, los espacios y los tiempos de La visita de Safo, revisitados ahora, encallan en el amor, la soledad, evocan a Pasolini o a las islas griegas, máscaras de los sentimientos del joven poeta de entonces, entremezclado todo con vivencias posteriores en poemas posteriores también; y encontraremos hermosos poemas, como la elegía a Gilberto Núñez Ursinos, “mi doliente amigo del silencio” o la evocación de Neruda, de la potencia de su voz “levantando bosques con la palabra más verde del cuchillo”; el poeta Mestre rehace totalmente un poema de muchas turbaciones, mientras Mahler sigue prestando su música al amor y yo termino acogiéndome a la esperanza de un verso casi último: “Estamos solos y vamos a ninguna parte, pero mañana será otro día”.

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