Diario Lanza de Ciudad de Real, 11 de marzo de 2010
Una obra realmente completa. La poesía de Joaquín Benito de Lucas
Por Rafael Morales Barba
Hacía ya mucho tiempo que veníamos los lectores requiriendo un trabajo como el que finalmente llega. Pero más nos alegramos si además lo hace desde el contrastado buen hacer de Emilio Torné y la editorial Calambur, y la sabiduría con que algunas pequeñas editoriales (ya no tanto), editan primorosamente poesía desde una pureza clásica que hereda la mejor tradición española de Manuel Altolaguirre. Pocos editores serán tan cuidadosos y nos congratularán más con este viejo oficio que atesora bajo su cartoné a espléndidos artistas. Pero todavía nos alegraremos más si vemos como el actual Ayuntamiento de Talavera de la Reina, que cuida y mima a sus hijos más célebres con exquisita sensibilidad, ha echado el resto sufragando un libro desde hace mucho tiempo echado en falta. Así lo recordó el alcalde de la ilustre ciudad de la cerámica, José Francisco Rivas el día de la presentación de tan esperado poemario.
Acercarse a la Obra Completa de Joaquín Benito de Lucas es tocar a un hombre. A un poeta que no necesita padrinos, porque lo ha ganado casi todo, aunque le hayan escamoteado el Premio Nacional de Poesía. No sabemos bien el por qué de ese manifiesto agravio comparativo después de releerle en esta edición meticulosamente prologada por Pedro Aullón de Haro, y encontrar poemarios tan espléndidos como Campo de espuma (1983) y Dolor a solas (1991). O Álbum de familia en la edición de 1999. No solamente. La familia y la amistad, el amor, la melancolía y la ciudad natal, siempre Talavera de la Reina, muestran por lo general a un elegíaco sorprendente cuando la herida le quema cerca y surgen revelados la orfandad y el recuerdo. Pero también la solidaridad, la ternura y el desabrimiento en K-Z campo de concentración (1970), donde alza el grito un peregrinus ubique que poco tiene que ver con el lema de Petrarca, sino con el del extranjero humillado o que así lo siente. Estamos ante un pensativo que no suele caer en lo taciturno, sino en el quejido. Pero también en la delicada exaltación del amor que en Las tentaciones (1964) avisó de esa constante muy presente en su obra. El lector tiene consiguientemente una gran diversidad de miradas que hacen a estos dos tomos de poesía una aventura honda, en efecto, pero también seductora, legible, entretenida en el mejor sentido. En efecto así es, pues entre esas páginas hay una enorme versatilidad llena de registros versales, incluidos los caligramas, pero sin hermetismos, pues Joaquín Benito siempre quiere decir y remite siempre su verso a la línea clara. Una diafanidad diferente a la de Luis Alberto de Cuenca, sino de corte metafísico, indagadora, que escarba y fluye en sucesivos oleajes para acercarnos toda una reconstrucción desde la cuna y el tránsito. Do fluir, ha titulado Andrés Trapiello a toda esa melancolía contra la que avisó un precioso grabado Alberto Durero, ahora muy presente, y con mucho talento. De esta manera su poesía va fluyendo como el río Tajo desde el amor y la amistad que siempre le acompañan en sus reflexiones de lo universal a lo local, de lo onírico a lo experiencial, de la memoria a la vanguardia en sucesivas miradas y revisiones que exceden ya los cincuenta años de poesía.
Pero quien piense estar ante el cierre de una obra estará muy equivocado. Quien haya leído La escritura indeleble (2008) se encontrará ante uno de los mejores libros de esa corriente contemporánea que en algún lugar denominé poesía de la edad. Precisamente es en el broche de estas cuidadas Obras Completas donde encontramos uno de los poemarios por los que ese galardón que aun se le resiste debería haber llegado, o hacerlo cuando escriba el siguiente (no estará lejos). Poesía penúltima espaciosa y reelaborada en los toneles de perfumes hondos que crían grandes reservas líricos que le dejan sabor, pues la vejez del poeta ha resultado ser un renacer de una hondura desconsolada, que le presta sus mejores versos. O donde eleva un patético y trágico cántico ante cuanto se esfuma y desaparece, como cantó Antonio Machado. Un álbum de familia en el que sabemos de la legitimidad y verosimilitud de su canto no impostado, serio y hecho en el taller del artista sin pacto, y que finalmente llega a nuestras manos.
Joaquín Benito de Lucas, La experiencia de la memoria. Poesía (1957-2009), Calambur, Madrid, 2010
http://www.lanzadigital.com/opinion/una_obra_realmente_completa_la_poesia_de_joaquin_benito_de_lucas-11019.html
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Benito de Lucas, Obra Completa
Por Jorge de Arco
Conocí personalmente a Joaquín de Benito de Lucas (Talavera de la Reina, 1934) hace ya muchísimos años, en una lectura de poemas en el Centro Cultural de la Villa de Madrid. Pero su nombre ya sonaba en la casa paterna desde antes, y sus libros y sus cartas y su presencia humana y lírica ya llevaban tiempo latiendo entre las paredes familiares.
Desde aquel primer acercamiento a su poesía, he seguido su trayectoria, y además, el tiempo y la fortuna me han hecho compartir con él tertulias, actos literarios, jurados, antologías… y descubrir, en cada ocasión, que su buen corazón y su excelente quehacer son aún más alargados que la vieja sombra del ciprés. Siempre hemos tenido en común, el gusto por la docencia, por la crítica literaria, por la lírica de ajustados ritmos, por el buen vino… y un recuerdo desamparado -aunque en épocas muy distintas- de nuestra juvenil estancia en tierras germanas.
Ahora, que tengo sobre mi mesa la reciente edición de su obra completa La experiencia de la memoria (Calambur. Madrid, 2009), siento una inmensa alegría por saber reunida tanta devoción y tanta entrega, tras casi más de cincuenta años al pie de las letras.
En estos dos volúmenes -que ven la luz con el apoyo del Excmo. Ayuntamiento de Talavera-, están sus dieciocho poemarios editados, desde Las tentaciones (1964), hasta La escritura indeleble (2008), —al margen de un pequeño anexo con textos inéditos—.
No es fácil dar cuenta en esta sola columna de tan ingente y estimuladora labor, pero sí caben algunas breves pinceladas que definan su exacto pulso poético: un sólido registro verbal, un sobrio dominio de las estrofas y tonalidades rítmicas, un severo compromiso con la imaginación, la belleza y la libertad creativa, un cálido fervor por la cultura árabe y oriental, una temática que se ancla en lo memorístico y una mirada que se abisma en la identidad de lo real, amplia sus horizontes y crea espacios personales y únicos.
En su certero estudio previo, Pedro J. de la Peña afirma que la de Benito de Lucas “es una poesía que va desde lo elegíaco hasta lo humorístico, sin perder nunca de vista las claves de esa relación “yo-el mundo” que le ha hecho tan rico en el percibir como en el poetizar lo experimentado”.
Desfilan por estas páginas, escenarios, vivencias, remembranzas, historias, personajes…, de varia índole, y todo ello tamizado por una sugestiva creatividad, con aroma a poesía bien armada y bien dicha. Porque el decir de Joaquín Benito de Lucas no se eleva hasta las oscuros cielos del vano oropel, sino que se posa sobre la dimensión espiritual del ser humano y escarba en sus sentimientos hasta alcanzar una altísima temperatura existencial.
De entre tantos, anoto tan sólo unos versos del que a mi entender es su libro más estremecedor, La escritura indeleble, y junto a ellos, firmo mi amistad y mi admiración: “Mas, sin embargo, escribo porque creo/ que hundir las manos en lo que fue herida/ tiene olor a manzana de la infancia:/ Y aunque engañado por el parecido,/ entre el vivir y el recordar, me dejo/ arrastrar por el fuego de la memoria…”.
http://www.andaluciainformacion.es/portada/?a=108906&i=5&f=0&b=1029
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