martes, 29 de junio de 2010

Reseña en ABC Cultural: La orilla de las mujeres fértiles, de Marifé Santiago Bolaños

ABC Cultural, 26 de junio de 2010

Por LUIS GARCÍA JAMBRINA

Con La orilla de las mujeres fértiles, Marifé Santiago Bolaños (Madrid, 1962) lleva a su máxima expresión ese diálogo o encuentro entre el pensamiento y la creación artística que caracteriza al conjunto de su variada obra. De hecho, estamos ante una poesía que se nutre o contamina de otros géneros; en este caso, el ensayo. Por otra parte, son muchos los puntos de contacto de este libro con otros de la autora, y especialmente con algunas secciones de su anterior poemario, El día, los días (2007), o de su reciente ensayo Wangari Maathai y otras mujeres sabias (2009), escrito en colaboración con Mónica Antequera.

La orilla de las mujeres fértiles aparece dividido en dos partes. La primera es un libro de versos de carácter unitario dividido en dos partes. La primera es un libro de versos de carácter unitario dividido en catorce fragmentos en los que, a veces, se mezclan diferentes voces o se incorporan textos de la propia autora procedentes de otros lugares, pero que hallan aquí su mejor acomodo. La segunda parte o “Coda” es, según leemos en las notas con las que se cierra el libro, “una suerte de ensayo que elige el cuerpo poético para aparecer”.

Niñas sin infancia

Esta obra es un canto reflexivo y solidario en el que se yuxtaponen la memoria y el deseo, la lucidez crítica y la palabra esperanzada; un canto dirigido a las mujeres de África (y, por extensión, de todo el mundo) y, de manera especial, a esas niñas sin infancia que la autora he encontrado en muchos de sus viajes (“Qué poco se parece la vida a los juegos, niña madre: los hijos se te agarran al cuello, a pecho, duermen sobre tu espalda”). Son fotografías, apuntes del natural en los que se mezclan la realidad y el símbolo, el concepto y el cuerpo, lo particular y lo colectivo, lo humano y lo telúrico (“Tu cara, manuscrito en el idioma de las tradiciones: astros en la frente, senderos de tierra en las mejillas”). En estos versos, además, están muy presentes los olores, sabores y colores de África.

Fronteras, cicatrices

La “Coda” nos ofrece una visión más racional, más filosófica y más crítica (“Estoy hablando de la violencia de las fronteras, de las cicatrices sobre el cuerpo de África. / Y de los ríos agonizantes”), que incluso llega a cuestionar el propio discurso poético (“No sé cantarle a África. Todavía disfrazo los lamentos”) o lo comenta y lo valora desde una nueva perspectiva (“Lo que no está: memoria y deseo. De África, anotaciones difíciles, secas, que se evaporan con la lírica”). No obstante, al final, la escritura y el canto quedan justificados y enaltecidos, porque, entre otras cosas, ofrecen vida y esperanza (“A veces, las mujeres que tienen miedo o están tristes cantan; el canto otorga el don de la esperanza, de la voz, del agua del alba sobre las rosas).

Desde el punto de vista formal, estamos ante un libro de carácter fragmentario compuesto, por lo general, por poemas de largos versículos que a veces se remansan en poemas en prosa; asimismo, hay que destacar su ritmo poderoso y el hábil manejo de la reiteración de la anáfora. Por último, conviene señalar que el libro contiene un CD con música original de María José Cordero y los poemas recitados por la propia autora, lo que hace que esos textos cobren más sentido y se conviertan en palabra viva.

lunes, 28 de junio de 2010

Reseñas de La orilla de las mujeres fértiles, de Marifé Santiago Bolaños


El Norte de Castilla, 26 de junio de 2010

Fotografía de una mirada inmóvil

Marifé Santiago Bolaños refleja su particular memoria de África en "La orilla de las mujeres fértiles, su quinto poemario

Sacrilegio: fotografío el dolor inevitable y la resignación en tu rostro». Así comienza el segundo poema de 'La orilla de las mujeres fértiles' el quinto poemario de Marifé Santiago Bolaños que acaba de llegar a las librerías de la mano de Calambur. La escritora, nacida en Madrid pero con orígenes familiares maragatos, trata de reflejar las fuertes impresiones que dejaron en su sensibilidad un viaje a África en el que pudo comprobar en directo la difícil situación de sus mujeres enfrentadas a la pobreza y a la falta de derechos al tiempo que son el pilar básico de la sociedad. Un libro escrito desde la cercanía de la mirada de una mujer pero también desde la conciencia de la imposibilidad de que el retrato refleje fielmente la realidad. «Lo que no está: memoria y deseo. De África, anotaciones difíciles, secas, que se evaporan con la lírica», dice ya en la coda del libro.
«Fotografío la indiferencia en el rostro de tu hijo. Te enseño la fotografía y sonríes. Me pides que vuelva a fotografiarte sonriendo». No estamos ante un libro reivindicativo, ni tampoco ante un libro que ocultara a base de lirismo la dura realidad, es como la misma autora indica un «cuaderno de bitácora de quien se niega al olvido: la celebración de la esperanza».
La escritura adopta en esta orilla un tono diferente al de la anterior poesía de Marifé Santiago. Un tono más narrativo, salpicado de imágenes de gran fuerza: «Acepto exhumar lo íntimo/ con la templanza/ que tiño mis cabellos/ o/ dejo mi boca/ entre los dedos ajenos/ de un médico». Y más adelante: «la pobreza pesa tan poco como la sombra de una araña y la memoria de la pobreza pesa tan poco como el sueño de aquella viuda que habría cumplido nueve años en diciembre».
'La orilla de las mujeres fértiles es un libro lleno de miradas. Miradas de madres impotentes pero no vencidas ante el dolor y las necesidades no satisfechas de sus hijos, miradas de niños que no entienden aún su destino, la mirada extranjera de quien intenta comprender, pero sobre todo acompañar.
La memoria de la sombra del baobab, la de los espacios abiertos en Kenia y Mozambique, el recuerdo del fluir del Níger se mezcla con la de sus propios orígenes, con la memoria reciente de su propio país donde también reinaron la pobreza y la injusticia. «Hablo/de que en 1942 mi madre dejó la escuela y tenía/ nueve años./ Hablo/ de aquella personita a la que los asesinos de su madre dejaron sola en medio de la plaza del pueblo. De que sería 1937 o 1938 y de que la niña tenía dos años. Y de que era la misma España que sacaba a las niñas pobres del colegio».
Y apela a esa memoria del origen para mitigar el impacto de lo vivido. «(Es para que no se me olvide mi propio grito, suplicándole al Monte Teleno de mis antepasados, cuando volví de aquel primer viaje a África, que me curara el alma)».
La poesía también es oralidad y Marifé Santiago pone su propia voz a los poemas de 'La orilla de las mujeres fértiles' acompañada por la música de María José Cordero en un CD que se incluye en el libro.
La obra de la autora de 'Tres cuadernos de bitácora' y 'Un ángel muerto sobre la hierba' camina firme alternando novela, poesía y ensayo.
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El Filandón, Diario de León, 27 de junio de 2010

Las cicatrices sobre el cuerpo de África

Por José Enrique Martínez

Escribe la autora en una nota: «Concibo la primera parte de La orilla de las mujeres fértiles como un libro de versos; la segunda es, sin embargo, una suerte de ensayo que elige el cuerpo poético para aparecer». Dos partes relacionadas: la primera canta y cuenta; la segunda canta y piensa, por así decir. El tema es el mismo: la mujer africana, fértil y pobre, fértil desde antes de poder serlo, la mujer-dolor desde que nace, la mujer-niña pegada a la tierra del desierto, lugar donde la historia se detuvo, donde una mujer-niña puede ser esposa a los ocho años y viuda a los nueve. Desnudez es una palabra que resume muchas vidas. Sombra es otra.

Esta poesía en verso, en versículos o en prosa, que de todo hay, respira sensibilidad, como toda la de Marifé Santiago, y en el vuelco sobre la mujer africana, piedad. No es palabra que aparezca en el poemario, pero el sentimiento brota de las circunstancias de dolor, abandono y pobreza de la mujer referida, y estas circunstancias imponen algunos relatos o fragmentos de vidas: «Una historia esperando en la tarde de África». Tras estas historias siempre hay una infancia sin infancia.

La lectura del libro de Marifé Santiago suscita muchas preguntas. Por ejemplo: esta poesía del dolor africano ¿estimula la conciencia apelmazada de una persona europea, blanca y de vida confortable? «No sé cantarle a África. Todavía disfrazo los lamentos» dice la poeta, que también se hace múltiples preguntas: «¿La ceremonia de la escritura puede restituir la decencia?». Toda la segunda parte tiene ese discurrir entre lírico y reflexivo. ¿Se trata de pinchar en la conciencia occidental? El resultado final ¿consistirá en despertarla o en apaciguarla? Son preguntas al hilo de la lectura de tragedias como ésta: «Hablo de la mujer que murió de agotamiento porque sus compañeros de patera trataron de saciar el hambre con la leche de sus pechos». Tragedias anónimas, pero que tuvieron cuerpo y alma; tragedias que la poeta extiende a «la solidaridad entre mujeres desamparadas» de todo tiempo y lugar, a las que han sufrido violencias, las madres todas del dolor, sabiendo desde dónde se habla y de qué se habla: «Del olor nauseabundo que ocupó mi conciencia, el que no se quitaba ni con jabón ni con colonia... ni con manifiestos». Como la poeta dice en otra ocasión dirigiéndose a otra mujer (africana): «En mi sueño hay una placidez de infancia que en el tuyo no se puede soñar».

Otro atractivo del libro de Marifé Santiago reside en el hecho de que viene acompañado de un CD con lectura-recitación de la poeta y música y canto de María José Cordero, que tan armoniosamente viene interpretando piezas de la poeta.

Reseña de Bajo la piel, los días, de Eduardo Moga

Revistadeletras.net

Por Agustín Calvo galán

Dice Jorge Drexler en su canción Tres millones de latidos: “Hay gente que es de un lugar, no es mi caso”. Eduardo Moga tampoco es de un lugar, ni mucho menos, y no tanto por universal ni tampoco por ubicuo, no, en realidad Eduardo Moga huye de los lugares, como alma que lleva el diablo, en especial de los lugares comunes de la poesía.

En este Bajo la piel, los días, permanece el Eduardo Moga que se escapa de cualquier definición que algún despistado le haya podido prejuzgar – pues son ya muchos años de trayectoria, desde aquel premio Adonáis (1995) que lo dio a conocer y algunos los que creen clasificada su poesía-; aquí el poeta se afirma y reconstruye nuevas identidades en aquello que fue o pudo ser o nunca será, porque en el momento en que escribe, y escribe lo que escribe, sucede todo: lo que imagina que sucede, lo que nunca sucedió, lo que sucede aparentemente, también lo que sucederá. Sucede hasta la disolución de uno mismo en lo que escribe, hasta querer olvidarse uno mismo escribiendo. Sucede que hasta los mecanismos de la escritura puede ser materia poética. Y la poesía, en esta ocasión, no se hace en prosa, más bien se rehace prosa. Bajo la piel, los días, XXXI textos, aproximadamente prosa, aproximadamente verso, frontera que no es indefinición sino senda exacta, casi exacta, para ser uno mismo y a la vez renovarse; para ser el Eduardo Moga que muda sin dejar de ser, por supuesto o por lo que pudiera suceder, un poeta trabajando en palabras que, una tras otra, forman una escritura seminal -y no sólo de fecunda, sino también de fluidos corporales- que se derrama en lo incultivado, en la esperanza de una cosecha no desembarazada de desánimo, pero también ancha en feliz ironía.

Ejercicio arriesgado el de perseguir lo que no permanece, ejercicio que nos comprende. Poesía lista para entrar a vivir; prosa como agua, para nadarla; de lectura fresca y transparente, siempre necesaria en cualquier lugar.

Agustín Calvo Galán
http://visualpoetry.blog.com.es/
http://lasafinidadeselectivas.blogspot.com/

http://www.revistadeletras.net/bajo-la-piel-los-dias-de-eduardo-moga/

viernes, 25 de junio de 2010

Reseña en Babelia de La aldea de sal, de Lêdo Ivo

Babelia, 19 de junio de 2010

Por Antonio Sáez Delgado

Algo parecido a lo que dice el verso de Heberto Padilla ("en la poesía la juventud sólo se alcanza con los años") sucede con la lírica de Lêdo Ivo (Alagoas, 1924), una de las voces insustituibles de la poesía brasileña de la segunda mitad del siglo XX, desgraciadamente casi desconocida aún en España (con la excepción de La moneda perdida, publicado por Olifante en 1989, en traducción de Amador Palacios). Podríamos decir sin sonrojo que es prácticamente imposible pensar la poesía brasileña de finales del XX sin tener en cuenta la aportación de Lêdo Ivo —cuyo primer libro de poemas, As imaginaçoes, se remonta a 1944, y cuya última entrega, Requiem, es de 2008, sin duda una de los autores que ofrece una relectura más interesante del Modernismo brasileño y una digestión más provechosa de los frutos de la vanguardia histórica en el continente americano. Con una poesía que nunca renuncia a su carácter visionario y que otorga un papel fundamental al mundo de la imaginación y la experimentación, Ivo recorre los territorios de lo inefable con poemas imrpescindibles, como "Vals fúnebre de Hermengarda", "La infancia redimida", "Finsiterra" o el emocionante "Mi patria", con guiño pessoano: "Mi patria no es la lengua portuguesa. / Ninguna lengua es una patria. Mi patria es la tierra tierna y untuosa donde nací / y el viento que sopla en Maceió". Esta antología, elaborada y traducida con intuición y sentido poético, nos conduce a través de seis décadas del trabajo poético de su autor, que es lo mismo que decir a través de seis décadas de alguna de la mejor poesía brasileña del siglo XX. Imprescindible.

miércoles, 23 de junio de 2010

Tormenta transparente, de Javier Lostalé, en Radio Nacional

La estación azul, 14 de junio de 2010

Entrevista al autor, Javier Lostalé, y poemas recitados entre el minuto 34 y el 43:

Entrevista a Javier Lostalé (La Estación Azul)

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También en La Libélula, el 18 de junio


http://blogs.rtve.es/la-libelula/2010/6/18/tormenta-transparente-javier-lostale-

martes, 22 de junio de 2010

Reseña de Las moradas del verbo, por Miguel Ángel Lama

En la nota de prensa que la editorial Calambur preparó para presentar esta antología celebrativa de los 100 números de su colección de poesía, la información referida a los criterios de la misma, la introducción del antólogo y su resumido curriculum vitae se cerraban con el teléfono de Ángel L. Prieto de Paula, responsable de la selección de autores, de la introducción mencionada y de la selección de poemas. Sí, el teléfono de Ángel L. Prieto de Paula. Al principio creí que la editorial ponía a disposición de todos el teléfono del antólogo para que los poetas seleccionados le diesen su opinión, le hiciesen llegar su agradecimiento, sus felicitaciones o sus reparos. O, quién sabe, si esos folios llegaban a las manos de los muchos poetas en activo no incluidos —nacidos, que ésa es el área cronológica de los alojados, entre 1954 y 1968—, que Ángel L. Prieto de Paula pudiese recibir llamadas intempestivas, amenazantes o razonablemente fundamentadas de aquellos. Luego me di cuenta de que era una nota para la prensa, para que los periodistas contasen con ese medio rápido y directo para entrevistar al antólogo. Un día de éstos le llamo, que para eso tengo su teléfono —desde hace muchos años, dicho sea de paso.

Las moradas del verbo. Poetas españoles de la democracia (Madrid, Calambur Editorial, 2010) es una excelente antología para conocer el panorama poético de la restauración democrática en España. El lector tendrá una representación importante en número, pues son treinta y dos (*) los poetas incluidos, y la selección de textos ilustra sobradamente la pluralidad de tendencias y actitudes estéticas referidas en el estudio introductorio, redactado con rigor y con el propósito de conjugar calidad y representatividad en el panorama. Aunque se anuncian otras antologías preparadas por Ángel L. Prieto de Paula —una de ellas, qué bien, de la poesía romántica—, para mí, la demostración de su saber compilador de una etapa histórica estuvo en la selección que preparó sobre Poetas españoles de los cincuenta (Salamanca, Ediciones Colegio de España, 1995). Espléndida. Al leer el estudio de Las moradas del verbo —y moradas del verso— me he acordado de aquella, por la ordenada filiación de las actitudes poéticas de los poetas españoles de la democracia entre 1979 —La lentitud de los bueyes de Julio Llamazares y Amenaza en la fiesta de Tomás Sánchez Santiago— y 2010, pues en esta antología se incluyen algunos textos inéditos de algunos nombres o de libros publicados este mismo año, como Nombres del árbol (Barcelona, Tusquets, 2010), de Antonio Moreno.

Realismo y experiencia son conceptos y palabras que ocupan el panorama de manera dominante —y "asfixiante para los otros", dice Prieto de Paula—. Tanto es así que justifican el desarrollo analítico de sus contestaciones y variaciones. Irracionalismo iluminativo, carácter visionario, reflexión ontológica, esencialismo y poesía refleja, desnudez retórica, poesía reflexiva, meditativa, poesía del desconsuelo... son algunos de los apuntes taxonómicos que la aguda mirada de Prieto de Paula ofrece al lector para que éste vea mejor si se adentra en estas moradas de lo poético.

(*) Miguel Casado (1954), María Antonia Ortega (1954), Julio Llamazares (1955), Julio Martínez Mesanza (1955), Concha García (1956), Tomás Sánchez Santiago (1957), Juan Carlos Mestre (1957), Ángel Campos Pámpano (1957-2008), Luis García Montero (1958), Blanca Andreu (1959), Álvaro Valverde (1959), Felipe Benítez Reyes (1960), Carlos Marzal (1961), Aurora Luque (1962), Amalia Iglesias Serna (1962), Jorge Riechmann (1962), Amalia Bautista (1962), Manuel Vilas (1962), Miguel Ángel Velasco (1963), Vicente Gallego (1963), Vicente Valero (1963), José Mateos (1963), Antonio Moreno (1964), Juan Antonio González-Iglesias (1964), Álvaro García (1965), Ada Salas (1965), Luisa Castro (1966), Antonio Méndez Rubio (1967), José Luis Piquero (1967), Jordi Doce (1967), Lorenzo Oliván (1968), Enrique Falcón (1968).

http://malama.blogspot.com/2010/06/las-moradas-del-verbo.html

Javier Villán junto a María Toledo en Suma Flamenca


Viernes 25 de junio, 22 h.

Complejo el Águila

Calle Ramírez de Prado, 3

Madrid

LA MÚSICA DE LOS ESPEJOS

Guapa y con planta. Una gran voz, redonda, llena, sumamente agradable y flamenca. Estos eran sólo algunos de los calificativos que de María Toledo hacía uno de los grandes críticos flamencos de nuestro país. Esta abogada, pianista y cantaora, es la nueva imagen del flamenco actual.


Crítico taurino, crítico teatral y poeta… No ha pertenecido a grupos, ni se ha dejado llevar por camarillas, ni por consignas al uso, sigue el dictado de su propio interior. Para Javier Villán, el contenido ético de un poema, no tendría sentido sin una tarea estética que lo respalde y sustente.


Aquí reunimos a un poeta al que le gusta la estética y a una flamenca guapa con una voz bella. Pues estamos de suerte.


http://www.madrid.org/sumaflamenca/2010/fichas/musicaespejos3.html


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Viernes 25 de junio, 22 h.

Complejo el Águila

Calle Ramírez de Prado, 3

Madrid

Cómo llegar:
Cercanías Renfe: Líneas C-7 y C-10-Delicias
Metro: Línea 3-Delicias
Precio: 20 €

lunes, 21 de junio de 2010

Novedad Calambur Narrativa: Un trabajo nocturno, de Xavier B. Fernández. XII Premio Río Manzanares de Novela

Xavier B. Fernández
Un trabajo nocturno
XII Premio Río Manzanares de Novela
Calambur Narrativa, 47
ISBN: 9788483592069
2010. 256 pp.
PVP: 20 €

Un viernes por la noche, a punto de acabar su jornada laboral, al jefe de seguridad de la fábrica de la familia Masferré, Ulises Requena —ex policía, ex alcohólico, ex marido, ex padre— su jefe le encarga un trabajo personal: encontrar a su hijo, un golfo metido en asuntos turbios. Y Ulises acepta, no porque se lo ordene su jefe, sino porque se lo ruega, como un favor personal, la mujer de éste. Así que esa noche, en vez de irse a casa, Ulises vivirá su personal odisea viajando al corazón de las tinieblas de la ciudad de Barcelona —no la Barcelona luminosa y colorista de las guías turísticas, sino la Barcelona oculta y turbia del crimen organizado, el tráfico de drogas, la prostitución y el juego ilegal— descubriendo trapos sucios y cadáveres enterrados. Será una noche infernal llena de encuentros inesperados en la que, antes de que salga el sol, Ulises tendrá que enfrentarse no sólo a los fantasmas familiares de los Masferré, sino a los suyos propios.

El jurado del XII Premio Río Manzanares de Novela, presidido por el académico Luis Mateo Díez, ha valorado en la obra ganadora «el planteamiento de una historia de indagación en el mundo de la delincuencia que, a la vez, se convierte en una investigación sobre la identidad del propio protagonista». Un antihéroe que por la fuerza de su destino se ve comprometido en una complicada trama que pone de relieve la atmósfera en la que se mueve con sus personales contradicciones, para llegar a desvelar el enigma al que es requerido y el conocimiento de sí mismo.

Xavier B. Fernández (Barcelona, 1960) estudió periodismo. Ha desempeñado los más diversos oficios —auxiliar administrativo, mozo de gasolinera, dependiente en una tienda de discos, dibujante de cómics, guionista de series de dibujos animados— y, como periodista, ha trabajado para diversos periódicos y revistas españoles y latinoamericanos. Es una de las firmas emblemáticas de El Nuevo Cojo, publicación cultural en español editada en Nueva York, con la que empezó a colaborar a raíz de que le concedieran el Premio Novela de Carretera por Kensington Gardens (México, 2006). Después, publicó El sonido de la noche (Madrid, 2010). Un trabajo nocturno es su tercera novela.

sábado, 19 de junio de 2010

Novedad. Guadalupe Grande, Hotel para erizos. Tres poemas



una vida mejor


Y daría igual que fuéramos eternos.


El escaparate brilla como los fuegos fatuos.


Tras el cristal las minúsculas manos desmenuzan la herrumbre,


una maleta, un pañuelo, un zapato, el cinturón de falsa serpiente, plumas de avestruz para el sombrero que ya nadie llevará,

así brilla el tiempo tras el cristal, fruta escarchada de los días, brillo mineral colgado de un árbol cortado, pez anudado a la cuerda de tender.

Y dará lo mismo que seamos eternos.



Mirar los escaparates, corchea arriba, semifusa abajo,

acompasar el paso para tropezar,

para volver del mediodía, para llegar al anochecer.


Un escaparate y luego otro, y al fondo, el cajero y su ábaco de lágrimas: pasar o no pasar. O quedarnos aquí, moliendo la herrumbre con el molinillo de té.


Pero los guantes de gamuza se posan sobre el piano. Do re mi, sordamente, fa, sol, sol, felpa constante en la percusión. No, no hay pez martillo que valga. No hay animal de sombra ni luz en esta cuenta de adverbios: aquí, allí, ahora, entonces, cuándo.


Daría lo mismo que fuéramos eternos, entonces, ahora, hoy o jamás.



Es mucho más simple. No es cuestión de constelaciones, no es el brillo de la madera trasmutado en ballena, no es la piedra roseta, ni el esperanto de la lluvia, no el canto de sirena deletreado en los surcos de la pizarra. Es mucho más simple.


Una vida mejor.


Una vida con memoria de elefante y sed de camello y ojo de lince, brújula de cormorán, solidaridad de hormiga, precisión de abeja, una vida con fidelidad de cisne y sonrisa de chimpancé y delicadeza de libélula y piel de leopardo, conversación de bosque, majestad de cordillera y siempre el cuento de nunca acabar.


Primera lección nunca aprendida en las cuevas de sésamo: la vida está aquí, no allí, y todos creen que seremos eternos.


En el escaparate brilla la caja registradora, pequeña cola de alacrán, servilletero que nos abraza a la mesa,


una vida mejor,


aquí, allí, al otro lado del cristal.


Y nada importa que seamos eternos.

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tratado de la medida


lo que cabe en una mano

aún antes, antes de que la sal mida el tiempo


la cabeza de las mujeres rasuradas en la resistencia

la cabeza del colibrí, marca, hueso, piedra en el camino

señal para el viaje cuando sólo las aves conocen el secreto del metal

la cabeza de las mujeres rasuradas por cien gramos de arroz

por dos terrones de azúcar, por un simbólico cupón donde se dice

y las rasuradas porque sí y las rasuradas porque no


lo que cabe en una mano

un bisonte y una astilla para alcanzar el bisonte

el diapasón mineral afinador de la madera

y el mundo entero en la molécula de lluvia

cuando una sola gota contiene la forma entera de la naranja azul


un niño cruza el río y deja caer la moneda, el diente blanquísimo viaje inverso en el primer gozo del duelo


lo que cabe en una mano

cuando la harina tiene el color del humo

la cabeza de las mujeres rasuradas

la que se sienta a morir y la que se levanta cada día a cavar zanjas

hasta lavar la ropa interior de las doncellas

cultivadoras rameras de difuntas lilas

que visitan las peluquerías los sábados por la mañana


y el comedero del animal, el primer hueco del trigo

el surco que no es camino y conduce al no lugar

esfera exacta que encierra el hambre

y un cajón en la cocina para guardar lo que no se ha de olvidar

a saber

el girasol, primera rueda estelar en la cartografía de la conciencia

la arquitectura improvisada de la nieve en la hoja del árbol

el trébol de cuatro direcciones y su fatalidad única


el puente no es para los trenes, pero llegan


lo que cabe en una mano

cuando lo oscuro es más oscuro, lágrima de ceniza

y la palabra, correa en el albedrío de la muerte


la cabeza de las mujeres

y todas las botas sin nombre y el zapato perdido junto a la fotografía equivocada

y la sandalia del niño que se queda en el 33

y el tacón de aguja para el hombre enterrado en su falda

hueso del perro muerto, batuta de la banda municipal

hueso del hombre muerto, batuta de la banda sinfónica


un pájaro llama a la puerta que no fue marcada con el jugo de mora por el ángel de las despedidas


lo que cabe en una mano

cuando un cuerpo es del tamaño de su sombra y la mirada sobre ese cuerpo del tamaño de la luz

la mano cortada de quien ya no está

y todos los cuerpos que fueron en esa mano

un cuerpo del tamaño de una mano

el oscuro hilo entre la mano y la respiración del recuerdo

la cuerda raída, la que arrastra

lo que cabe en una mano hasta la estela del astro ido

gozne de la locura que anuda al vértigo la vocal impronunciable

cuando conoce su destino de tren hasta el diente del niño.


lo que cabe en una mano, hoy, once de febrero y sábado, la cabeza

jardín de las variaciones


Aún no había llegado la maleta de los objetos perdidos, la caja de seda para los zapatos anfibios, es decir, el pequeño ataúd para tu mano.


Cegada por la luz de otros días, giras el rostro hacia la tarde:

el caracol deja su baba transparente sobre la fotografía, una silla en el mar de los días y un muro de viento que empuja el brocal del recuerdo convertido ahora en ceniza,


nunca estuvimos allí, a la orilla de aquel jardín, al borde de la distancia, en el párpado de aquel naufragio blanco,

festejando las nupcias de los animales de la nostalgia en el umbral de la escarcha.



Y ahora miramos absortos las horas con la infancia atravesada en los labios,

quietos, muy quietos, recostados en el muro de viento


antes de que desaparezca este copo de ayer que arde en nuestra pupila:

arde la muleta para el pie que nunca tuvimos, y en ese instante somos sólo eso, una ráfaga de miedo en el viento.

*

Un mirlo atraviesa el jardín,

lleva en su pico rojo la vela azul para nuestros años, lleva, entre salto y vuelo, la esquirla de hielo bajo su lengua de flecha, la gota de cera para la doble despedida de nuestra edad.


La cicatriz cruza el jardín hacia el agua, la vereda parte los días y deja una escama del silabario, una brizna de días en el monóculo del tiempo que se balancea en la dulce higuera, funambulista del extravío para la correa del lazarillo del porvenir. Imposible mansedumbre del vigía, inútil docilidad de quien se ata por vez primera los zapatos con el crespón de los átomos del duelo.


Sea el diente de leche quien tire del pomo de la puerta.

*

Viene y va la caligrafía del tiempo, viene y va.


Está lejos la luz y no importa,

lejos las mariposas del olvido, las que callan su memoria,

lejos la raíz del vocablo que florece en el aroma,

lejos la cuchara con su hueco, con su nido de levadura,

el pan ácimo lejos,

lejos el pabilo, el aceite y la oscura leyenda del cuenco con su hondura,

está lejos la vida y no importa.

*

Al otro lado de la vida, al otro lado de la infancia, al otro lado del jardín.


Todos se han ido y sólo queda regresar.


Giran los días, giran bajo la púa de nieve, bajo la implacable batuta del porvenir,

hipótesis de luz en la sombra, al otro lado de la dársena, donde el ala pliega su duelo, donde el perro esconde tu mano en la grieta del muro y el pez muerde el sedal, la semejanza que hilvana el vestido para el viaje de las últimas cosas, la incesante madeja, fundación de penumbra en la penumbra.


Un soplo, un resplandor, la nieve.


Hoy, mañana, nunca, cuando ayer y hoy son ya un mismo día en tu corazón.


Entonces, el regreso, para llegar al lugar donde la cicatriz siembra su íntima voluntad, texto borrado donde te sientas a escuchar los días mientras el mundo gira cuando cae la noche. Aquí.

viernes, 18 de junio de 2010

José Antonio Zambrano, Premio Extremadura a la Creación 2010, por "Apócrifos de marzo" editado por Calambur

José Antonio Zambrano, Premio Extremadura a la Creación 2010 a la mejor Obra Literaria de Autor Extremeño, por Apócrifos de marzo editado por Calambur

CÁCERES, 18 Jun. (EUROPA PRESS) -

El filósofo Eugenio Trías; el director de cine Adolfo Aristarain; el poeta José Antonio Zambrano; y el cinesta Rubén Prieto son los ganadores de los premios 'Extremadura a la Creación' 2010.

Los presidentes de los jurados de los Premios Extremadura a la Creación, el escritor portugués Eduardo Lourenço, el cineasta Mario Camus, el escritor Luis Mateo Díez, y la profesora y bailarina Amparo Lucía Jiménez, dieron hoy a conocer en Cáceres a los ganadores de esta edición en un acto que contó con la presencia del director general de Promoción Cultural, Javier Alonso de la Torre.

Los Premios Extremadura a la Creación son el máximo galardón que concede la Comunidad Autónoma en materia de creación artística y literaria. Tienen como finalidad otorgar testimonio público de reconocimiento a la labor de aquellas personas que hayan contribuido con su trabajo y obra al engrandecimiento de Extremadura o su cultura, y con ello potenciar la actividad creativa de los extremeños y estrechar los vínculos culturales con Portugal e Hispanoamérica.


(José Antonio Zambrano en la caseta de Calambur, Feria del Libro de Madrid, junio 2010)

Los jurados están compuestos por personalidades de reconocido renombre en el mundo de la cultura. Eduardo Lourenço, Premio Europeo de ensayo Charles Veillon y Premio Camôes, es el presidente del jurado del Premio a la mejor Trayectoria Literaria de Autor Iberoamericano; el cineasta Mario Camus, Premio Nacional de Cinematografía 1985, preside el jurado del Premio Extremadura a la Creación a la mejor Trayectoria Artística de Autor Iberoamericano. Ambos galardones están dotados con 42.000 euros cada uno.

Por su parte, el escritor Luis Mateo Díez y Amparo Lucia Jiménez presiden los premios de ámbito extremeño, a la mejor Obra Literaria de Autor Extremeño y a la mejor Creación Artística, respectivamente, que están dotados con 18.000 euros.

miércoles, 16 de junio de 2010

Reseña de A vueltas con el autor del Lazarillo

SEPARATA: Revista de pensamiento y ejercicio artístico, n.º 13, mayo de 2010, México

EL NUEVO AUTOR DEL LAZARILLO

Por Andrea Pérez González

A vueltas con el autor del Lazarillo es el resultado de una investigación de años de la paleógrafa Mercedes Agulló, que intenta comprobar en un breve y ambicioso estudio de 140 páginas las hipótesis que desde el s. XVII giran entorno al autor del Lazarillo de Tormes.

Para los amantes de la historia de la imprenta, el libro dará la sensación de ser una novela policíaca: aparición de claves —pistas— una tras otra entretejidas y firmadas con plumas de impresores como Plantino, y dentro de un marco histórico como Amberes o Lyon. El inventario de libros de Don Diego Hurtado de Mendoza, supuesto autor del Lazarillo, y de su editor López de Velasco es la parte más extensa del libro, que desvela el misterio que para muchos especialistas ha sido el caudal bibliográfico más importante de la época, la del Escorial.

La parte sustancial del libro —opinión que compartirá cualquier lector no especializado— sería aquella en que se presentan los argumentos "narrados". No es ninguna sutileza el énfasis; es necesario que el lector se enfrente a esta lectura sabiendo que la mayor parte de sus páginas están codificadas en títulos, lugar de publicación, fechas y nombres. Por eso es deleitante el momento en el que se pueden leer los argumentos que sustentan esta hipótesis, principalmente de corte histórico; porque una prueba basada en el estilo del autor del Lazarillo es insostenible, pues aun siendo una obra innovadora y el germen de la novela moderna, no hay manera de comparar el estilo "bajo" (dentro de parámetros clásicos) con el resto de las composiciones de Hurtado de Mendoza, claramente humanistas.

En este aspecto la autora se cobija bajo la idea tan reciclada de que las novedades en la composición literaria eran presentadas con vergüenza por los escritores cultos, para quienes el único estilo literario era el elevado. la composición culta o humanista era latinizante, despreciaba las lenguas vernáculas y la vida cotidiana y pícara. Es por tanto comprensible que el Lazarillo tuviera un autor culto que utilizara este género naciente y moderno como vía de escape de una tradición artificiosa que definitivamente dominaba, pero que no daba la misma libertad de creación que este género nuevo. Mantener su autoría oculta es también una garantía de libertad mayor que firmar una obra transgresora, censurada por la inquisición y visiblemente opuesta a lo aceptado por la tradición culta.

La autoría del Lazarillo ha sido objeto de debate desde el s. XVII, donde fue atribuido a frailes, diplomáticos, letrados o bachilleres. Ni Hurtado de Mendoza es un candidato recientemente descubierto ni este estudio será el último que asegure "este es el verdadero autor". La última vez que el Lazarillo tuvo un "nuevo autor" fue en 2002, cuando la profesora Rosa Navarro Durán presentó fuertes argumentos que atribuían la obra a Juan de Valdés o a su hermano Alfonso, valiosos letrados y humanistas.

Novedad para algunos, suposición lógica para otros, la autoría del Lazarillo se presenta como resuelta en este reciente estudio. La autora se muestra irónica y soberbia cuando pregunta al lector "¿Y cómo no ha reparado [en ello] ninguno de los numerosísimos estudiosos del Lazarillo?".

Reseña de Cuadernos 2000-2009, de José María Millares Sall

Revista de poesía PIEDRA DE MOLINO, n.º 12, primavera 2010

ESA MUJER QUE REGRESA, IMPLACABLE

Cuadernos 2000-2009, José María Millares Sall. Calambur. Madrid, 2009.

Por Carlos Murciano

He de reconocer —tras haber ejercido la crítica literaria durante más de medio siglo— que no es igual decir lo escrito por un poeta desconocido, que de aquel que estuvo cerca de nosotros, en verso como en amistad. Cierto que el crítico debe ser ecuánime, honesto en su quehacer, y afrontar la obra ajena con objetividad y justo criterio; pero también lo es que el corazón pueda mandar sobre la pluma cuando hay poderosas razones para ello. tal me sucede a la hora de abordar estos Cuadernos de José M.ª Millares Sall (Las Palmas, 1921), que con pulcritud edita Calambur, y que merecieran el premio Canarias de Literatura del pasado año; premio que él recogería en mayo de 2009, a penas tres meses antes de su muerte, ocurrida el 8 de setiempre. Tenía ochenta y ocho años.

Escribo estas líneas rodeado de sus cosas; sus cartas, sus libros editos e inéditos, sus dibujos —pertenecía a una saga cultivadora de la plástica, con su hermano Manolo a la cabeza—, incluso su voz, grabada en un CD en 2006, que resuena estremecedora: "No leas con los ojos la palabra/ no escuches con los ojos la voz,/ acércate al sonido, sé la luz/ abre blancas sus puertas, sé la flor…". Su verso tuvo siempre un pulso mistérico
—"es fácil, como todo lo que es difícil", decía de la poesía—, y buena muestra de ello ofrecen estas páginas. En uno de los haikus que incluía en su libro Escritura y dolor, de 2006, leemos: "El agujero/ que se oculta en el frío/ se tiene miedo". No parecía tenerlo él a esa mujer "comprometida" con cada uno de nosotros, que un día puede rozarnos y pasar de largo, pero que estamos seguros —como ella lo está— de que regresaría, implacable. Léase, en este punto, el poema que abre la última parte de estos Cuadernos titulado "Materia", y que está fechado en el mismo año de su desaparición: "Y cómo viene/ con qué pasos que se desnudan en la acera/ los taconazos y vuelves la cara/ y la miras y cómo te devuelve la mirada/ con qué gesto…".

He dicho "libros editos e inéditos", porque con cierta frecuencia, José María Millares me enviaba unos cuadernillos de tapas negras, que él preparaba con poemas recién escritos, para un puñado de amigos dilectos. Digo "Mara", I y II, "poemas", "rostros", "Celda veinteava"… Esa palabra, "celda", nomina ocho de las diez partes del libro que me ocupa: "Celdas para una poética", "Celda Enero", "Celda Abril", "Celda décima", "Celda Ana"… Las dos restantes son "libreta" y la citada "Materia". Abrimos al azar: "El ave/ subterránea no existe/ pero habita entre nosotros como el humo/ del volcán y el de sus alas/ de fuego"… Él me confesó, en una de nuestras últimas conversaciones telefónicas, que cada día dejaba correr la pluma sobre el papel, y el verso fluía como un río imparable, enigmático y sorpresivo.

Uno de esos cuadernillos que nombro lucía esta dedicatoria: "A Pino, que se fue para estar más dentro de mí". Pino Betancor era su esposa; una mujer cálida y entrañable, poetisa de talla, ala que José María estuvo siempre muy unido y cuya muerte arañó con firmeza su alma. Ahora andarán los dos de la mano, por esos cielos que la Poesía reserva a los elegidos.