MANUEL RICO
Babelia (EL País) 14/08/2010
José María Millares Sall (Las Palmas, 1921-2009), hermano del también poeta Agustín Millares y del pintor informalista Manolo Millares, fue, hasta el otoño de 2008, un poeta casi desconocido fuera de Canarias, una condición que se ha atenuado en el año y medio posterior. En ese tiempo, en el que acompañó su lucha contra la enfermedad y la muerte (falleció en el verano de 2009) con la selección y ordenación de sus poemas últimos, el lector ha podido acceder a dos de sus obras de mayor calado.
José María Millares Sall (Las Palmas, 1921-2009), hermano del también poeta Agustín Millares y del pintor informalista Manolo Millares, fue, hasta el otoño de 2008, un poeta casi desconocido fuera de Canarias, una condición que se ha atenuado en el año y medio posterior. En ese tiempo, en el que acompañó su lucha contra la enfermedad y la muerte (falleció en el verano de 2009) con la selección y ordenación de sus poemas últimos, el lector ha podido acceder a dos de sus obras de mayor calado.
De un lado, a Liverpool, el poemario con el que se dio a conocer en 1949; de otro, a Cuadernos, la colección en que trabajó hasta poco antes de su muerte. Principio y final de una trayectoria heterodoxa, forjada en la periferia geográfica de España y en la periferia de la poesía más convencional. Millares es un raro que, a lo largo de 60 años, ha forjado una obra extraña de la que son una muestra viva ambos libros. Liverpool es un texto anacrónico con la época en que vio la luz. En él, el poeta desafía al formalismo clasicista dominante entonces y a la poesía social más plana.
Consta de 6 poemas cargados de imágenes en los que el pulso existencial, la visión de un mundo oscuro y atribulado se traduce en un lenguaje próximo al surrealismo pero con fuertes tintes expresionistas, de una dureza controlada: "Por favor, abridme paso, dejadme cruzar ese túnel de plomo, / que quiero ser el primero en llegar con mi sangre a los muelles de Liverpool". Los dos primeros poemas, el que da título al conjunto y 'Hong-Kong' nos internan en el universo de bruma de dos puertos representativos del encuentro de culturas e intereses en los duros años de nuestra posguerra (y de la posguerra europea). Los cuatro restantes sitúan al hombre ("a vosotros me dirijo, pobres aeronautas de la rutina") ante el mundo en cuatro horas distintas de un día y refuerzan el trasfondo existencial del conjunto dotándolo de una perdurabilidad inquietante: hoy, más de medio siglo después de su publicación, Liverpool es un libro fresco, vivo, de una modernidad radical.
Ese trasfondo iniciático se adensará a lo largo de su obra hasta alcanzar su mayor grado de madurez e intensidad en Cuadernos, una selección de poemas procedentes de las numerosas 'Celdas' (así titulaba sus series de apuntes poéticos) en las que en la última década de su vida los fue integrando y escritos al dictado de una conciencia angustiada y de las emociones generadas por el propio texto: "una escritura directa cuyo desarrollo se busca haciéndose y se hace mientras se busca", afirma en el prólogo.
El sueño, la enfermedad, la realidad huidiza y, a la vez, injusta, el amor, la vejez y la ruina, los sueños y las pesadillas alientan en unos textos breves, sin signos de puntuación pero de una musicalidad bien articulada y basados en un irracionalismo lleno de ventanas a la lucidez y de azogues visionarios. Estamos ante dos magníficos libros que ponen de relieve que no siempre la gran poesía se mueve en los circuitos más conocidos y consolidados.
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