lunes, 16 de marzo de 2009

Reseña de El cuarto día, de Cecilia Quílez

16 de marzo de 2009

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La página del Téllez

“No quiero que amanezca / sin haber herido una noche / para mí sola”, escribe la escritora Cecilia Quílez (Algeciras, 1965), en su libro de poemas El cuarto día (Ed. Calumbur, 2008). Se trata, como ya le ha aplaudido la crítica, de profundizar en una poética de la que conocemos dos entregas anteriores. La posada del dragón (2002) y Un mal ácido (2006, mención especial del premio Francisco de Quevedo) y que la propia autora consideró como la muerte de una etapa vital. Su nueva obra ha sido reconocida por lo tanto como “una nueva resurrección”, en palabras de Inés Martín Rodrigo (Abc, 11 de febrero de 2009), una alegoría con la del Cristo, tal y como explica en el epílogo de la obra. Estructurado en tres partes –Columna de peces, El orden de las cosas y Propósito de enmienda–, su nuevo libro propone un viaje sentimental en donde van compareciendo emociones e impresiones, lecturas, obras de arte o máquinas de escribir, pero sobre todo un invitado poderosísimo: el lenguaje, cuidado y sugerente. Hay rasgos de humor — “Nunca volveré a celebrar más fiestas en la morgue”—, confesiones íntimas —“El infierno es un día de abstinencia”—, o cuentos para despertarnos en vez de dormir. Pero, sobre todo, hay mucho más: complicidad y alma. El pretexto último de estos nuevos versos suyos es el de la renovación del ser humano que soñara César Vallejo y que ella relata en primera persona, como síntoma tal vez de una experiencia personal que le marcara poderosamente.

Cecilia Quílez, con José María Prieto o José Lupiáñez, entre otros, pertenece a ese grupo de autores nacidos en el Campo de Gibraltar pero que apenas han guardado relación posterior con esta comarca. En su caso, nació en Algeciras mediados los 60 y vivió en La Línea de la Concepción hasta los 5 años, edad con la que se traslada a Madrid, donde reside desde entonces. Incurrió inicialmente en el teatro, pero desde muy temprano escribió poemas. Con posterioridad, participa en el programa de radio Onda Sur con diferentes artículos e intervenciones de otra índole. Publica varios relatos cortos y poemas en revistas literarias
—Álbum de las letras, La Cultura de Madrid, Microfisuras, Ágora—, pero publica su primer libro al borde de los 40 años, en 2004, lo que delata sin duda no sólo una prueba de madurez sino de autoexigencia. Al tiempo, ha coordinado y dirigido varias exposiciones y conferencias de pintura y escultura para diferentes instituciones y artistas. Colabora como ponente en la Fundación Alberti (Poesía Última 2006) así como en varias lecturas y conferencias en Madrid y fuera de España, dando a conocer su obra en programas de televisión y entrevistas en radio. En la actualidad, eso dicen, concluye la redacción de una novela y de un cuento infantil que no creo que tenga que ver con los penúltimos versos de su último libro: “¿Me entenderías si te dijera que guardo una bala de plata / en un nido de águilas imperiales, / que salgo al bosque con un fusil escondido en mi capa? / ¿A qué crees que viene un hacha tras la puerta / y esa extraña colección de patas de lobo disecadas? O por qué odio las manzanas rojas y adoro los espejos / o pregunto qué se hace por las noches / por miedo a que devoren mi lazo almidonado. / ¿Me creerías si te contara que olvidé sus rostros, / que no sé si fue una pesadilla el beso detenido / y el huso envenenado una legión de soldados fugitivos? / ¿Por qué crees que escapé de las nieves y la reina mentirosa? / Ha sido bueno recordar quién soy yo hoy, / dormir con un cántico recitado por tu voz / y el susurro celestial de las perdices / expirando en los fogones”.

JUAN JOSÉ TÉLLEZ

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